Elogio de Cicerón y crítica del academicismo actual

De manera parecida a lo que sucedía con aquellos ateos a los que en su lecho de muerte acercaban a un cura para intentar convertirlos al cristianismo en su agonía, aprovechando su debilidad física y mental, sucede con muchos escépticos: los historiadores y biógrafos pretenden convertirlos post mortem a algún tipo de dogmatismo. Ya se sabe que en cuestiones de filosofía los pensadores más dóciles son los muertos. Biógrafos como Pierre Grimal en su monumental Cicerón se refieren una y otra vez al pensamiento de Cicerón como una combinación de aristotelismo y platonismo, como cercano a la Academia de Platón, pero nunca dicen que esa cercanía era a la Academia escéptica, la de Carnéades y Arcesilao, filósofos admirados por Cicerón, en especial Carnéades, al que Grimal apenas cita dos veces, sin mencionar nunca esa admiración que Cicerón sentía por él (a Arcesilao ni siquiera lo menciona).

Me alegró mucho descubrir en la presentación que Carlos García Gual hizo de Sabios ignorantes y felices, que a Carlos le hubieran gustado especialmente las páginas que dediqué a Cicerón. Puedes ver o leer a continuación lo que dijo.

Por supuesto, también me gustó que Carlos elogiara el estilo no académico de mi escritura. Es algo de lo que hemos hablado en varias ocasiones: ese terrible estilo de los académicos, que resulta fatigoso de leer, antipático incluso para los especialistas, a los que siempre se dirigen y a los que, se supone, pretenden impresionar para obtener su validación. Ya he contado en diversas ocasiones que suelo tener en mente a otro tipo de lector cuando escribo un libro: un muchacho o una muchacha adolescente que se asombra y busca y devora con placer todo lo que lee. Es obvio que yo fui ese lector y que quiero que otros disfruten como disfruté yo (y sigo disfrutando, creo) en aquellas lecturas. Eso no significa perder el rigor, y creo que la investigación que hice para mi libro ha sido más intensa que la de muchos especialistas, entre otras cosas porque he intentado dialogar con los filósofos, entenderlos, y no cubrirlos con vana, sino con enriquecedora erudición. No debemos olvidar, por otra parte, que el fundador de la primera Academia de Grecia, Platón, no escribía de esta académica y seca manera tan frecuente hoy en día.

En cuanto a Cicerón, durante la presentación comenté lo que había dicho Carlos. Puedes escucharlo o leerlo a continuación.

TRANSCRIPCIÓN

En cuanto a los libros que se conservan y que se han perdido de las Cuestiones académicas, lo explico a continuación.

Las tres versiones de las Cuestiones académicas

Cicerón compuso tres versiones de las Cuestiones Académicas. Todas en el año 45 a.e.

  • Primera versión de las Cuestiones Académicas: constaba de dos libros, el Catulo y el Lúculo. Intervienen Catulo, Lúculo y Hortensio. Se conserva el Lúculo.
  • Segunda versión de las Cuestiones Académicas. Dos libros. Intervienen Catón y Bruto. No se conserva nada.
  • Tercera versión de las Cuestiones académicas. Cuatro libros. Intervienen Varrón, Cicerón y Ático. Pero parece que la presencia del epicúreo Ático es secundaria. Se conserva, aunque incompleto, el libro primero.
    • En el segundo libro de esta tercera versión Cicerón defendía las ideas de Carnéades.
    • En el tercer libro, Varrón refutaba el segundo libro, siguiendo las ideas de Antíoco de Ascalón, director de la Academia, pero al que se acusaba de haber traicionado el escepticismo para adoptar un dogmatismo en el que se mezclaban ideas de Platón, Aristóteles y los estoicos.
    • En el cuarto libro, Cicerón defendía de nuevo las ideas de Carnéades y lo defendía de los ataques de Antíoco.

Los libros que me gustaría poder leer son el segundo y el cuarto de la tercera versión, perdidos ambos.

Libros, páginas y materiales escépticos

Libros acerca del escepticismo, bibliografías, artículos, páginas web y enlaces interesantes.
Carnéades y la alegría del incienso escéptico
«Los incensarios, aunque estén vacíos, guardan por mucho tiempo su aroma»
Pirrón de Elis y la indiferencia ante la muerte
Pirrón afirmaba que no había diferencia entre la vida y la muerte. Y cuando alguien le preguntó: «¿Por qué, entonces, no te mueres?». Respondió: «Porque no hay diferencia». En esta cita conservada por Estobeo se expresa la célebre indiferencia (adiaphora) de Pirrón ante todas las cosas. Algunos estudiosos sugieren que esta doctrina o manera de comportarse en la vida la aprendió del sabio indio Calano, al que conoció durante sus viajes con Alejandro Magno. Christopher Beckwith afirma que Pirrón tradujo al griego tres conceptos básicos del budismo, las marcas de existencia, y que  la adiaphora o indiferencia sería la adaptación de la idea de anatta, la impermanencia de todas las cosas. La idea es sugerente, pues se sabe que Pirrón y los filósofos que acompañaron a Alejandro Magno conocieron en la India a unos filósofos desnudos (gimnosofistas), y que uno de ellos, Calano, abandonó a los suyos y se fue con las tropas de Alejandro.  Sin embargo, no hay certeza de que la indiferencia que se atribuía a Pirrón no procediera de su maestro griego Anaxarco, que lo acompañó en esos viajes y que pudo demostrar su extraordinaria indiferencia precisamente en la hora de su muerte (ver Anaxarco). Pirrón, que al parecer convivió y discutió durante años con filósofos de todas las tendencias imaginables, desde los cínicos, como Onesícrito, a los democriteos, como su maestro Anaxarco, o aristotélicos, como Calístenes, y probablemente persas e indios, al regresar a su patria de Elis parece que ya había descubierto que buscar obsesivamente la verdad y perseguir una respuesta indiscutible a los dilemas de la vida puede traer más tristeza que alegría, puesto que es casi seguro que no llegaremos a encontrar las respuestas definitivas, a no ser que nos engañemos a nosotros mismos o que adoptemos un dogmatismo caprichoso. Así que Pirrón llegó a la conclusión de que era más fácil alcanzar la felicidad si aceptamos vivir en la ignorancia. Desde entonces vivió feliz en Elis, conviviendo con su hermana, ocupándose él mismo de las tareas caseras, de lavar a los cerdos y de llevar a las aves al mercado. De vez en cuando desaparecía en los bosques, sin dejar de hablar consigo mismo, pues esa era su manera de educarse. Así explicaba otro gran escéptico, Enesidemo, por qué Pirrón era un sabio ignorante y feliz: «Quienes filosofan siguiendo una perspectiva filosófica diferente se desgastan en vano y se consumen en continuos tormentos. El que filosofa siguiendo a Pirrón, por el contrarío, es feliz en todos los demás aspectos y es sabio al saber ante todo que nada es aprehendido por él firmemente; e, incluso en lo que respecta a las cosas que podría llegar a saber, es tan valiente que no se atreve a asentir a su  afirmación más que a su negación». La cita de Enesidemo se encuentra en la Biblioteca (Myriobiblon) de Focio
Los grandes estrategas chinos también eran escépticos
Entre el año 700 y el 300 antes de nuestra era, en uno y otro extremo del mundo, en Grecia y en China, aparecieron un mismo tipo de pensadores, que cuestionaron las supersticiones y buscaron respuestas racionales a los problemas del ser humano y la sociedad.

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