El misterioso y estremecedor asunto de los crímenes de Natalia Tubau para con sus años [1983]

Cuando mi hermana cumplió 23 años, le regalé la segunda felicitación. Si en la primera imité el estilo de Lovecraft, con el que me había familiarizado al escribir varios cuentos de terror de la Biblioteca Universal del Misterio y Terror, en esta ocasión empleé un estilo menos recargado pero también con cierta exageración de novela de género policíaco.


 

Nunca me será dado comprender el porqué de la absoluta falta de amor que mi hermana siempre ha sentido hacia sus años. En efecto, he observado que, tras vivir un tiempo considerable con cada uno de ellos, termina por abandonarlo y coge otro. Tranquilamente, con crueldad, sin preocuparse de aquél al que abandona, mimando al nuevo y engañándolo con promesas de amor eterno que, indefectiblemente, son incumplidas al cabo de cierto tiempo.

Es tanto el refinamiento de mi hermana, que no se contenta con coger un año nuevo, sino que, además, celebra una fiesta en su honor y le pone un número, como quien cataloga mariposas.

Siguiendo un riguroso método de investigación, he llegado a calcular la duración de ese período de tiempo durante el que se entrega a cada año. Cuál no sería mi sorpresa, hasta dónde no llegaría mi asombro, al advertir que es casi exactamente igual para cada año: trescientos sesenta y cinco días.

Cumpliendo rigurosamente este plazo, he visto como abandonaba, como se deshacía, de su año 12, 13, 14… Ahora va por el 22, que, estoy seguro, abandonará mañana, día 1 de septiembre, para coger el 23.

Sin embargo, he observado una inquietante variación: cada cuatro años vive un día más con uno de sus años. Estos años privilegiados han sido el 2, el 6, el 10, el 14, el 18 y el 22 (que es el actual).

¿Qué tienen esos años que no tengan los demás? ¿A qué se debe este trato de favor? ¿Qué le ha dado el 10 que no le haya dado el 11? ¿Tan malos eran el 9, el 7 o el 20? ¿Llegó el 6 recomendado por el 2, y el 18 por el 14? ¿Eran amigos?

Jamás, cada día lo veo más claro, podré siquiera intuir la terrible verdad que se oculta tras la crueldad de mi hermana. Quisiera prevenir al 23, revelarle cuál es su destino, pero no puedo. Siempre que lo he intentado he llegado demasiado tarde. De nada me sirve saber el día en que se cumple ese plazo, pues no sé dónde está el 23. Cuando lo sepa, ya habrá sido engañado por mi hermana.

Lo único que puedo hacer para remediar el dolor de esos pobres años es recogerlos a mi vez. Ahora el 21 vive conmigo y pronto, dentro de dos meses (durante ese tiempo los años se ocultan, avergonzados por su humillación, recogeré al 22, lo que me obligará, bien que lo sienta, a abandonar al 21).

Pero hay algo que me aterra más que la manera en que mi hermana trata a sus años; está relacionado con la adopción que yo hago de los años que ella abandona. Me explicaré: para conmemorar mi buena acción y hacer olvidar al desgraciado su dolor, yo también celebro una fiesta en su honor. A esas fiestas siempre asiste mi hermana y, ¿creerán que se alegra y nos felicita a mí y a su año, sin arrepentirse siquiera de su crimen?

Y ella, mi hermana, proseguirá por siempre su macabro juego, hasta que uno de sus años (como me dijo un filósofo vedanta) tal vez el ochenta, se cansé y la abandone antes que ella a él.


NOTAS de El libro de Natalia (1997)

#1 Por el título, semejante al del año anterior, puede creerse que este relato también es una parodia de Lovecraft. Sin embargo, a pesar de que tiene un tono semejante, desarrolla una idea más compleja, que no depende tanto de los adjetivos rimbombantes para resultar interesante

#2 Hay una pequeña inconsistencia al decir «mañana, 1 de septiembre», cuando el relato está fechado precisamente el día 1 de septiembre, fecha en la que se lo entregué a mi hermana.

#3 «Estos años privilegiados han sido el 2, el 6, el 10, el 14, el 18 y el 22 (que es el actual).» Naturalmente, se trata de años bisiestos.

#4 Los años se ocultan exactamente, los años se ocultan durante dos meses y once días (hasta el 11 de diciembre, fecha de mi cumpleaños.

#5 El que se mencione a un filósofo vedanta no guarda ninguna relación especial con la idea que se expone a continuación. Yo entonces no sabía gran cosa de filosofía india (o hindú o hinduísta), pero es cierto que la escuela vedanta es una de las más apropiadas para atribuirle, en este contexto, afirmaciones de ese tipo.

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2 Comments

    • danieltubau

      Hola Iván, pues sí, lo escribí entonces. Natalia guarda todavía los originales. Lo escribí a mano, creo, y luego lo pasé a máquina, de aquellas clásicas, Olivetti supongo, o tal vez se lo regalé manuscrito. No sé si mi intención era guardarlo, aunque como a Natalia le gustó, supongo que eso me hizo continuar durante muchos años con las felicitaciones. En rigor se podría decir que tengo todas las felicitaciones, incluso las que Natalia no tiene porque las ha soñado pero yo no se las he entregado (en las próximas entregas entenderás por qué digo esto último).

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