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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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Platón, ¿creador de la filosofía evasiva?

Platón nunca menciona en sus muchos diálogos a Demócrito. Nadie sabe por qué.

Tal vez porque lo consideraba el filósofo más difícil de refutar o quizá porque lo odiaba. Se dice que en una ocasión quiso quemar los escritos de Demócrito, pero que sus alumnos le dijeron que no valía la pena el esfuerzo puesto que ya existían muchas copias de los libros del filósofo de Abdera.

No sabemos si ese silencio tan ruidoso de Platón era un método para no hacer publicidad a un peligroso rival.

Otro filósofo hacia el que parece sentir un gran rechazo es Protágoras, que según algunos era discípulo de Demócrito.

De Protágoras sí que habla Platón, y mucho. Le dedica un diálogo entero, el Protágoras, sin duda uno de los mejores que escribió, y lo menciona en el Teeteto, el Menón, el Gorgias e incluso en la República.

Lo que más le molesta a Platón de Protágoras es su célebre opinión: «El hombre es la medida de todas las cosas».

La frase se ha interpretado de muchas maneras y el propio Platón la ataca fundamentalmente porque parece implicar que no hay conocimiento seguro, que toda opinión es subjetiva, o algún tipo de planteamiento cercano a lo que hoy se llama relativismo.

No creo que los ataques de Platón estén bien fundamentados, y creo que deforma las ideas de Protágoras, como él mismo llega a admitir en un pasaje del Teeteto en el que, por una vez, parece dar la palabra al verdadero Protágoras y no a uan caricatura.

Pero la razón fundamental de esa enemistad se revela en otro diálogo, en el que no se menciona de manera explícita a Protágoras. Sucede en Las leyes, cuando el forastero misterioso dice:

«Para nosotros, el dios debería ser la medida de todas las cosas; mucho más aún que, como dicen algunos, un hombre».

Aquí se revelan las verdaderas intenciones de Platón que, en mi opinión, hacen retroceder a la filosofía varios cientos de años.

Platón es quizá el responsable de introducir lo que he llamado método evasivo en filosofía:

En efecto, Platón y su alter ego, el forastero misterioso, casi son los creadores del método evasivo en filosofía, que consiste en responder a los problemas filosóficos mediante una proposición que no se puede poner a prueba, que ni siquiera se puede discutir de una manera razonable.

Consiste, en definitiva, en huir hacia delante, pasarle la responsabilidad al cosmos, a la razón universal o a algún tipo de divinidad, a una rueda de existencias, a un Demiurgo o a un mundo perfecto pero inaccesible, en el que, tarde o temprano, pero no ahora ni en este mundo terrenal, encontraremos las respuestas. Platón, en definitiva, está haciendo lo que en su Crátilo Sócrates advirtió que un filósofo nunca debe hacer:
A menos que prefieras que, como los tragediógrafos cuando se encuentran sin salida y recurren a los dioses levantándolos en máquinas, así también nosotros nos demos por vencidos alegando que los nombres primarios los establecieron los dioses y, por eso, son exactos. ¿Será este nuestro argumento más poderoso?»
El propio Platón califica estas explicaciones como estrategias «muy astutas», pero «evasivas». Así que no he inventado yo la denominación, sino que lo hizo el propio Platón, no sólo recurrió al método evasivo, sino que le puso nombre.
El método de postular una explicación última inaccesible, ya se llame razón universal o dios, se convirtió en la base del estoicismo, del neoplatonismo y el preferido de los místicos y teólogos, desde Agustín de Hipona a Tomás de Aquino. En mi opinión, este método implica uan decadencia de la filosofía y por eso dije antes que Platón hizo retroceder el pensamiento, al volver a adoptar los métodos del mythos, de lo irracional, que se supone que los filósofos rechazan (entre ellos Sócrates o Platón en sus mejores momentos).

En esta entrada cito y amplío algunas ideas que aparecen en Siete maneras de alcanzar la felicidad según los griegos. La razón es que Platón no cree que podamos ser felices en este mundo, puesto que nuestra alma debe perfeccionarse en sucesivas reencarnaciones hasta alcanzar la pureza que le permita contemplar las Ideas o Formas perfectas, por ejemplo las Ideas del Bien o la Belleza. Es decir, la solución está en otro mundo acerca del que no hay manera de tener indicios claros de su existencia, excepto si se abandona la razón o incluso la sensación y la emoción y se adopta algún tipo de fe, algo no muy diferente de lo que proponen casi todas las religiones.


La filosofía antigua como guía para despertar tu buen demonio y vivir en plenitud.

Hoy, perseguir la felicidad se ha convertido en una auténtica obsesión. Tan usada está la palabra que muchos la consideran vacía. Frente a la avalancha de libros que ofrecen fórmulas rápidas para sentirse bien, otros reivindican la virtud, la justicia o los principios morales. Sin embargo, los filósofos griegos y romanos ―aunque en desacuerdo en casi todo― coincidían en algo esencial: el propósito de la vida es despertar y aprender a guiar al daimon interior, ese impulso profundo hacia su plenitud. Este libro recorre siete caminos propuestos por las grandes escuelas de la Antigüedad: el platonismo y su sabiduría trascendental, el epicureísmo con sus placeres serenos, el aristotelismo y su ideal de equilibrio, el estoicismo como vía de transformación, el hedonismo que celebra el gozo, el escepticismo que cultiva la duda y el materialismo de Demócrito, centrado en el buen ánimo. Una invitación a pensar con los clásicos y redescubrir el arte de una vida lograda. COMPRAR


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En el número de verano de ClassPaper puedes leer una extraordinaria entrevista que me ha hecho Elena Pita en Barcelona. Las fotografías son de Luis Malibrán.

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