Aunque No tan elemental. Cómo ser Sherlock Holmes se ha publicado en 2015, su origen se puede situar hacia 1987, como puede comprobarse en este momento de la presentación en la librería Rafael Alberti, cuando Carlos García Gual me pidó que leyera un fragmento del libro.
Transcribo a continuación el pasaje del libro junto a algunas imágenes de aquella libreta.
La libreta, francesa, como indica su nombre (Lutecia es el nombre antiguo de París) la conseguí en la isla de la Reunión, en una vieja librería del novio de mi amigo Christophe Brivary. La librería ya no funcionaba, pero allí permanecían los suculentos restos: cientos de libretas, lápices y todo tipo de útiles de escritorio.
«En 1987 dediqué uno de mis cuadernos de notas al estudio de Sherlock Holmes y lo rotulé en el lomo como «El método holmesiano». En ese cuaderno recopilé citas de sus aventuras y escribí pequeños ensayos, bajo epígrafes que en algunos casos coinciden con los de este libro: «Consejos generales», «Amplitud de miras», «Recolección de datos», «Lo que se debe evitar», «Formación de hipótesis», «Disfraces, máscaras y fingimientos», «Holmes como psicólogo social» o «Sherlock Holmes y el análisis retrospectivo». También anoté los resultados de mis investigaciones holmesianas en la vida cotidiana, pues, tras leer los relatos del detective, empecé a fijarme en cualquier
minucia o detalle, buscando las diferencias en lo aparentemente semejante y las semejanzas en lo diferente. Llegué a ser capaz de distinguir entre más de una decena de marcas de aceite untando un pedazo de pan, entre diversas mezclas de café a través del olor y a identificar una gran cantidad de perfumes y colonias de hombre y de mujer; a buscar el camino más corto para llegar a cualquier lugar, lo que me hizo perderme más de una vez por caminos insólitos; a situarme en el lugar exacto del andén del metro para coincidir con la puerta cuando el vehículo se detuviera; a saber si en el baño de un desconocido la ventana o la lámpara estaba a la derecha o a la izquierda (fijándome en la calidad del afeitado de cada lado de la cara) y a descubrir pequeños secretos en los gestos y en la manera de vestir de mis compañeros del colegio. Como decía el doctor Bell que hacían los lectores más inquietos de las aventuras de Sherlock Holmes, descubrí la importancia de los pequeños detalles y empecé a detectar signos en cada cosa, como un semiólogo compulsivo que pretende descifrar el mundo.
Tal vez se pueda considerar que casi todo aquello en lo que me entrené y que escribí acerca de los métodos de Sherlock Holmes era conocimiento inútil, como lo era para Holmes y Watson saber cuántos escalones hay en un piso de solteros de Baker Street, pero nunca se sabe, pues, al menos, me ha servido para escribir este libro».
Foto de la época de la libreta, probablemente en la isla de La Reunión.
«Hay setenta y cinco perfumes que el criminalista debe ser capaz de distinguir, y, en mi propia experiencia, en más de una ocasión ha habido casos cuya solución ha dependido de un reconocimiento rápido de dichos perfumes». Sherlock Holmes
Carlos García Gual ha dicho de No tan elemental. Cómo ser Sherlock Holmes:
“Es una mis mejores lecturas de ensayos literarios en mucho tiempo, tanto por su originalidad como por su estilo. Y sobre un tema para mí fascinante ya que me trae recuerdos de lecturas juveniles… Me tiene admirado su manejo de todos esos registros tan bien usados en esta trama tan erudita y esa disección tan inteligente, de fina “filología” (en el buen sentido de la palabra)… Creo que el resultado final es espléndido y muy divertido”.