Goethe y Hölderlin

Hölderlin es conocido antes que nada como poeta, pero no se puede negar el evidente contenido filosófico de su obra, en la línea del idealismo alemán, y tampoco la importancia de su influencia sobre Hegel y Schelling.

Al parecer, es frecuente considerar que entre Goethe y Hölderlin no hubo ningún contacto personal y que el segundo no sintió nunca admiración ni interés por el autor de Fausto.

No es esto lo que revelan las cartas de Hölderlin.

Hölderlin mantuvo con Schiller una amistad que en algún momento se asemejó a la de éste con Goethe. La diferencia de edad entre Goethe y Schiller era casi la misma que existía entre Schiller y Hölderlin.

El autor de Hyperión llegó a considerar que Schiller era un Goethe que el destino había puesto en su camino. Sin embargo, Schiller, no correspondió al interés del joven poeta y poco a poco fue distanciándose de él.

Se ha investigado hasta qué punto Goethe pudo ser el causante de ese distanciamiento entre Schiller y Hölderlin. No se ha descubierto una intervención directa de Goethe. De lo único de lo que se le puede culpar es de haber fascinado de tal modo a Schiller que no le dejó tiempo ni ganas de cimentar con Hölderlin una amistad más profunda. Hölderlin admiraba a Schiller y le dolió mucho el cambio de opinión de éste acerca de su obra.

Schiller, en efecto, al principio consideraba que en Hölderlin podía haber talento e incluso genialidad, pero posteriormente lo catalogó como un poeta interesante pero menor. Algunos han llegado a atribuir a la indiferencia de Schiller parte de la culpa del trágico y prematuro final de la vida de Hölderlin. Pero aquí nos interesa la relación entre Goethe y Hölderlin.

En contra de la opinión común, Hölderlin tenía mucho interés en conocer a Goethe, como demuestra la emoción con la que, en 1794, cuenta en una carta a su madre que Frau von Kalb le ha prometido presentarle a Goethe. Sin embargo, por esas fechas, Hölderlin ya había conocido, e incluso hablado con Goethe. La historia, que el propio Hölderlin cuenta en una carta a un amigo, es bastante curiosa.

Se hallaba Hölderlin un día con Schiller cuando llegó un extraño: “Schiller le dijo mi nombre y a mí el suyo, pero no pude entenderlo…”

Durante largo rato, el extraño no dijo una palabra. Schiller le dio a Hölderlin un ejemplar de la revista Thalia en la que se incluía un fragmento del Hyperión y después salió un momento. Hölderlin y el extraño se quedaron a solas en la habitación, el extraño tomó la revista y hojeó las páginas del fragmento de Hyperión, sin decir nada.

“Sentí que me ponía colorado. Si hubiese sabido entonces lo que sé ahora, me habría puesto tan pálido como un cadáver. Entonces él se volvió y me preguntó por Frau von Kalb… y sobre nuestro vecino, y yo respondí a todo ello… Pero esa era mi hora de mala suerte. Schiller volvió… hablaron del teatro en Weimar, llegó después el pintor Meyer y…”

… y Hölderlin se fue al cabo de un rato.

Ese mismo día se enteró de que Goethe había estado con Schiller esa mañana y comprendió quién era el extraño:

“Que el cielo me ayude, termina Hölderlin, a rectificar mi mala suerte y mi ceguera cuando vuelva a Weimar”.

Añade Hölderlin que esa misma noche cenó con Schiller, quien lo “consoló tanto como le fue posible” y le ayudó a olvidar “el desastre que le había tocado vivir en su primera ocasión”.

Por fin, en 1795, Hölderlin vuelve a ver a Goethe gracias a la mediación de Frau von Kalb. Escribe ahora Hölderlin: “He conocido a Goethe… Ya te lo puedes imaginar”. Y le describe así:

“Sobrio, lleno de majestad en su mirada y también de amor, extremadamente sencillo en su conversación… salpicada una y otra vez por su en ningún modo extinto genio: así es como lo he hallado. Se suele decir que es orgulloso, pero si lo que con ello se quiere significar es que se porta como un ser superior con la gente como tú y como yo, eso es una mentira. Con él uno se siente como junto a un padre benevolente.”

En una carta a Hegel, Hölderlin escribe:

“!He hablado con Goethe, hermano! La suprema alegría de nuestra vida es encontrar tanta humanidad junto a tanta grandeza. Habló conmigo tan gentil y amablemente que mi corazón rio encantado y todavía ríe cuando pienso en ello.”

Aunque Hölderlin volvió a ver a Goethe, siempre en compañía de Schiller, en esas ocasiones llegaba a sentirse como un extraño [1].

2023. En este célebre pasaje de Hyperion se puede detectar la afinidad con Goethe en su pasión por la naturaleza, aunque también un ardor romántico del que Goethe se alejó tras el Werther:

«A ser uno con todo lo viviente, volver en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza. A menudo alcanzo esa cumbre… pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo enteramente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como ante un extraño, y no la comprendo. Ojala no hubiera ido nunca a vuestras escuelas, pues en ellas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía. ¡Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona.»


[1] Para este apartado he seguido el libro de Eudo C.Mason, “Goethe y Hölderlin”

Goethe y los idealistas alemanes

Investigación acerca de la relación entre Johann Wolfgan Goethe y los filósofos idealistas: Kant, Hegel, Fichte, Schelling, Schiller, Schopenhauer y el poeta Holderlin. Escrito hacia 1991.
Goethe y los idealistas alemanes
La relación de Goethe con los más importantes representantes del idealismo alemán: Kant, Fichte, Schelling, Hegel, Schiller, Holderlin y Schopenhauer.
Influencia de Kant en Goethe
Kant no hizo nunca caso de mí, pese a seguir yo por mi propio impulso un camino paralelo al suyo.
Semejanzas entre las ideas de Kant y las de Goethe
Paseando por los jardines públicos de Palermo, se me ocurrió de pronto que en el órgano de la planta que solemos llamar la hoja se ubica el verdadero Proteus, que puede esconderse o revelarse en todas las formas vegetales. De principio a fin, la planta no es más que hoja.

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