Elogio de Cicerón y crítica del academicismo actual
De manera parecida a lo que sucedía con aquellos ateos a los que en su lecho de muerte acercaban a un cura para intentar convertirlos al cristianismo en su agonía, aprovechando su debilidad física y mental, sucede con muchos escépticos: los historiadores y biógrafos pretenden convertirlos post mortem a algún tipo de dogmatismo. Ya se sabe que en cuestiones de filosofía los pensadores más dóciles son los muertos. Biógrafos como Pierre Grimal en su monumental Cicerón se refieren una y otra vez al pensamiento de Cicerón como una combinación de aristotelismo y platonismo, como cercano a la Academia de Platón, pero nunca dicen que esa cercanía era a la Academia escéptica, la de Carnéades y Arcesilao, filósofos admirados por Cicerón, en especial Carnéades, al que Grimal apenas cita dos veces, sin mencionar nunca esa admiración que Cicerón sentía por él (a Arcesilao ni siquiera lo menciona).
Me alegró mucho descubrir en la presentación que Carlos García Gual hizo de Sabios ignorantes y felices, que a Carlos le hubieran gustado especialmente las páginas que dediqué a Cicerón. Puedes ver o leer a continuación lo que dijo.
TRANSCRIPCIÓN
CARLOS GARCÍA GUAL: “Este es otro libro de Daniel, un libro como los suyos, amplio, de estilo muy claro y que toca un tema, en este caso, un tema difícil y realmente de los menos tratados dentro de lo que son los temas de la filosofía antigua. Daniel ofrece un panorama amplio, que va desde esos comienzos de los presocráticos, y siempre con muy buena lectura de textos. Daniel sabe analizar bien y hacer sugerencias sobre uno y otro texto. Escribe en un estilo claro como los demás libros de Daniel.
Daniel es sobre todo muy buen lector, ha sido muy buen lector. Y cuenta las cosas siempre con ese estilo que a veces uno echa de menos, por ejemplo, en los académicos, los filósofos académicos, tienen a veces un estilo envarado, serio. Daniel no.
Daniel ya saben ustedes que no pertenece a ese gremio, pertenece al gremio de los guionistas y del mundo del espectáculo, donde gusta presentar las cosas con una cierta claridad y no dar fórmulas fijas al final, sino dejar al lector que comparta sus ideas.
Este libro tiene detrás muchísimas lecturas. A mí me ha sorprendido, por ejemplo, lo ágil que es al tratar ciertos autores, por ejemplo, de Cicerón. Cicerón tiene mala fama entre los filósofos. Piensan que es muy retórico, y tiene mejor fama Séneca. Y sin embargo, Cicerón es mucho más importante para la filosofía que Séneca. Cicerón recoge, en gran parte, ideas que son las de los estoicos medios, los más interesantes, de autores que se han perdido, Panecio y Posidonio, pero tiene una manera de exponer las cosas que no es dogmática. Eso le hace poco cómodo para los profesores de filosofía que van a las fórmulas. Están muy bien, las tres o cuatro páginas que hay sobre Cicerón, sobre los escritos menos conocidos de Cicerón, son excelentes e invitan a esa lectura.
Yo creo que una de las ventajas de este libro frente a otros libros de filosofía es que es un libro de caminos abiertos, de sugerencias, de cosas, que también enlazan muy bien con este tema de los escépticos, de que no hay soluciones rígidas en el fondo. Que podemos dudar, podemos dudar de todo”.
Por supuesto, también me gustó que Carlos elogiara el estilo no académico de mi escritura. Es algo de lo que hemos hablado en varias ocasiones: ese terrible estilo de los académicos, que resulta fatigoso de leer, antipático incluso para los especialistas, a los que siempre se dirigen y a los que, se supone, pretenden impresionar para obtener su validación. Ya he contado en diversas ocasiones que suelo tener en mente a otro tipo de lector cuando escribo un libro: un muchacho o una muchacha adolescente que se asombra y busca y devora con placer todo lo que lee. Es obvio que yo fui ese lector y que quiero que otros disfruten como disfruté yo (y sigo disfrutando, creo) en aquellas lecturas. Eso no significa perder el rigor, y creo que la investigación que hice para mi libro ha sido más intensa que la de muchos especialistas, entre otras cosas porque he intentado dialogar con los filósofos, entenderlos, y no cubrirlos con vana, sino con enriquecedora erudición. No debemos olvidar, por otra parte, que el fundador de la primera Academia de Grecia, Platón, no escribía de esta académica y seca manera tan frecuente hoy en día.
En cuanto a Cicerón, durante la presentación comenté lo que había dicho Carlos. Puedes escucharlo o leerlo a continuación.
TRANSCRIPCIÓN
DANIEL TUBAU: “Lo que has comentado de Cicerón: para mí fue un descubrimiento durante la investigación porque yo tenía una idea incluso casi negativa acerca de Cicerón. Porque hay esa idea, que se ha extendido mucho, de que como filósofo no tiene altura filosófica, que solamente va por la superficie y que no sabe profundizar.
Me sorprendió mucho, al investigar a Cicerón y al leer sus libros, sobre todas las Cuestiones académicas, que él mismo se declara escéptico. Dice que es de la academia de Platón, y que al que más admira es a uno que se llama Carnéades, que se supone que ha sido el escéptico más importante de la Academia. Y el segundo al que más admira es Arcesilao, que es el que introdujo el escepticismo en la academia de Platón.
Esto es un poco sorprendente porque dices: “Pero Platón, la Academia, ¿esto no es una cosa muy dogmática? El mundo de las ideas, todo este tipo de ideas que se atribuyen a Platón, con justicia, claro. Pero resulta que el sexto director de la Academia, Arcesilao, introdujo el escepticismo en la Academia siguiendo, según él pensaba, a Sócrates y a Platón, porque recordad lo que decía Sócrates: “Solo sé que no sé nada”, una declaración más escéptica que esa es difícil que encuentres.
Sabéis que esto es porque el Oráculo de Delfos había dicho que Sócrates era el hombre más sabio. Y Sócrates dijo: “¿Cómo que yo soy el más sabio si no sé nada?” Pero entonces pensó: “Claro, yo sé que no sé nada, pero los otros creen que saben. Entonces, yo soy un poquito más sabio que ellos.”
Y Arcesilao, que fue el sexto director de la Academia, añadió: “Y ni siquiera estoy seguro de eso”. Ni siquiera estoy muy seguro de que no sé nada. Por lo cual es un verdadero escéptico, ¿no? Porque el otro sabe que sabe algo: que no sabe nada.
Y bueno, fue una gran sorpresa descubrir todo este aspecto escéptico de Cicerón. Me llevé una gran alegría, pero me llevé una gran tristeza porque no se conserva el libro tercero o cuarto de las Cuestiones académicas, que estaba dedicado a Carnéades y donde por primera vez Cicerón, según cuenta en otros textos, tenía la intención de ponerse a sí mismo como interlocutor.
Él siempre ponía amigos suyos como interlocutores y además mantenía negociaciones con ellos. En las Cartas dice: “Oye, que te voy a poner, a Varrón o a quien fuera, que te voy a poner como interlocutor… ponme tú en lo tuyo”. Estaban ahí intercambiándose pasajes a la historia, podríamos decir, a la inmortalidad. Y él propio Cicerón en este caso iba a defender la postura escéptica de la academia el papel de Carnéades. Por primera vez adoptaba el papel defensor de una filosofía Cicerón. Ese libro se ha perdido. Lamentablemente se ha perdido.
Sabéis que es terrible el final de Cicerón. Después de estar ya casi en el triunfo absoluto, justo cuando escribió las Cuestiones Académicas y cuando iba a promover la filosofía griega en Roma, fue degolladlo por los partidarios de Marco Antonio. El carro en el que iba fue detenido y allí lo degollaron. Dijo algo cuando le cortaron la cabeza, algo como “Hacedlo limpiamente”. No sé qué dijo: “Dadme un final digno”, o algo así. Y después, además, la mujer de Marco Antonio, si recuerdo bien, le arrancó la cabeza y la tiró al suelo, no, la lengua, la lengua, por que con ella era como hablaba Cicerón, ¿no?
Bueno, pues Cicerón es un descubrimiento realmente muy interesante.
En cuanto a los libros que se conservan y que se han perdido de las Cuestiones académicas, lo explico a continuación.
Las tres versiones de las Cuestiones académicas
Cicerón compuso tres versiones de las Cuestiones Académicas. Todas en el año 45 a.e.
- Primera versión de las Cuestiones Académicas: constaba de dos libros, el Catulo y el Lúculo. Intervienen Catulo, Lúculo y Hortensio. Se conserva el Lúculo.
- Segunda versión de las Cuestiones Académicas. Dos libros. Intervienen Catón y Bruto. No se conserva nada.
- Tercera versión de las Cuestiones académicas. Cuatro libros. Intervienen Varrón, Cicerón y Ático. Pero parece que la presencia del epicúreo Ático es secundaria. Se conserva, aunque incompleto, el libro primero.
- En el segundo libro de esta tercera versión Cicerón defendía las ideas de Carnéades.
- En el tercer libro, Varrón refutaba el segundo libro, siguiendo las ideas de Antíoco de Ascalón, director de la Academia, pero al que se acusaba de haber traicionado el escepticismo para adoptar un dogmatismo en el que se mezclaban ideas de Platón, Aristóteles y los estoicos.
- En el cuarto libro, Cicerón defendía de nuevo las ideas de Carnéades y lo defendía de los ataques de Antíoco.
Los libros que me gustaría poder leer son el segundo y el cuarto de la tercera versión, perdidos ambos.