¿Un debate estéril acerca del significado?

Cómo medir el significado

Como ya hemos visto, la teoría operacionalista del significado es muy difícil de aplicar a propósitos científicos; al menos, si aceptamos, con Aristóteles, que no existe ciencia de lo particular.

En cuanto a las teorías referenciales, muchas de ellas han sido sometidas a críticas diversas.

Los estructuralistas americanos las rechazan por su supuesto mentalismo, ya que postulan estados mentales previos en el hablante y posteriores en el oyente: el hablante quiere trasmitir un significado y el oyente quiere entender el significado del mensaje.

Por su parte, tampoco los estructuralistas y positivistas parecen ofrecer resultados comparables a los de la física en el terreno lingüístico, quizá porque para ello antes deberíamos alcanzar la omnisciencia; y quizá también porque, además, la física actual se ha alejado de los presupuestos deterministas. Todo esto ha hecho pensar a muchos autores, como veremos enseguida, que el significado es un concepto acientífico que debemos descartar en nuestras investigaciones.

Sin embargo, ha habido varios intentos de medir el significado, lo que eliminaría su carácter extracientífico o acientífico. Ullman (1976) explica el método de Osgood, Suci y Tannenbaum para medir el significado.

Comentario en 2023:
Supongo que aquí me refería al diferencial semántico de Osgood, que entonces debía conocer bastante bien pero que ahora casi he olvidado. Se trata de una manera de medir las connotaciones de una palabra. Para ello se ofrece a los participantes dos conceptos bipolares, como pequeño y grande y se les pide que los numeren en una escala.
“En campos como el marketing, la psicología, la sociología y los sistemas de información, el SD o Diferencial Semántico se utiliza para medir la percepción subjetiva y las reacciones afectivas a conceptos más específicos como la comunicación de marketing, candidatos políticos, bebidas alcohólicas , y sitios web”. (Wikipedia)

Diferencial Semántico aplicado al kanji japones “Kamikaze” (viento divino)

Parece que la CIA usó las conclusiones de un estudio de palabras con el diferencial semántico para la guerra sucia contra el gobierno de Allende, buscando las palabras que más connotaciones negativas suscitaban y asociándolas a Allende en medios como El Mercurio.
Es un asunto verdaderamente interesante, para tratar en otra ocasión.

Más recientemente, leí en Le Monde (he perdido el ejemplar) una propuesta similar, la semiometría.

La semiometría sitúa en un mapa semántico-sintáctico palabras de uso cotidiano. De este modo se obtienen interesantes conclusiones acerca de la carga emotiva cambiante de tales palabras en función de la ideología (entendida  en  su  sentido  más  amplio)  del  usuario  del lenguaje.

En cuanto a la semiometría que encontré en el diario Le Monde, pero que perdí, tal vez la inteligencia artificial o al menos las bases de datos digitales, me permita encontrarlo en internet. Veamos….

Ha sido sencillísimo encontrar el artículo de Le Monde, que entonces perdí y que ahora está al alcance de teclear unas palabras en Google. Resulta curioso que 30 años después resulte más fácil conseguirlo que casi en el momento de su publicación.

En el artículo comienzan preguntándose qué distingue a los votantes de derechas y de izquierdas y concluyen que una de las diferencias es el diferente valor emocional que dan a ciertas palabras, “sus afinidades semánticas”. Esa es la idea que aplicaron Emeric Deutsch y Jean-François Steiner en SOFRES, la empresa de medición de audiencias, para elaborar el nuevo método de segmentación llamado semiometría.

Partiendo de la idea de que las palabras tienen una vida autónoma, que son afectivamente “investidas” por los individuos, la semiometria propone medir esta investidura y deducir su posición en un “espacio de sentido” concretamente representable.

“La hipótesis, validada por la experiencia _ es que la dimensión “afectiva” del significado resume las otras dos dimensiones de la palabra, la cognitiva (la de la razón, las ideas, el “sentido común”) y la direccional (orientación en el tiempo y en el espacio). . Por ejemplo, la palabra lucha se acerca a las palabras ataque, celos, guerra, y la palabra sueño a flor, caricia, ternura…” (leer el artículo -con suscripción- aquí: Le Monde)

Asimismo, la teoría ya mencionada de Trier de los campos semánticos busca establecer relaciones de dependencia semántica entre unas palabras y otras:

«La evolución de sentido de una palabra arrastra consigo la evolución de las otras” (Adrados, 1975), y Adrados entiende que el sentido de una palabra «solamente es definible por oposición al de las demás que forman sistema con ella».

El intento de la onomasiología de invertir la flecha nombre-sentido también puede considerarse hasta cierto punto un intento de medición del campo semántico. Todos estos intentos, a pesar de su interés, no parecen, por el momento escapar a la crítica de Ullman: no miden el significado, sino sólo parte de él, la connotación emotiva de las palabras.

Comentario en 2023
Después de muchos años alejado del contacto diario y constante con la filosofía, a veces cuesta recuperar el tono y entender las ideas que expresé de manera elegante sin duda, pero tal vez un poco críptica para quien no viva sumergido en ese mundo de entes mentales y conceptos para especialistas. Ahora soy más tonto que entonces en algunas cuestiones, aunque espero ser más listo en otras, y hay ciertas ideas que no capto en toda su riqueza. Por ejemplo, cuando digo:
«Tampoco los estructuralistas y positivistas parecen ofrecer resultados comparables a los de la física en el terreno lingüístico, quiza porque para ello antes deberíamos alcanzar la omnisciencia».
No estoy muy seguro de si lo entiendo, de si me entiendo. Supongo que me refiero a que para ofrecer resultados científicos en lingüística deberíamos ser capaces de conocer todos los usos posible de una palabra o concepto y todos los contextos en los que se puede emplear. Si así sucediera, es decir, si pudiéramos examinar el lenguaje y todos sus usos sin que se nos escapase ningún caso posible, entonces podríamos hacer deducciones y establecer leyes fiables. Como tal conocimiento parece imposible, y como además podemos sospechar que no existe tal sistema cerrado, sino que las combinaciones son infinitas, la teoría del significado no puede establecer conclusiones definitivas.
En cualquier caso, hay que tener en cuenta, que aquí se está hablando de significado desde un punto de vista altamente filosófico, en un terreno en el que se mezclan la epistemología (cómo conocemos las cosas), con la metafísica y la ontología (cómo son las cosas), con el lenguaje y con la lógica (las reglas de validez de una proposición).
De una manera más ligera, aplicando el consejo pirrónico de seguir las apariencias en la vida cotidiana, es obvio que podemos definir el significado de maneras más o menos útiles, como cuando alguien nos dice: «Por favor, dame una manzana y dos plátanos» y entendemos que el significado de «manzana» es esa cosa de color verde del frutero y el de «plátano» esa cosa de color amarillo; y que «dos» es el doble de «uno», así que daremos a nuestra querida amiga una de esas cosas verdes y dos de esas cosas amarillas. Digamos que esta sería una aplicación sencilla del significado entendido de manera referencial.

Del mismo modo, si nuestra amiga nos dice: «Dame eso», también podemos entender, en la situación particular en la que ella y nosotros nos encontramos, que nos está pidiendo el zapato que señala, aunque cualquier persona que no esté allí con nosotros será incapaz de entender cuál es el significado de «esto». La anterior sería una aplicación sencilla del concepto de significado según la teoría operacionalista.
Pero, claro, estamos buscando algo más. Algo que según John Searle y otros autores nos distingue de las máquinas y de la inteligencia artificial.

Todos estos intentos de medir el significado me han recordado la filofísica que Tonino me atribuyó en una legendaria presentación en Valencia de mi libro Recuerdos de la era analógica. Puedes ver la presentación aquí: Mi vida contada por Tonino: la filofísica.

Selecciono un párrafo interesante de este nuevo intento de un lenguaje universal y científico que habría que añadir a la characteristica universalis de Leibniz, o al lenguaje universal de JOhn Wilkins que tanto interesó a Borges; o, en el terreno de la lógica matemática, el intento de Russell y Whitehead con sus Principia. O incluso a la memética o teoría de los memes (no confundir con los célebres “memes” de internet) sugerida por Richard Dawkins en El gen egoísta, y acerca de la que escribí un breve ensayo hace unos años, que recuperaré en Diletante cuando termine este.

“Sabemos, los pocos que hemos podido acercarnos a él, que Daniel Tubau nace en el seno de una familia de origen protestante, una corriente religiosa-política y social que al parecer le acostumbró a poner en duda todos los conceptos dados per se entre otras austeras costumbres que forjan su primera personalidad. Empezó a leer y a escribir a los cuatro años y empezó como bilingüe ya que en su casa se hablaba francés y español.
Sus estudios los inicia en un colegio de Suiza, una realschule, la Stiftung Jugendheim Sternen, porque su padre, reconocido científico por sus teorías sobre la «filofísica» o la física de las palabras, una compleja teoría que evalúa los significantes en base a los conceptos físicos clásicos de volumen y peso específico y que fue capaz de crear una tabla periódica de palabras según la composición atómica de sus raíces y letras en diversos idiomas», y porque su madre, soprano de la Real Filarmónica de París, una mujer que influida por la obra de su marido pretendió sin éxito aplicar esta teoría del peso de las palabras a la obra de Mozart (es decir, aplicando un determinado y exacto volumen métrico de aire pulmonar en el canto determinado por el peso específico de cada palabra) sus padres, decía, no podían ocuparse de su formación en tanto en cuanto estaban entregados a estas tareas”. (Antonio Guitián “Tonino”)

En cuanto a la teoría de Trier de los campos semánticos, también años después empleé esa expresión para referirme a un método que aprendí con el guionista y humorista Ignacio Salas cuando trabajé con él en el programa Plis Plas, dirigido por José Luis Troyano. Es un método creativo sencillo pero efectivo, que consiste en que cuando tienes que hacer un sketch, empiezas a escribir todas las palabras que se te van ocurriendo, sin pensar demasiado y dejándote llevar por el flujo de conciencia. Conté el método en mi libro de creatividad La musa en el laboratorio.

Ignacio no lo llamaba campos semánticos, ni siquiera sé si le daba un nombre, pero sí recuerdo que nos invitaba a todos a participar, porque, decía: “Dos cabezas piensan más que una, tres mejor que dos, etcétera”, algo que deja de ser verdad a partir de cierto número de cabezas.

¿UN  DEBATE  ESTÉRIL?

Hasta ahora, hemos visto los graves problemas que plantea la distinción semántica/sintaxis.

Muchos autores son perfectamente conscientes de estas dificultades. Así, Chomsky dice: «El término ‘significado’ tiende a ser utilizado como un término misceláneo que incluya todos los aspectos del lenguaje acerca de los cuales sabemos muy poco» (citado por Kats, 1972, la cursiva es mía). Quine va incluso más lejos: «A falta de una explicación satisfactoria de la noción de significado, los lingüistas del campo semántico se encuentran en la situación de quien no sabe de qué está hablando». Sin embargo, Quine considera que esta no es una situación insostenible: «los antiguos astrónomos conocían los movimientos de los planetas bastante bien, sin saber que suerte de cosas eran los planetas (citado por Katz, 1972).

Ullman (1976) concluye: «para algunos tratadistas, el término significado se ha vuelto inutilizable para los propósitos científicos».” Tendremos que recordar todos estos resultados negativos en torno al concepto de significado cuando se discuta la argumentación de Searle más adelante.

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