Einstein y las explicaciones demasiado convincentes

Dennis Overbye, Las pasiones de Einstein, la vida íntima de un genio. Editado por Lumen

Estoy leyendo estos días [septiembre de 2005] Las pasiones de Einstein, una biografía de Einstein tanto desde el punto de vista científico como el personal. Su autor, Dennis Overbye, escribió hace muchos años un libro que mi amigo Jordi Torrent me recomendó (“uno de esos libros que nos gustan a ti y a mí”): Corazones solitarios en el cosmos, pero no llegué a leerlo. Creo que no está traducido.

Al volver a las queridas teorías de la física relativista, he recuperado los placeres de la reflexión pura, que son, junto a hacer el amor y bailar, los mayores que conozco. Precisamente leí hace unos días una frase de Confucio en la que decía: “¿Verdad que es un placer aprender y volver aprender las cosas?”. Sin duda.

La traducción del libro de Overbye

El libro de Overbye sobre Einstein se ocupa de todos los aspectos de la personalidad de Einstein de manera muy interesante, tanto los científicos como los humanos, con excelente explicaciones de los problemas que preocupaban a Einstein y a otros científicos a principios del siglo XX, y de cómo los fueron resolviendo.

La otra parte, a lo que se alude en el subtítulo (“La vida íntima de un genio”) es también interesante, aunque a veces cae en los tópicos de las biografías que quieren tener una explicación para todo, incluso para aquello que no tiene explicación o que no hace falta explicar.

Creo que a este tipo de explicaciones innecesarias y fantasiosas pertenece la que se establece entre Poincaré, Lorentz y Einstein:

“En comparación con el apuesto geómetra francés Poincaré y con el sofisticado y amable holandés Lorentz, Einstein era un mecánico, un niñato electrotechnisher con un afán de economía muy machiano [de Ernst Mach], y en contraste, con una necesidad casi biológica de principios fundamentales: universalidad, ley, orden, Dios -llámenlo como quieran-, logos. Obligado a elegir entre dos de estos principios –la insistencia de Mach en que sólo los movimientos y posiciones relativos tiene relevancia física y el aparente axioma de Maxwell de que las ondas de luz se mueven a velocidad absoluta c-, Albert acabó decidiéndose por los dos”. (Las pasiones de Einstein, 219)

En el párrafo anterior, Overbye plantea la cuestión del desarrollo del pensamiento científico de Einstein como si se tratará de algo casi inevitable dada su extracción social. Suena convincente y sugerente, pero me temo que es sólo una hipótesis ingeniosa.

En general descreo de las explicaciones deslumbrantes en las que todas las piezas parecen encajar como en un mecanismo perfecto, al menos cuando se trata de biografías. Si hubiese sido Lorentz (o incluso Poincaré) el que se hubiese decidido a dar el paso decisivo que conducía a las teorías relativistas, habría sido sencillísimo darle la vuelta al argumento y atribuir al carácter sofisticado y afable de Lorentz la razón de que decidiese que lo mejor era no enfrentar espacio y tiempo, sino unirlos en un sofisticado dúo.

Todo se explica estupendamente con este tipo de recursos tan propios del psicoanálisis y otras teorías psicologistas o sociologistas basadas en el poder de la metáfora, del símil o en una relación causa-efecto fácil, por que el truco en realidad se establece desde el efecto a la causa y no a la inversa: conocemos lo que hizo Einstein (el efecto) y entonces creamos la causa. Sin embargo, como bien explicó Popper, cuando se puede explicar todo, es casi seguro que no se está explicando nada.

Se me podría decir, no obstante, que es sabido que Poincaré bordeó la teoría de la relatividad y que se alejó de ella asustado. Sí, es cierto, pero también le sucedió lo mismo a Einstein al principio, hasta que se decidió a caminar en esa dirección revolucionaria llevado por diversas razones, supongo que algunas personales, pero casi todas fruto de su trabajo intenso en el problema. Y sin embargo, frente al desarrollo de la física cuántica, este mismo Einstein tan revolucionario adoptó una postura considerada conservadora. ¿Lo atribuimos ahora a que se estaba haciendo mayor? Puede ser, aunque pocos científicos han mantenido el vigor especulativo que Einstein mantuvo en su madurez, pese a que sus esfuerzos no alcanzaran en este caso el éxito y no fuera capaz de ofrecer una alternativa no probabilista a la física cuántica.

Ahora bien, hay que recordar que las biografías son quizá el género ensayístico más cercano a la ficción.


(Publicado en septiembre de 2005 en Mundo flotante)

CUADERNO DE CIENCIA

[pt_view id=»e379553w5r»]

 

Leave a Reply