Goethe y los problemas de la filosofía
De las opiniones de Goethe acerca de la filosofía, se puede extraer fácilmente la opinión de que veía en ella más aspectos malos que buenos. Este juicio no es, en mi opinión, apresurado, sino bastante correcto. Son varias las razones que justifican el poco interés, y en ocasiones la aversión, de Goethe hacia la filosofía y los filósofos: por un lado, la competencia, como arma ideológica y formativa, entre el teatro y la poesía por un lado, y la filosofía, por otro; el lenguaje de los filósofos; el dogmatismo e intolerancia de los sistemas filosóficos y lo artificial de su naturaleza. Trataré estos temas en apartados separados.
Dificultad de la filosofía
Cuando empezó a leer textos de filosofía, Goethe se dio cuenta de que era “refractario a toda exposición dogmática [1]”, y aunque elogia a Sócrates por su modestia, considera que “ni la sagacidad de Aristóteles ni la exuberancia de Platón producían en mí el menor fruto”. Sí le interesaron, sin embargo, los estoicos, y especialmente Epícteto [2], sin duda por el sentido práctico y ético de su filosofía, común a casi toda la filosofía romana, más cercana a la vida concreta que las especulaciones cosmológicas y físicas de los griegos. Llegado a la universidad, Goethe siguió sus cursos con “mucha constancia, pero “por más que hacía, la filosofía nada me enseñaba; la lógica, sobre todo, me pareció la más extraña de las ciencias, no acertaba a comprender por qué se necesitaba aquilatar y amordazar las manifestaciones del espíritu para aprender a conocer su verdadera explicación [3].”
En cualquier caso, Goethe admite una y otra vez su incapacidad para entender a los filósofos, cargando cortésmente sobre sí mismo las culpas: “la filosofía se negaba en redondo a dispensarme sus luces [4]”.
Cuando los filósofos kantianos e idealistas comenzaron a hacerse notar en Alemania, Goethe ya era un autor famoso y dirigía la cultura alemana, protegiendo y alentando también a los filósofos, aun cuando por esa época Goethe “contemplaba la marea creciente de la filosofía con cierta mirada perpleja [5].”
Ya se ha visto en los apartados dedicados a Hegel, Fichte y Schelling, pero también en el correspondiente a Kant, las dificultades que Goethe tenía para penetrar en profundidad en sus sistemas filosóficos. Opinaba que
“al estilo de los alemanes le perjudica la especulación filosófica, que lo vuelve incomprensible, complicado y presuntuoso. Cuanto más cerca están de ciertas escuelas filosóficas, tanto peor escriben”[6].
Sus repetidos fracasos al encararse con textos de filosofía pura le llevaron a afirmar en un pasaje famoso que carecía “de un órgano propio para la filosofía”. Carencia que cualquiera puede descubrir en sí mismo después de haber leído a unos cuantos filósofos idealistas alemanes.
Sin embargo, Goethe, justifica en su retrato de Winckelmann la dificultad de los textos filosóficos:
“En todo tiempo se han atraído los filósofos la inquina, no solo de sus afines en ciencia, sino también de los hombres mundanos, y puede que más por su posición que por su propia culpa. Pues como la filosofía, por su propia naturaleza, se encara con lo más general, con lo más alto, por fuerza ha de mirar y tratar las cosas como en ella emprendidas y a ella subordinadas.”
Sucede que “la filosofía, para ser general tiene que servirse de palabras propias, de combinaciones extrañas y raros preámbulos”, lo que provoca que se atraiga “el desdén de quienes no pueden atinar con la clave que les permitiría comprenderla [7].” Sin embargo, añade Goethe:
“Si, por el contrario, quisiéramos culpar a la filosofía de no saber ella misma atinar de modo seguro con la transición hacia la vida y de cometer las mayores pifias allí donde pretende convertir su convicción en acto y obra…, no faltarían ejemplos variados” [8].
Joaquín Xirau dice que a Goethe, “la filosofía (cuando la filosofía pretende hacer distinciones) le desagrada y le parece incluso nociva, porque toda interpretación filosófica mutila el universo y lo empequeñece”; para Goethe “no hay otro universo que el personalmente vivido [9].
Ya hemos visto, al hablar de Fichte y Weisshauss, la opinión de Goethe de que para dos filósofos diferir en el más pequeño detalle significa diferir en todo. Él, por su parte, como señala en una carta a De Muller, opina que “aunque no haya filosofías eclécticas, sí puede haber filósofos eclécticos”, y da la impresión de que se considera a sí mismo uno de ellos.
[1]Poesía y Verdad (Obras Completas, 1583).
[2] o.c,1583.
[3] Poesía y Verdad.
[4]Poesía y Verdad (Obras Completas,1598).
[5]Reyes, 130.
[6] Conversaciones con Eckermann.
[7] Obras completas, 2049
[8] Obras completas, 2049
[9] Obras completas, 157.