Las limitaciones de los filósofos alemanes
Goethe relaciona la filosofía de un filósofo con su carácter personal y opina que un “temperamento severo, como el de Kant, reclamaba una filosofía en armonía con sus tendencias innatas [1]”.
Respecto a los filósofos alemanes, dice a Eckerman:
“Mentiría si le dijera a usted que me agrada el aspecto de los jóvenes eruditos alemanes, particularmente los de cierta parte del norte de Alemania… y cuando entablo conversación con ellos, advierto enseguida que lo que a nosotros nos agrada, a ellos les parece trivial y baladí; que están por completo abismados en las ideas y no se interesan más que por altos problemas especulativos. No hay en ellos sombra de visión de las cosas ni de sensual alegría…”
Poco después añade:
“Si los alemanes tuvieran, como los ingleses, menos filosofía y más actividad, menos teoría y más práctica, nos podríamos dar por bastante salvados”.
Y añade:
“El Estado está educando a sus futuros servidores exigiéndoles tantos conocimientos eruditos que se les aniquila prematuramente cuerpo y espíritu a los muchachos. Luego que llegan a la práctica, eso sí, poseen un enorme caudal de saber filosófico y erudito, que en el reducido círculo de su profesión no encuentra aplicación alguna y, por tanto, lo deben olvidar como superfluo. Y en cambio han perdido lo que más falta les haría entonces: energía espiritual y física, imprescindible para conducirse como procede en la vida práctica”.
Por último, Goethe concluye con rotundidad:
“Esperemos a ver si de aquí a un siglo hemos dejado los alemanes de ser sabios y filósofos abstractos y llegado, por fin, a ser hombres”.
[1] Contado por J.D.Falk en Goethe d’âpres ses contemporaines, 163.