La diferencia entre seres naturales y artificiales según Jacques Monod

Monod

Podemos distinguir de dos maneras los entes artificiales de los naturales.
Primero, atendiendo a las características que señala Monod: teleonomía, morfogénesis autónoma e invariancia reproductiva.
Segundo, o bien de una manera más simplista: entes artificiales son aquellos fabricados por el hombre. Todo esto de cara al tema inteligencia artificial. (1991)

2023- Diciembre

Estos comentarios proceden de la lectura de El azar y la necesidad, de Jacques Monod, un libro que me gustó mucho, en especial por su relación con Demócrito, que siempre ha sido el pensador al que me he sentido más cercano, junto con Montaigne. El mismo título de su libro ya expresa esta conexión, pues alude a una célebre sentencia de Demócrito: “Todo es fruto del azar y la necesidad”.
La teleonomía es un concepto que inventó Monod para referirse a un propósito o intención o plan en el cambio o evolución de los seres vivos que sólo es aparente. Es decir, no existe tal propósito, aunque lo parezca. Pero sí puede hablarse de manera no estricta de que la evolución de las estructuras biológicas que acaban desembocando en algo tan complejo como un ojo tienen como fin crear algo que pueda ver. No hay tal propósito en el fondo, pero sí podemos examinar el camino que lleva, mediante cambios graduales, a la compleja creación de un ojo, como un proceso que aparenta tener ese objetivo. Supongo que podríamos decir: este proceso que lleva desde la transformación originaria de una mancha sensible a la luz, como la del alga Euglena hasta la complejísima estructura del ojo humano.
La idea se opone a la teleología o causa final de Aristóteles, es decir, el para qué o el por qué. Aristóteles consideraba que la causa final o teleológica era la más importante de las cuatro causas (formal material, agente y final), y la aplicaba en ámbitos tan diversos como la cosmología, la biología o el teatro (así lo hace en la Poética). La ciencia actual, sin embargo, no cree en causas finales, en que los seres vivos evoluciones siguiendo un designio, sino que lo hacen debido al azar, la necesidad o a una combinación de ambas cosas, por ejemplo, mediante la selección natural junto a mutaciones azarosas. De este modo, la causa final ha sido desterrada de la ciencia y sólo es posible aceptarla si se cree en algún tipo de Diseñador Cósmico, ya se trate de un dios personal al estilo del cristianismo y un “diseño inteligente” o de un Cosmos racional como el de los estoicos.
Ahora bien, la teleología es perfectamente válida cuando hablamos de las obras del ser humano, que por lo general se hacen teniendo un propósito u objetivo. Por ejemplo, Aristóteles dice en la Poética que una obra de teatro debe ser como un organismo, “de tal manera que produzca su propio placer”, es decir que logre conmover, emocionar, instruir o deleitar a los espectadores.
esta causa final fue utilizada por teólogos y pensadores más o menos místicos para, mediante comparación, suponer que si un reloj está fabricado por un relojero, entonces este universo necesita de un universero, es decir de un creador. Desde Darwin se ha podido mostrar que es posible y explicable la existencia de estructuras complejísimas, como el ojo humano sin necesidad de un creador o una causa final o propósito.
La invariancia reproductiva es “la capacidad de un organismo de transmitir una información genética complejísima que dé origen a otro ser vivo igual al primero”.
Finalmente, nos dice Miguel Benzo Mestre, en un artículo muy interesante (“Sobre el sentido de la vida” El País 6 de junio de 1976) escrito con motivo de la muerte de Monod, la morfogénesis autónoma es “la propiedad de adoptar una forma no como efecto de causas externas, sino a partir de las propias tendencias intrínsecas”. Esto tiene mucho que ver, creo, con aspectos no muy tratados de la teoría evolutiva como la propuesta por Sobre el crecimiento y la forma, es decir, quizá o es posible cualquier forma imaginable, sino que los organismos biológicos, del mismo modo que los cristales de nieve, se ven obligados a adoptar ciertas formas, aunque estas puedan ser tan innumerables que parezcan infinitas a primera vista..
Todo esto me interesaba en aquel comentario por su relación con la definición que podemos hacer de los entes artificiales, como los robots, androides y todo lo relacionado con la Inteligencia Artificial. De eso tratan los siguientes comentarios.
No sé qué pensaba entonces (supongo que lo iré averiguando en los siguientes comentarios) per la primera impresión es que la Inteligencia Artificial no es teleonómica sino teleológica, pues ha sido creada por nosotros con un propósito (aunque quizá sea capaz de escapar y rebelarse contra nuestras intenciones), que en principio no era capaz de reproducirse (invariancia reproductiva), aunque eso cada vez parece más dudoso. En cuanto a la morfogénesis autónoma, podemos suponer que existen ciertas limitaciones formales o materiales en los chips, en lo que se refiere al hardware y en en los algoritmos en lo que se refiere al software. Pero este último punto es muy discutible y ambiguo.

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Inteligencia Artificial y psicología

Escribí estas notas o comentarios durante un seminario organizado en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, dedicado a la Psicología Cognitiva, en el que participé en 1991. Los comentarios actuales aparecen con su fecha correspondiente.
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