Chesterton contra Einstein
Cuando Einstein, que era ateo, o al menos agnóstico, conoció ciertas conclusiones de la física cuántica, dijo que él no podía creer que Dios jugase a los dados. No podía aceptar un universo azaroso.
Chesterton, no era ateo ni agnóstico, sino católico ortodoxo, pero creía en un dios que juega a los dados, un universo en el que nunca se puede saber qué va a suceder en el momento siguiente, un cosmos caprichoso en esencia, que está sometido a los antojos de un Dios omnipotente que decide a cada instante qué va a suceder: cada vez que el tren atraviesa después de salir de Sloane Square, Dios decide si saldrá o no en la estación Victoria.
Chesterton se maravillaba ante este milagro cotidiano que Dios nos ofrecía, porque cualquier día Dios podía decidir que el tren no saliese a la estación Victoria, sino en una selva de Tanganika o en los desiertos helados de la Antartida:
“Dice usted desdeñosamente que, después de Sloane Square, tiene uno que llegar por fuerza a Victoria. Y yo le contesto que bien pudiera uno ir a parar a cualquier otra parte; y que cada vez que llego a Victoria, vuelvo en mí y lanzo un suspiro de satisfacción”.
Quizá resulta llamativo que dos concepciones tan distintas del cosmos, la determinista de Einstein y la indeterminista de Chesterton, puedan usar a Dios como argumento probatorio, pero, al fin y al cabo, Dios ha sido empleado para demostrar casi cualquier cosa, incluida su propia existencia en el argumento ontológico de Anselmo de Canterbury: “Puesto que Dios es imaginable, Dios debe existir”.
Sin embargo, Einstein eligió mal la metáfora de los dados para referirse a lo imprevisible, porque no hay nada más previsible que el azar. Es cierto que cuando lanzamos un dado, estamos en manos del azar, y que puede aparecer cualquier número del 1 al 6. Ahora bien, si Dios tomase sus decisiones acerca de cualquier cosa, por ejemplo por dónde saldrá el tren al llegar a Londres, si lloverá mañana en Seúl o si a Juan Pérez le tocara la lotería el mes que viene, y lo hiciera lanzando millones de tiradas de dados, entonces nos resultaría muy fácil predecir lo que va a suceder, casi con el mismo grado de exactitud que en un mecanismo determinista o que en cualquier cálculo probabilista que tan buenos resultados dan en la ciencia moderna.
Porque, aunque al tirar un dado existen seis posibilidades, al tirarlo millones de veces podemos saber sin ninguna duda que cada uno de los números saldrá una sexta parte de las veces. A no ser que Dios juegue con dados cargados, claro. Una posibilidad inquietante para creyentes y ateos.
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Nota en octubre de 2014: la explicación de lo que sucede en el universo como el lanzamiento de dados no esta nada lejos de algunas interpretaciones de la mecánica cuántica, como insinuaba Einstein, pero, en mi opinión, quizá no se trata de una tirada de dados realizada por un dios, sino del resultado combinado de millones de tiradas de dados, que dan, como he sugerido en el artículo un resultado probabilístico casi determinista.
[Publicado en enero de 2014]
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