Los misteriosos gimnosofistas de la India

El primer proyecto de Sabios ignorantes y felices (lo que los antiguos escépticos nos enseñan), no se limitaba a los pensadores griegos y latinos, sino que también incluía a los indios y los chinos. Finalmente, ante la extensión que el libro iba tomando, y tras escribir más de cien páginas acerca de los escépticos de la India, decidí que el libro tratara tan solo del escepticismo grecolatino.

Aunque probablemente acabaré escribiendo un libro acerca del escepticismo indio y otro acerca del chino, por el momento publicaré aquí algunos de los capítulos dedicados al escepticismo en la India. Se trata tan solo de un borrador preliminar, de los comienzos de una investigación especialmente difícil, porque adentrarse en la historia y la cronología india es un verdadero desafío.

La razón por la que se establece la conexión entre los griegos y los indios es que el filósofo al que suele considerarse el primer escéptico, Pirrón de Elis, conoció, junto a su maestro Anaxarco, a unos misteriosos filósofos indios cuando las tropas de Alejandro Magno llegaron a un reino de la India. Se trata de los famosos gimnosofistas («sabios desnudos»).

Algunos investigadores, como Beckwith, pero también pensadores de la antigüedad, piensan que Pirrón y Anaxarco aprendieron su indiferencia de estos misteriosos sabios, y en concreto de uno de ellos, Calano.

Para entender las próximas entradas acerca de los escépticos de la India y la investigación acerca de estos misteriosos sabios, conviene conocer la historia de cómo Alejandro Magno se encontró con ellos, así que reproduzco aquí algunos pasajes de Sabios ignorantes y felices, aunque suprimo todo lo que no tiene relación directa con la descripción del encuentro con los sabios.


Cuando Alejandro Magno llegó a la India, se detuvo en la ciudad de su aliado, el rey de Taxila, y supo de la existencia de unos sabios que vivían retirados del mundo. Alejandro quiso conocerlos… y pidió al filósofos cínico Onesícrito que se entrevistara con ellos.

Onesícrito, sin embargo, fue recibido con desprecio por los misteriosos sabios, que, sentados, de pie o tumbados, completamente desnudos, se mantenían imperturbables bajo un implacable sol. El cínico se acercó a uno de ellos, que estaba tumbado sobre duras piedras ardientes, y le dijo que venía de parte del gran rey Alejandro para conocer su sabiduría y transmitir sus enseñanzas. El indio lo miró de arriba abajo, con sus botas, su manto y su sombrero de ala ancha, y le contó la historia de la decadencia del mundo:

En tiempos antiguos el mundo estaba lleno de harina de cebada y harina de trigo, como ahora de polvo; y entonces manaban fuentes, unas con agua, otras con leche y lo mismo con miel, y otras con vino, y algunas con aceite de oliva; pero, a causa de su glotonería y lujo, el hombre cayó en una arrogancia sin límites. Pero Zeus, odiando este estado de cosas, destruyó todo y asignó al hombre una vida de trabajo duro. Y, cuando reaparecieron el dominio propio y las demás virtudes en general, volvió a surgir una abundancia de bendiciones. Pero la condición del hombre ya se acerca a la saciedad y la arrogancia, y existe el peligro de la destrucción de todo lo que existe.

Como es obvio, este hombre, Calano, no dijo «Zeus», sino que mencionó a algún dios del pobladísimo panteón indio, quizá Indra o, con menos probabilidad, Brahma. Después de aquel breve discurso lanzado a bocajarro, Calano ordenó a Onesícrito que se desnudara, como ellos, y se tumbara sobre las piedras, si es que quería aprender algo.

Fue entonces cuando intervino el más anciano de los sabios, un tal Dandanis o Mandanis, que regañó a Calano, porque, a pesar de haber censurado la arrogancia de la humanidad, se había mostrado soberbio con el visitante griego.

Mandanis elogió al rey Alejandro por querer aprender, a pesar de gobernar un imperio inmenso, y aseguró que era el primer filósofo armado del que había oído hablar. Añadió que, si hubiera más reyes como él, el mundo sería un lugar mucho mejor, pues enseñarían a los demás a tener autocontrol, o se lo impondrían si fuera necesario, valga la paradoja de un autocontrol ordenado por un rey, como aquella historia del terapeuta que le dice a su paciente «¡Sé espontáneo!». Por desgracia, dijo Mandanis, era difícil que sus enseñanzas llegaran con pureza hasta Alejandro, pues tenían que atravesar el filtro de tres intérpretes, lo que sería «como confiar en que fluyera agua cristalina tras atravesar barro puro».

Siempre ha llamado la atención que Mandanis hiciese referencia a tres intérpretes. ¿Realmente eran necesarios tantos para entenderse? La razón, explica William Thayer, es que quizá hubiesen tenido que recurrir a una traducción de relevos, porque ninguno de los que estaban allí conocía al mismo tiempo la lengua de Mandanis y la de Onesícrito, es decir, una lengua india y el griego.

Mandanis le dijo a Onesícrito que la mejor enseñanza es la que quita el placer y el dolor del alma, y que el dolor y el trabajo (¿esfuerzo?) son muy diferentes, porque el dolor es enemigo del hombre, pero el trabajo es su amigo, ya que, mediante el esfuerzo, el espíritu del hombre se fortalece y de este modo puede poner fin a las disputas y dar buenos consejos. Después, le preguntó a Onesícrito si los griegos tenían costumbres parecidas a las de ellos, y el cínico dijo que las doctrinas de Pitágoras eran semejantes,  y que también recomendaba que no se comiera carne (se supone que eso hacían también Mandanis y los suyos), en lo que coincidían tanto su propio maestro, Diógenes el Cínico, como Sócrates. Esto complació mucho a Mandanis, que dijo que los griegos eran sabios, aunque se equivocaban al hacer prevalecer la costumbre sobre la naturaleza, porque, de no ser así, no se avergonzarían de ir desnudos y vivir con pocos medios, como ellos, pues la mejor casa es la que no necesita reparaciones.

Como varios de estos rasgos coinciden con las ideas cínicas, se sospecha, ya desde la Antigüedad, que Onesícrito no fue un cronista fiel y que adaptó un poco las palabras de Mandanis a su propia manera de pensar. Pero también es cierto que muchos pensadores de la India solían vivir en el bosque en aquellos tiempos, al margen de la sociedad, como los cínicos, e incluso se supone que era algo relativamente frecuente.

Onesícrito también contó que estos sabios investigaban los fenómenos naturales, hacían pronósticos acerca de las lluvias y las sequías y eran capaces de curar enfermedades. Le dijeron que, cuando visitaban las ciudades, elegían aquello que les gustaba, como higos y uvas, y que todo el mundo se lo entregaba voluntariamente, felices de alimentar a aquellos santos varones. Pero lo que más les gustaba era ungirse con aceite: sentían una verdadera fascinación por los líquidos oleosos. Además, los recibían hospitalariamente en cualquier casa y compartían comidas y conversaciones con los anfitriones, e incluso les permitían visitar las habitaciones de las mujeres. Hay que aclarar que no parece que fuese para que practicaran sexo con ellas, sino, al contrario, por la confianza que se les tenía y quizá por su castidad. Por último, consideraban vergonzosa la enfermedad del cuerpo, por lo que, cuando sospechaban que estaban enfermos, se suicidaban en una pira funeraria, donde ardían vivos en las llamas. Y morían sin quejarse y ni siquiera moverse.

Tras el fructífero encuentro, Onesícrito regresó a la corte y le contó a Alejandro todo lo que había aprendido. Cuando tiempo después los griegos regresaron a territorio persa, acogieron a un invitado inesperado: Calano. Le interesó tanto lo que había contado Onesícrito que dejó a un lado su arrogancia inicial y pidió unirse a los griegos, algo que Mandanis y sus compañeros le reprocharon, porque eso demostraba que todavía era víctima de las pasiones humanas. Y podríamos añadir que, con este acto, Calano eligió la cultura o la civilización frente a la naturaleza, a la que tanto había alabado en su encuentro con Onesícrito. En definitiva, Calano fue otro buen salvaje seducido por la civilización.

Los gimnosofistas y el escepticismo en la India

Una investigación acerca de los gimnosofistas, los filósofos desnudos que Alejandro Magno conoció en la India: ¿budistas, jainistas, hinduistas o escépticos?
Mentiras maravillosas
Mentiras maravillosas
Podría suceder que los sabios desnudos no fueran budistas, jainistas ni brahmánicos, sino materialistas, tal vez de la escuela carvaka o lokayata, lo que nos acercaría, más que cualquier otra posibilidad, a un pensamiento escéptico.
Dioses indios más allá de la India
Dioses indios más allá de la India
Creer que existen dioses que nos ayudan o nos perjudican, o que simplemente están ahí, implica adoptar una posición filosófica, por lo que toda mitología es una afirmación metafísica.
Filosofías de la India
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La tercera gran escuela ortodoxa, los materialistas carvaka y lokayata, le fue mucho peor y ha sido perseguida y despreciada durante gran parte de la historia de la India, como ha sucedido casi siempre con quienes se atrevían, en la India, en Grecia y en casi cualquier lugar, a dudar de los dioses o a sostener que no existe un mundo espiritual paralelo a este material en el que vivimos.

Descubre a los escépticos de Grecia y Roma.

Ariel editorial
568 páginas

Sabios ignorantes y felices: lo que los antiguos escépticos nos enseñan

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