
Tucídides y la democracia 34
Aunque algunos autores han acusado a Tucídides de vocero del imperialismo ateniense, su actitud en este tema parece algo ambivalente y ambigua, hasta el punto de que otros autores, como Popper, le han acusado de todo lo contrario, de pintar con los más oscuros tintes el imperio ateniense.
Es cierto que Tucídides dice una y otra vez que Esparta era más popular que Atenas, y que muchos deseaban librarse del yugo ateniense:
“Dijimos más arriba que el propio Tucídides era un antidemócrata. De esto no quedan dudas después de considerar su descripción del imperio ateniense y del odio que contra él guardaban los diversos Estados griegos” 1popper, 17).
Roussel, aunque al principio admite que “esa Atenas próspera y brillante era más bien impopular en el resto del mundo griego, hasta el punto de que Heródoto debió excusarse de alguna manera por elogiarla” 2(81), más adelante admite que “hay razones para creer que la dominación de los atenienses en el -430 no era en todo el mundo griego tan impopular como Tucídides nos dice” 3 (99s).
En opinión de Popper, cuando Tucídides dice que Esparta era “popular», esta popularidad no se refiere a los pueblos de Grecia, sino a los oligarcas:
“Hasta Meyer admite que ‘las masas de mentalidad democrática esperaban, en muchas partes de Grecia, la victoria de Atenas’ 4 (177).”
Concluye Popper que:
“La narración de Tucídides contiene múltiples ejemplos que demuestran la popularidad de Atenas entre los demócratas y los oprimidos. Pero, ¿a quién le importa la opinión de las masas incultas? Si Tucídides y los ‘cultos’ aseveran que Atenas era tirana, entonces tenía que serlo 5 (177).”
Por su parte, Forrest, que justifica punto por punto el imperialismo ateniense, dice que si la dominación ateniense fue tan dura e impopular como le parecía a un historiador tan deliberadamente ‘objetivo’ como Tucídides, asombraría que fueran tan pocos los ‘súbditos’ de Atenas que estaban deseosos de cambiarla por la ‘libertad’ espartana 6(39)” .
Yo no tengo certeza (aunque seguiré tratando este tema en lo que sigue) de si el imperio ateniense era o no tan impopular, pero el argumento de Forrest no es del todo convincente: primero, porque se rebelaron bastantes ‘súbditos’; segundo, porque muchos de esos súbditos, dada su situación geográfica, no podrían, salvo una o dos excepciones, oponerse al poder naval ateniense, ni estar seguros de recibir suficiente ayuda de Esparta, dada su inferioridad naval (esto se ve claramente cuando Atenas ataca la isla de Melos).
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