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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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Sócrates, el sabio ignorante

Sócrates es probablemente el primer pensador que se declara al mismo tiempo sabio e ignorante. No sólo eso. Está convencido de que su sabiduría procede precisamente de su ignorancia. La historia se cuenta con todo detalle en el diálogo de Platón llamado Apología. Es el propio Sócrates quien habla ante los jueces que tienen que decidir si es culpable de los cargos de los que se le acusa (adorar a otros dioses y corromper a la juventud). Ya sabemos que el juicio terminará en sentencia de muerte, que Sócrates cumplirá, bebiendo la cicuta. En el juicio, Sócrates combina la soberbia con la modestia, podríamos hablar de una modestia muy soberbia. Explica a los jueces por qué se ha dedicado a hablar de lo divino y lo humano con los jóvenes de Atenas y con cualquiera que quisiera preguntarle sus dudas o exponerles sus opiniones. Asegura que lo hace un poco forzado por las circunstancias y por la respuesta que el oráculo de Delfos dio a su amigo Querefonte, cuando éste preguntó quién era el hombre más sabio de todos. El oráculo respondió que ese hombre era sin duda Sócrates.

Cuando supo que la Pitia lo consideraba el más sabio de los hombres, Sócrates pensó que era absurdo, pues

«yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho. ¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito.»

Tras permanecer durante mucho tiempo confuso, Sócrates tuvo la oportunidad de hablar con un hombre, «un político», que se creía sabio y al que los propios atenienses consideraban sabio. Podemos sospechar que se tratase de Pericles. Pero Sócrates se dio cuenta de que este hombre no era sabio y quiso demostrárselo, pero sólo logro que tanto él como los demás se enfadaran. Y fue entonces cuando se dio cuenta de él mismo era más sabio que aquel hombre:

«Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe; en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé tampoco creo saberlo».

Tras este asombroso descubrimiento, Sócrates fue examinando a más personas que presumían de sabiduría y se dio cuenta de que todas ignoraban que en realidad no sabían; en especial los poetas, que no sabían ni de lo que hablaban: «En efecto, también éstos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen». Entonces comprendió que el dios del oráculo lo consideraba el más sabio porque al menos sabía que no sabía:

«Es el más sabio, el que, de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabiduría.»

En definitiva, la ignorancia de Sócrates y el saber que no sabio es lo que lo convierte en sabio.

En otros diálogos de Platón, Sócrates repite esta misma idea, como en El sofista, donde quien lo dice no es Sócrates, sino un forastero misterioso:

«Creer saber, cuando no se sabe nada. Mucho me temo que esta sea la causa de todos los errores que comete nuestro pensamiento».

Pero la idea se expresa con toda claridad cuando le dice a Teeteto que ahora es más sabio que antes de empezar a discutir, porque «ya no pensarás que sabes lo que realmente no sabes».

Ahora bien, todo lo anterior nos lo cuenta Platón, y podemos dudar de si realmente Sócrates presumía de su ignorancia y la consideraba verdadera sabiduría. Diógenes Laercio, muchos siglos después también se refiere al «Sólo sé que no se nada», pero su testimonio podría derivar de los diálogos de Platón. Por fortuna, Jenofonte, que no sentía simpatía hacia Platón, y que conoció a Sócrates, cuenta también la historia del oráculo de Delfos y en el mismo contexto: el juicio de Sócrates. Eso parece dejar claro que Sócrates, en efecto, empleó ese argumento en su defensa. Y que Sócrates, en definitiva, era un sabio ignorante.

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