El cristianismo

Uno de los aspectos que me acercan al cristianismo se refiere a una cuestión hipotética: en el caso de que yo fuese creyente, creyente en el sentido de seguidor de una religión, creo que me resultaría más apetecible el monoteísmo dualista cristiano (un solo Dios, pero distinto del mundo), que el monismo (“Todo es Dios”).

Esto es, evidentemente, aceptar una inconsecuencia desde el principio, pues si yo fuese creyente, no me plantearía qué religión me resulta más apetecible, si es que creer es un sentimiento que no atiende a razones. Los seguidores de la Meditación Trascendental podrían decirme que me equivoco, que la religión se puede elegir: lo mejor es hacer treinta minutos de meditación y después adherirse a la religión a la que uno se sienta más próximo. En cualquier caso, podría decirse también que uno puede llegar al monoteísmo o al panteísmo, e incluso al animismo, mediante demostraciones y argumentos, como el argumento de San Anselmo.

Pero yo me estoy refiriendo a una religión sentida y vivida. En este sentido, me parece más interesante el cristianismo, pues propone un Dios personal con el que puedes hablar, comentar tus problemas, un Ente al que puedes amar con la ardiente pasión de Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, o con el intenso amor dolorido de Francisco de Asís.

Por contra, el monismo propone una Divinidad que lo es todo, impersonal, con la que no es posible la comunicación, una Divinidad que es ajena, como conciencia misma, a los problemas del creyente. Si para Nietzsche el cristianismo era monotonoteísmo, ¿que se podría decir del universo monista?

Por otra parte, ya sé que el Dios del cristianismo les parece a los monistas una creencia infantil, que refleja la niñez del creyente. Creo que tienen razón, pero eso no le resta atractivo. El atractivo se lo resta su escasa plausibilidad, su gran improbabilidad.

Ahora bien, existe un tercer camino: el panteísmo. Los panteístas parecen compartir los presupuestos teóricos de los monistas, pero la pasión de los monoteístas. Parecen amarlo todo con una intensidad comparable a la de Francisco de Asís, excluyendo tan sólo a ese Ser Supremo que era el centro de todos los desvelos del poverello. Así que a lo mejor es más importante el sentimiento mismo del creyente, que, según la época o el gusto personal, se dirige a una divinidad personal o a la naturaleza en su totalidad.

Por otra parte, es cierto que si existiese un Dios como el que proponen los cristianos, resultaría muy difícil sentir amor hacia él después de observar el dolor, la crueldad y los sufrimientos que existen en el mundo que ha creado. Por ello, si hubiese de elegir un Dios en el que creer, casi preferiría un sistema dualista, en el sentido de potencia del bien enfrentada a una potencia demoníaca, o el Dios de los socinianos como Newton, que no es omnipotente y, por tanto, no ha podido crear un mundo perfecto.

Las anteriores son algunas de las cosas que me unen al cristianismo. Hay muchas más, por supuesto, por ejemplo, el pragmatismo de Jesucristo expresado en la frase “Por sus obras los conoceréis”; la recomendación de amar al prójimo; el “no matarás”, la belleza de tanta música y tanto arte que tienen como motivo de aliento e inspiración la religión cristiana, la idea de que todos los hombres son iguales. Supongo que podría añadir bastantes cosas, pero no debo olvidar lo mucho que me separa del cristianismo.

Me separa el hecho de que es una religión, y yo no soy religioso. Me separa el que utiliza a Dios como justificación de esa igualdad humana, por lo que el comportamiento ético tiene un fundamento extrahumano y ajeno a la propia ética; de ahí que yo crea que la frase “Si no existe Dios, todo vale” ha de ser invertida: “Si existe Dios, todo vale”, porque todo depende de su voluntad, no de que sea razonable o justo.

Me separa del cristianismo la moral de premios y castigos, la creencia en un infierno y en un castigo eterno a los pecadores, la imposibilidad de hacer coherente la bondad infinita de Dios y el dolor que existe en el mundo. Pero lo que sin duda más me aleja del cristianismo es su terrible historia. Alguna vez he dicho o escrito que el cristianismo ha sido la doctrina en cuyo nombre se han cometido más crueldades, incluyendo a Hitler, Stalin y los asirios. No sé si es cierto o no, posiblemente sí, aunque tal vez, a la hora de juzgar al cristianismo nos dejamos llevar por la impresión de la oscura época que se inicia con la Inquisición.

Me separa del cristianismo, para terminar, que, como sucede en cualquier religión revelada, sus preceptos y sus enseñanzas se basan en argumentos de autoridad (“lo dijo Jesús”, “lo dijo San Pedro”) y no en razones.

TAN CERCA Y TAN LEJOS, en Esklepsis nº1


[Publicado en 1994]

Comentario en 2013:

En el artículo original publicado en 2013, también hablaba de mi cercanía y lejanía con el realismo cristianos, entendido de dos maneras casi opuestas: como enfrentado a idealismo y como rival de nominalismo. Ahora esa parte del artículo está aquí: El realismo cristiano.

COMENTARIOS Y ENLACES 2012

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