Los demonios escépticos de la India

El equivalente indio de la Ilíada es el Majabharata, que podríamos traducir como «Gran Bharata», es decir, «Gran India», pues Bharata se refiere a un inmenso territorio que a lo largo de la historia ha llegado a incluir no solo la actual India, sino también Pakistán, Bangladesh e incluso Nepal y parte de Afganistán. Supongo que los lectores ya saben que el actual gobierno de la India quiere recuperar internacionalmente el nombre Bharat, que es el que figura de manera oficial en su Constitución.

En la extensísima epopeya que es el Majabharata el momento decisivo es la batalla de Kuruksetra, en la que murieron cientos de miles de guerreros, cuando se enfrentaron dos familias emparentadas, los pandavas y los kauravas.

Terminada la batalla, el rey Yudistira de los pandavas regresa a su capital con sus hermanos y se une a la asamblea de brahmanes que le espera. Entonces, un brahman llamado Carvaka se levanta y le dice: «Esta asamblea de brahmanes te está maldiciendo porque has matado a tus parientes. ¿Qué has ganado destruyendo a tu propio pueblo y asesinando a tus propios mayores? Deberías morir».

El rey Yudistira se queda sin palabras e incluso desea morir, al darse cuenta de la masacre en la que ha participado. Tal vez entonces, el rey siente las mismas dudas morales que poco antes habían dominado a su hermano Arjuna.

Sucedió en el momento decisivo de la batalla de Kuruksetra, cuando Arjuna se disponía a lanzarse en su carro de caballos contra el ejército de los kauravas. En ese momento se pregunta qué sentido tiene iniciar una batalla en la que morirán cientos de miles de guerreros y en la que, además, sus enemigos son sus parientes, entre ellos su maestro. Se halla Arjuna conmovido por estos sentimientos y pensando en suspender el combate, cuando su auriga, el dios Krishna, logra convencerlo para que deje a un lado cualquier escrúpulo humanitario y se lance alegremente a la matanza.

La conversación entre Arjuna y Krishna se cuenta en el Bhagavad Gita o Canto del bienaventurado, que es un capítulo del Majabharata. El Bhagavad Gita ha sido admirado durante siglos en Oriente y Occidente como una obra maestra de la espiritualidad. Hoy en día es el libro sagrado de los alegres hare-krishnas.

La solución que ofrece el Baghavad Gita a las dudas de Arjuna consiste en una espectacular demostración cósmica de Krishna, en la que enfrenta la limitada visión de los seres humanos con la grandiosa visión de conjunto que sólo es accesible a los dioses, y que se resume en la promesa final de Krishna: «Si mueres en la batalla alcanzarás el cielo y, si vences, disfrutarás de la tierra». Es decir, pase lo que pase, obtendrás placeres y recompensas, ya sea en el cielo o en la tierra.

Como bien señala Debripasad Chattopadyaya:

«¿Podría ser que aquellos que estaban acusando a Carvaka de una grosera filosofía del placer la suscribieran ellos mismos, aunque a escondidas? ¿No serán los espiritualistas, los santos brahmanes y los reverenciados guerreros quienes sólo piensan en el placer?».

Probablemente es innecesario responder. Basta con observar el lujo indecente en el que han vivido siempre los líderes religiosos, desde los Papas de Roma a los Dalai Lama del Tíbet.

De una gran belleza literaria, el Bhagavad Gita es un elogio entusiasta del exterminio y una defensa encendida de la guerra y la indiferencia ante el sufrimiento humano. El resultado de la batalla será más de un millón de muertos y tan sólo once guerreros que sobreviven, entre ellos Arjuna y Yudistira.

Regresemos con Yudistira, que tiene que hacer frente a dudas parecidas a las de su hermano cuando Carvaka le acusa de asesino. El rey no tiene la suerte de escuchar el elocuente y salvaje discurso de Krishna y no será convencido con argumentos que defienden la idea de que lo mejor es situarse «más allá del bien y del mal», esa filosofía de canallas, como la calificó Borges.

Son los brahmanes quienes se encargan de resolver las dudas del rey Yudistira, mediante un procedimiento muy sencillo: le revelan que Carvaka es un demonio disfrazado, y que trabaja para su enemigo Duryodana. Le aseguran, además, que los verdaderos brahmanes sienten una gran admiración hacia él y su victoria militar. Una vez resueltas las dudas y demostradas de nuevo las virtudes de la masacre de un millón de hombres, Carvaka es quemado vivo.

Ese es el destino que esperaba en la India a los que se atrevían a desafiar las verdades de la religión: convertirse en demonios, a los que hay que matar sin piedad. Carvaka ha pasado a la historia como un inmoral, como el más infame representante de los nastika, es decir, heterodoxos o no creyentes o, en fin, como un acólito de la tendencia lokayata, gente viciosa y escéptica que sólo desea disfrutar de los placeres. El inmoral de toda esta historia ha sido siempre Carvaka, el hombre que denunció la matanza, mientras que los asesinos son seres puros.

Este es, sin duda, uno de los peores rasgos de muchas personas que se consideran a sí mismas espiritualistas o no materialistas. No se limitan a defender la pureza de ese mundo etéreo que imaginan, sino que también son incapaces de preocuparse por cualquier sufrimiento en este otro mundo nada etéreo de la materia, en el que se sangra, se siente dolor y se muere.

Carvaka, es cierto, no se muestra contrario a cualquier masacre, al menos en su manipulada aparición en el Majabharata, pero sí está en contra de matar a los parientes. Como bien señala Chattopadhyaya, parece defender las ideas tribales que consideran que el más infame de los crímenes es matar a la propia familia. Por eso, los autores de la gran épica india dedicaron tanto esfuerzo y tanto talento a justificar un crimen semejante: sabían que estaban apartándose no sólo de la moralidad del sentido común, sino también de la que exigía la tradición.

अनुभव और प्रमाण द्वारा ही सत्य को प्रमाणित किया जा सकता है।

La verdad sólo puede establecerse a través de la experiencia y la evidencia.

En cuanto a Carvaka, tampoco es seguro que haya existido. La mención en el Majabharata y su identificación con un demonio es con toda probabilidad un invento destinado a atacar la filosofía de los lokayatas, los escépticos y materialistas indios. O tal vez sí que existió un pensador con este nombre, ¿quién sabe?

Existiera o no Carvaka, es frecuente emplear las palabras carvaka y lokayata para referirse a una gran corriente de pensamiento atea, materialista o escéptica. La filosofía carvaka o lokayata niega, o al menos duda, de la santidad de los himnos religiosos recopilados en los Vedas, de la existencia de un alma o espíritu, e incluso de la reencarnación y la retribución de nuestras acciones en algún tipo de cielo, o a través de vidas sucesivas. También rechaza la existencia de un Señor Supremo o Isvara, en lo que coinciden con budistas y jainistas.

Lo más interesante es que, a pesar de que siempre se habla de la India como la tierra de los dioses, de la mística y de la espiritualidad, sin embargo, la influencia escéptica y materialista ha sido mucho más importante de lo que se cree, aunque, como suele suceder, también ha sido silenciada y perseguida.

Los gimnosofistas y el escepticismo en la India

Una investigación acerca de los gimnosofistas, los filósofos desnudos que Alejandro Magno conoció en la India: ¿budistas, jainistas, hinduistas o escépticos?
Los misteriosos gimnosofistas de la India
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Pirrón de Elis, conoció, junto a su maestro Anaxarco, a unos misteriosos filósofos cuando las tropas de Alejandro Magno llegaron a un reino de la India. Se trata de los famosos gimnosofistas («sabios desnudos»).
Mentiras maravillosas
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Podría suceder que los sabios desnudos no fueran budistas, jainistas ni brahmánicos, sino materialistas, tal vez de la escuela carvaka o lokayata, lo que nos acercaría, más que cualquier otra posibilidad, a un pensamiento escéptico.
Dioses indios más allá de la India
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Creer que existen dioses que nos ayudan o nos perjudican, o que simplemente están ahí, implica adoptar una posición filosófica, por lo que toda mitología es una afirmación metafísica.

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