La democracia más allá de Atenas
Continúa aquí la digresión personal acerca de la democracia.
(La primera parte aquí: La democracia como valor supremo)
Tal vez debido al carácter literario o escrito de nuestra cultura, al menos hasta hace poco, pues ahora (1991) lo que McLuhan llama Galaxia Gutemberg está siendo sustituido por la cultura audiovisual (perdón por la pedantería de esta observación); decía que, debido a este carácter escrito frente al oral de las culturas más antiguas, entre ellas, la griega, tendemos a pensar que sólo existe o ha existido lo que ha sido escrito, del mismo modo que en la nueva cultura audiovisual se considera que sólo existe lo que aparece en televisión.
Confundimos la historia con la historiografía y hablamos de pueblos sin historia, cuando deberíamos decir “pueblos sin historia escrita”. Por determinadas razones, en las que también interviene en diverso grado el azar, nos ha sido transmitida la historia de la democracia ateniense, en gran pare gracias al propio Tucídides. Sin embargo, Tucídides mismo nos cuenta que en Argos también había democracia, pero apenas sabemos nada de ella ni de sus protagonistas. Ningún Tucídides argivo nos ha trasmitido la historia de la democracia en Argos, ni los discursos y disputas de sus ciudadanos, aunque no cabe duda de que tales cosas existieron, y tal vez incluso han sido contadas, pero el testimonio se ha perdido.
Con lo anterior quiero decir que al confundir la historia, con minúsculas, con la Historia o la historiografía, caemos en el error frecuentísimo de aquellos que confunden, en el terreno lingüístico, un sonido con su expresión, dando primacía, como decía Saussure, a la lengua sobre el habla. Afirmamos entonces, deslumbrados por la luz cegadora de Atenas, que no ha habido democracia mejor en la Antigüedad. Pero tal vez nos equivocamos.
Considerando las breves referencias de Tucídides acerca de la democracia en Argos, me atrevo a pensar que podría ser mejor que la ateniense, al no tratarse de un imperio. Pero esta injusticia del silencio es casi el destino inevitable de los pobres, ya sean personas o ciudades. Como decía un griego, no recuerdo quien, “desafortunado quien nace en una ciudad modesta”, o algo parecido. Si Atenas se hubiese limitado a desarrollar su democracia puertas adentro, sin extender su imperio sobre los mares, podría haber sido mejor o peor, pero casi sin duda habría sido menos conocida, y tal vez nunca habría servido de ejemplo para que la democracia moderna fuera posible.
La injusticia del silencio es el destino de los pobres, ya sean personas o ciudades Share on X Como no tengo suficientes conocimientos de historia, no puedo afirmar nada, pero lo poco que sé de filosofía me permite concluir, por ejemplo, que la idea de un declinar filosófico postaristotélico, que repite, como tantos otros, Finley, está muy lejos de la verdad. Por citar un sólo ejemplo: ha habido que esperar hasta el segundo cuarto del siglo XX para que la lógica estoica, tan despreciada a lo largo de la historia, fuese considerada por Lukasiewicz y sus sucesores como el precedente de nociones que sólo se alcanzaron hacia 1900 por Hilbert y Frege.
A pesar de ejemplos como el anterior, que se podrían multiplicar, sigue repitiéndose el tópico inservible de que los presocráticos representan la niñez de la filosofía, los sofistas la adolescencia alocada, Sócrates y Platón la primera madurez o plenitud; Aristóteles la segunda madurez y los postaristotelicos (cínicos, estoicos, epicúreos, megáricos, cirenaicos y escépticos) la vejez y la senilidad. Casualmente, resulta que a quienes más se aprecia es aquellos de quienes se conserva un corpus considerable, como ya te comenté en una charla reciente.
En lo que se refiere al Imperio ateniense, se podría mencionar un rayo de esperanza: Karl Popper opina que no era tan malo como ha sido recordado. Más adelante trataré esta cuestión, pero ya advierto desde aquí que la defensa del imperio ateniense por Popper se basa precisamente en considerar que Tucídides es el principal responsable de su mala fama, acentuando, por tanto, sus rasgos reaccionarios [los de Tucídides].
Tucídides y la democracia /7
NOTA en 2016
Advertencia en 2016: el anterior es un excurso personal con el que interrumpí mi investigación acerca de Tucídides, para exponer a mi amigo Marcos algunas ideas personales acerca de la democracia. Está redactado en un tono propio de un intercambio entre amigos, que he preferido dejar tal cual, resistiendo al tentación de adaptarlo de manera conveniente a un medio público e impersonal. O de matizar en extenso en qué han cambiado y en qué no mis opiniones desde entonces. Para intentar rellenar mis lagunas de entonces (y de ahora), voy a leer un libro que parece muy interesante acerca del tema: Democracy beyond Athens.
Tucídides y la democracia
Aunque antes de iniciar la investigación tenía argumentos bastante claros para sostener mi punto de vista, lo cierto es que me movió bastante el deseo de defender a Heródoto, que siempre sale muy perjudicado en la comparación con Tucídides.
Lo que pretendo discutir no es el carácter científico de Heródoto o Tucídides sino sus respectivas ideologías, entendidas en un sentido plenamente político: sus ideas políticas.
Todo este trabajo resulta bastante caótico y precipitado, así que, aunque soy partidario de que cada uno lea las cosas como le dé la gana, me gustaría que esto lo leyeses todo seguido, pues es posible que algunas partes no sean comprensibles sin haber leído las anteriores.
Tucídides nació hacia el año -460. Por familia estaba emparentado con los círculos conservadores de Atenas. Se relacionó con Anaxágoras y con el sofista, o con el orador, Antifonte, aunque, como se verá más adelante, hay dudas acerca de la identidad de este Antifonte. En -424 fue elegido como uno de los diez estrategos y…