Anaxarco, imperturbable y feliz ante la muerte
Alejandro lloraba al oír a Anaxarco hablar sobre la infinitud de mundos y, cuando sus amigos le preguntaron qué le sucedía, dijo: «¿No es digno de llanto el que siendo infinitos los mundos aún no hayamos llegado a ser los amos de uno solo?».
El filósofo Anaxarco nació en la ciudad tracia de Abdera, patria de uno de los más grandes pensadores e la antigüedad, el atomista Demócrito. Al parecer, Anaxarco estudió con dos discípulos del propio Demócrito: Diógenes de Esmirna y Metrodoro de Quíos. Cuando el macedonio Alejandro Magno emprendió su expedición contra el Imperio Persa, Anaxarco se unió a él, y además se llevó también a su discípulo Pirrón de Elis. En la India se encontraron con unos misteriosos filósofos desnudos o gimnosofistas, que no se sabe si eran budistas, seguidores de los Vedas, jainistas o incluso escépticos y materialistas carvakas o lokayatas. Algunos atribuyen a las enseñanzas de uno de estos sabios, llamado Calano, la indiferencia ante todas las cosas y la imperturbabilidad de Pirrón, al que suele considerarse el primer escéptico. Sin embargo, esos rasgos ya se encuentran en el propio Anaxarco, tal como se ve al saber cómo murió.
Se cuenta que durante la estancia del ejército de Alejandro en Chipre, Anaxarco dijo a Alejandro durante un banquete que le habría gustado ver servida en la mesa no la cabeza de un jabalí sino la de un tirano. Se refería a Nicocreonte, el rey de Chipre. Gracias a la protección de Alejandro, no le sucedió nada a Anaxarco, pero cuando el conquistador macedonio murió prematuramente en Babilonia, Anaxarco tuvo la mala suerte de que su barco naufragara en las cosas de Chipre. Nicocreonte vio llegado el momento de su venganza y ordenó que machacaran a Anaxarco en un mortero, en vida, por supuesto.
Las crónicas dicen que el filósofo soportó el martirio con entereza y que incluso tuvo ánimo para exclamar: «Es el cuerpo de Anaxarco lo que machacas, no a Anaxarco!».
Este imperturbable filósofo, que en una ocasión incluso elogió la indiferencia de Pirrón por dejarlo abandonado en una zanja , era conocido por su insolencia ante los poderosos, pues también se burló de Alejandro cuando lo vio sangrar y dijo: «Eso que veo no es icor divino, sino sangre» (el icor es el líquido que corre por las venas de los dioses inmortales), aunque llegó un momento en el que, al ver la locura creciente de Alejandro y cómo se deshacía de todos los que lo contrariaban, se volvió servil, sin duda llevado por la prudencia y aplicando otro de los principios escépticos: el conocimiento del kairós o momento oportuno (habilidad que en China se conoce como jie, la ocasión propicia): hay que saber distinguir qué acción es adecuada en cada momento. Por desgracia, al caer en manos de Nicocreonte, Anaxarco debió comprender que ninguna estratagema le libraría del tormento y prefirió aceptar la muerte dignamente.
Hay razones para considerar que en la búsqueda del primer escéptico que propugnaba la indiferencia, Anaxarco se anticipó a Pirrón, y también en ser un sabio ignorante y feliz, pues era conocido en la antigüedad como Anaxarco «el Eudaimónico», es decir, el Feliz, porque pensaba que la felicidad se podía lograr a través de esa indiferencia e imperturbabilidad de la que dio tan elocuente muestra en la hora de su muerte.
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Daniel Tubau nos propone pasear de la mano de los escépticos para llegar al conocimiento admitiendo nuestra ignorancia. Además, nos revela que a través de la duda podemos encontrar un camino hacia la felicidad.
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Ariel editorial
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