¿Reflexiones impopulares?

Madrid - Santa Isabel (4)

Cuando hacia finales de marzo inicié un viaje a China, escribí durante el largo vuelo un balance del 15 M, que en mi opinión estaba entonces entrando en una fase de crisis, previsible y razonable, por otra parte. He publicado algunos fragmentos, pero buscaré esas notas y quizá las publique íntegras más adelante, pero ahora quiero señalar, ya con más tiempo para observar la evolución del movimiento, algunas cosas que no me gustan. En otro momento, espero, hablaré de las cosas que sí me gustan, que son muchas, aunque ya lo he hecho en varias ocasiones.

No me gusta toda la retórica antisistema y la puesta en cuestión de la democracia. Desde el principio me pareció poco afortunado el uso de la expresión “democracia real”. Esa era la manera en la que la antigua dictadura de la Unión Soviética definía su sistema: la democracia occidental era “democracia formal” y la suya era la “democracia real”. Es un argumento que todavía se usa en Cuba, por ejemplo, para sostener esa especie de sistema hereditario republicano en el que dos  hermanos se pasan el poder el uno al otro.

No me gusta el uso constante de la palabra “revolución”. La revolución no puede ser una especie de teoría política. Es un fenómeno que se produce de vez en cuando y que cambia las estructuras del poder, o al menos a quienes lo detentan. Algunas veces ese fenómeno conduce a grandes resultados, como en el caso de la revolución de los claveles de Portugal o las de Egipto y Túnez. Otras veces, muchas veces, demasiadas veces, es la puerta de entrada al desastre y el crimen (Unión Soviética, China, Corea del Norte, Camboya…) Como cualquier persona sensata y que desea la justicia me habría alegrado con la Revolución francesa en su momento, como se alegraron Goethe, Hegel, Schelling, etcétera. Como cualquier persona sensata me habría espantado ante el Terror posterior, como se espantaron ellos, cada uno desde su propia posición ideológica. La Revolución inglesa trajo a Cromwell, la francesa el Terror, la rusa y la China el Terror de masas multiplicado. La revolución está justificada en muchos casos, pero casi siempre, en especial si es violenta, no sólo sirve para derribar el poder establecido, sino para establecer el siguiente poder con la fuerza de las armas, algo que ya denunció con mucha lucidez Woody Allen en el epílogo de Bananas, cuando el viejo revolucionario se convierte en el nuevo dictador.

Es evidente que en países como Egipto o Túnez hace falta algo parecido a una revolución, pero en otros como España lo que hace falta es sobre todo evolución. Llamar revolución a cualquier protesta es, además de un simplismo, una de las mayores aplicaciones del pensamiento mágico, una especie de mantra que se repite como si contuviera la solución de todos los problemas. La revolución casi nunca es deseable (excepto en las dictaduras criminales), sobre todo si provoca una inestabilidad permanente: es cierto que suministra diversión a unos cuantos, los que se lo pueden permitir, pero perjudica a muchas más personas, especialmente las más desfavorecidas.

Los sectores que menos me gustan del movimiento del 15 M son los que hablan constantemente de revolución, los que presumen de atacar el control del estado y los que emplean el anonimato para actuar de manera impune, usando, por ejemplo, su poder informático, para tumbar las páginas que no les gustan y ocultándose detrás de máscaras de Guy Fawkes, el hombre que quiso volar el Parlamento inglés con todo el mundo dentro. A pesar de que en cierta medida sigo considerándome anarquista, tengo claro desde hace muchos años que actualmente el más extendido es un tipo de anarquismo, emparentado con el ultraliberalismo americano, que es el reflejo invertido, pero no lo contrario, del fascismo de personajes como Unabomber o el asesino noruego. Una forma de elitismo antisistema que se basa más en el rencor, el odio y la envidia que en la lucha por la justicia o la libertad. Sería injusto considerar que el 15 M se reduce a esos sectores, pero sería iluso también no darse cuenta de que están ahí, con una presencia destacada, aunque supongo que muchos de los que llevan las máscaras inspiradas en Fawkes y el comic V de Vendetta de Alan Moore ni siquiera saben lo que significa. No me gusta el uso de máscaras y del anonimato con fines políticos, ni el uniforme robótico de caras hieráticas sonrientes, ni los modos de actuar ni las intenciones. Pero no quiero detenerme en este asunto porque sería injusto distorsionar el movimiento centrándolo en el sector más extremista, que es, como decía uno de los lemas del 15 M, más que parte de la solución, son parte del problema.

No me gusta la tendencia de muchos de los participantes en el 15 M, los indignados, o como queramos llamar a este fenómeno, a autodenominarse “pueblo”. El “pueblo” es una entelequia que sirve para justificar cualquier cosa y se podrían decir muchas cosas acerca de ese asunto, pero para no desviarme del tema, diré simplemente que nadie tiene derecho a  autonombrarse como “el pueblo”. El pueblo no habla casi nunca y si lo hace es brevemente. Podemos decir, si somos flexibles, que una parte del pueblo, quizá una parte importante pero no mayoritaria, habló, hablamos, el 15 de mayo. Pero ya no sigue hablando. Ahora hablan personas y grupos, que tienen todo el derecho a hablar, pero no a calificarse como la voz del pueblo.

Me inquieta cada vez más la insistencia en lemas como “No nos representan”. Si eso quiere decir que un grupo concreto formado por Fulano y Mengano y otras diez, cien, mil o diez mil personas no se sienten representados por los políticos actuales, estupendo. Yo tampoco me siento representado ni creo que pueda sentirme plenamente representado por ningún político o partido. Sólo puedo sentirme más o menos cercano o lejano a uno u otro y puedo pensar que es preferible que gobierne uno u otro, pero, a pesar de mi falta de identificación con ellos, esos políticos han sido elegidos en unas elecciones democráticas y, por poco que me gusten, sí que representan a la población española, y están en su derecho a hacerlo, al menos hasta que no se invente un sistema menos malo que la democracia parlamentaria. También estoy de acuerdo cuando ese lema se aplica, como se ha visto en muchas manifestaciones a los «políticos corruptos», porque es obvio que no deberían poder representarnos. El problema es que me temo que la frase “no nos representan” se emplea muy a menudo con otro sentido, el absoluto: “[Los políticos] no nos representan a nosotros [que somos el pueblo]”. Lo siento, pero eso no puedo aceptarlo. Con todos los errores y defectos de la democracia española, que son bastantes, los políticos no sólo nos representan, sino que, lamentablemente, nos representan demasiado bien: sólo así se explica que los madrileños elijan una y otra vez con mayorías absolutas  a Esperanza Aguirre, o que los valencianos eligieran también mayoritariamente al “corrupto” Camps. He puesto entre comillas lo de corrupto no porque yo crea o no crea que Camps es corrupto, aunque conviene recordar a muchas personas que uno de los elementos del estado de derecho es la presunción de inocencia. Camps va  ser juzgado (no está mal para un sistema podrido) e incluso se ha visto obligado a dimitir. Es una prueba de que los mecanismos legales y la libertad de prensa funcionan bastante mejor de lo que se dice una y otra vez. Pero, al margen de que sea culpable o no Camps, me parece que la desmesurada atención a sus trajes hace que el debate político quede prácticamente reducido a cero. ¿Los trajes de Camps es lo peor que podemos decir de Camps? Hay que tener cuidado con estas obsesiones porque esa es la mejor arma de la derecha populista, como bien sabe desde hace décadas Berlusconi: que todos se centren en tus rarezas, escándalos y extravagancias y la política quede a un lado. Es un método que funciona. Funciona muy bien.

Capitalismo (las orejas de Mickey Mouse, el anuncio de L’Oreal al fondo), nazismo (Himmler), Europa=dinero (el signo del euro) y los políticos de la democracia («No nos representan»). Ingenioso, pero ¿es todo lo mismo? ¿O es un perfecto ejemplo de esa manipulación por la imagen que tanto se denuncia?

Tampoco me gustan esas consignas tan repetidas de “No se trata de cambiar el gobierno, sino el sistema” ¿Qué quiere decir eso exactamente? ¿Se refieren al sistema capitalista, a la democracia? Es obvio que hay que cambiar tantas cosas que, si se lograran cambiar todas, casi podríamos hablar de un cambio de sistema, pero me temo también que no hay atajos y que la manera más segura de lograr cambiar el sistema es a través de los mecanismos (quizá en muchos casos reformados y reformables) del propio sistema: hacer nuevas leyes, desarrollar nuevas propuestas, porque siempre habrá nuevos problemas que afrontar cuando se resuelvan los que hay ahora. Muchos se han resuelto en los últimos años: un avance impresionante en la legislación internacional, la persecución de dictadores y militares criminales más allá de sus fronteras, la progresiva igualdad de derechos de las mujeres, la construcción de una Europa unida en vez de países permanentemente en guerra, la construcción de un estado de bienestar como nunca ha existido en toda la historia de la humanidad, los derechos de la población homosexual, la abolición de la pena de muerte en cada vez más países del mundo, la sanidad universal aprobada ayer mismo en España, el comienzo del fin de los paraísos fiscales a raíz de la crisis…

A lo mejor deberíamos parecernos a los noruegos que dicen que sí se sienten representados por sus políticos, porque a lo mejor la culpa no es sólo de los políticos sino de todos nosotros, que hemos estado de vacaciones mientras no había crisis y que ahora que nos ha caído la crisis encima nos ha venido también de repente un angustioso sentido de la responsabilidad, aunque volcado fundamentalmente en decir qué es lo que hacen mal los demás (que lo hacen, no lo dudo). A lo mejor los políticos están solos porque les hemos dejado solos. Cada uno es libre de implicarse más o menos en política (yo en particular confieso que nunca me ha tentado el asunto), pero quien quiera hacerlo tiene instrumentos suficientes para ello. Lo que pasa es que hay que usarlos. En Noruega muchos empiezan a los catorce años, por eso entre los muertos causados por el criminal antisistema fascista en la reunión de juventudes socialistas había muchos adolescentes.

Tampoco me gusta la soberbia de muchos participantes del movimiento, su chulería, la manera en la que se expresan como si tuvieran la solución a todos los problemas y los políticos fuesen tan increíblemente estúpidos que prefieren precipitarse en la nada antes que adoptar soluciones que están ahí , a la vista de todos. Sabemos, por ejemplo, que la ley electoral española es injusta, pero tampoco está tan clara la solución: ¿el modelo alemán, el francés, el inglés el americano? Casi todos, por cierto, son más injustos: si no me equivoco, en el americano el perdedor en un estado no tiene representación aunque saque el 40% de los votos. Es decir el partido perdedor de Texas se queda sin representantes durante cuatro años. Hay que cambiar muchas cosas, sí, pero pensar que la solución es sencilla o que ya la tenemos aquí delante es un ejemplo de lo que los ingleses llaman wishful thinking, pensamiento ilusorio, que consiste en dejarnos guiar en nuestros actos por lo más nos complace, en vez de en el análisis de situaciones reales, confundiendo los deseos con la realidad, avanzar a  golpes de emociones. Las emociones son importantes, muy importantes, pero también lo es el análisis realista, el trabajo diario sensato una vez que hemos salido del parque de atracciones emocional.

Debido a lo anterior, tampoco me gusta el recurso a argumentos simplistas con los que se obtiene el aplauso fácil, el decir lo que los que escuchan quieren escuchar, la actitud de aquellos que, como decía alguien, “siempre tienen razón, pase lo que pase”. Están los que siempre tienen razón y los que se ponen a hacer las cosas y descubren que no son tan fáciles como imaginaban. Creo, además, que lo popular no es ninguna garantía y que un buen político no debe decir lo que el pueblo, sea eso lo que sea, quiere que diga, sino lo que él cree. Recuerdo unas declaraciones en este sentido de Adolfo Suárez, cuando le decían que un político debía hacer lo que el pueblo quería que hiciera. Dijo algo así como que un político debe tener oído para escuchar las demandas sociales, pero no debe hacer lo que el pueblo le dice que haga, sino lo que él cree, de manera acertada o equivocada, que debe hacer. Un político debe decir: “Esto es lo que yo quiero hacer, si te parece bien dame tu voto y si ves que no lo hago, retíramelo”. Quizá esa integridad final le precipitó desde sus 162 diputados a sólo dos (él y Rodríguez Sahagún). Si se atendiesen los deseos del “pueblo” (de la mayoría de la población) en muchos países, entre ellos posiblemente España, habría pena de muerte, no habría derechos homosexuales y tantas otras cosas a las que inevitablemente nos llevaría seguir la voz popular.

Es cierto que a veces los políticos están por delante de eso que podemos llamar mayoría social, mientras que en otros casos están por detrás, como en las maravillosas y pacíficas revoluciones de pueblos supuestamente “no preparados para la democracia” como Túnez y Egipto. Pero no hay una fórmula mágica. En mi opinión, los políticos, los que a mí me gustan, los que creen en políticas progresistas, en compensar las desigualdades sociales, tienen que estar por delante de la sociedad y ser en cierto modo “impopulares”, como lo era Bertrand Rusell cuando publicó sus Ensayos impopulares, que con el tiempo se convirtieron en lo que todo el mundo pensaba, pero no porque Rusell se adaptara a la gente, sino porque la gente cambió de manera de pensar, en parte gracias a Russell.

Otro asunto es el entusiasmo. El entusiasmo es un mal consejero. Yo siento verdadero entusiasmo de manera natural por algunas cosas, más que nada por estar vivo. Me gusta la vida, disfruto del mundo, siento un gran placer casi simplemente al despertarme y cuando camino por la calle, observando cualquier pequeño detalle. Disfruto muchísimo, incluso de los malos momentos, porque creo lo que decía William Blake: “El hombre ha sido hecho de alegría y dolor y cuando entendemos esta verdad marchamos más seguros por un mundo mejor.” Quiero decir con esto que no necesito estimulantes artificiales del entusiasmo (me parece que muchas personas sí los necesitan y los buscan casi con desesperación). Pero aunque el entusiasmo me llena de fuerza, no me dejo llevar por el entusiasmo, porque también creo lo que decía Aristóteles: que una vida sin reflexión no merece ser vivida. He vivido el entusiasmo del 15 M desde el primer día y he disfrutado muchas noches en Sol, pero no puedo distorsionar la realidad que ahora observo para seguir viviendo en un entusiasmo acrítico.  Insisto en que el entusiasmo es una emoción estupenda pero no es una forma de pensar estupenda. El entusiasta tiende a creer que hay mucha más gente que piensa como él de la que en realidad hay, y que basta con desear mucho las cosas para que sucedan. Garton Ash decía que él era optimista de la voluntad pero pesimista del intelecto. No está mal, pero incluso podríamos decir “optimista de la voluntad, realista del intelecto”. Creo que lo que ha pasado es maravilloso y que ha dado lugar a muchas cosas buenas, pero que el abuso de una manera de actuar entusiasta, acrítica y soberbia, la movilización permanente que ya se hace cansina, la búsqueda de titulares constante, la ocupación sin criterio ninguno de lugares emblemáticos como Sol o los aledaños del Parlamento para así salir en las noticias y la multiplicación de consignas están estancando el asunto más que favorecerlo. De hecho me inquieta bastante que haya tantos lemas y consignas. El discurso de lemas, de aforismos, de frases estupendas e impactantes, es un  rasgo de ingenio, pero no la mejor estrategia para profundizar y resolver los problemas. Por otra parte, como le dije  a mi amigo Marcos en los primeros momentos que anunciaban la crisis del movimiento (en la resaca de las elecciones) el estado natural de los españoles es la indignación. El español es un indignado por definición, que siempre se está quejando (ya lo hacía antes de la crisis), así que pedirle que se indigne más es como echar gasolina al incendio. Hessel contaba en una entrevista que él no quería llamar a su libro Indignaos y que fue más bien una decisión comercial por parte de sus editores. Ahora ha escrito una continuación que se llama Comprometeos, porque sabe que el entusiasmo de la indignación sirve para ponerse en marcha pero no para avanzar con paso seguro hacia cambios que valgan la pena. Quizá su tercer libro debería llamarse Reflexionad. Lo escribiría yo mismo, si no fuera porque no me gusta decirle a la gente lo que tiene que hacer, ni los verbos imperativos.


POLÍTICA

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23 Comments

  • joako

    Pues en unos puntos te doy la razón y en otros no. Sólo me voy a parar a hablar de un tema en particular, sin ánimo de que lo consideres crítica al artículo completo.

    Se trata de la democracia representativa que tenemos ahora. No es buena, permite que un voto otorgado cada cuatro años justifique las decisiones de un político durante todo ese periodo, no importa cuales sean. Esto lleva a los políticos a hacer promesas electorales que no tienen por que cumplir (o no pueden), Zapatero prometiendo pleno empleo hace 4 años es un ejemplo doloroso. O a incumplir flagrantemente el programa electoral por el que fueron votados (no haré recortes sociales por ejemplo). Y lo peor es que se saben inmunes a casi cualquier repercusión porque en un sistema como el nuestro, el voto no es a «creo que esto es lo mejor» sino «la otra opción es mucho peor».

    Aunque por otro lado tienes mucha razón en que tal vez el termino «representativa» es demasiado literal y que tenemos lo que nos merecemos. En todo caso, por mucho que nos lo merezcamos, yo creo que algo mejor es posible y que los griegos eran unos genios, pero que a lo mejor se puede seguir retocando esto que llamamos democracia hasta que se convierta en algo mejor.

    No sé si fue contigo o con otra persona, pero una buena metáfora sería decir que ya va siendo hora de que esta democracia analógica, entre en la era digital.

    • danieltubau

      Estoy bastante de acuerdo con lo que dices Joako. Como es obvio, en un breve artículo apresurado no se puede decir todo y hay muchos matices que yo mismo me haría. En lo de la democracia representativa: es cierto lo que dices de entrar en la era digital y creo, en efecto que hay muchas cosas que podrían mejorar la democracia con el uso de Internet. Un ejemplo excelente, si recuerdo bien, es el del alcalde de Sao Paulo, que puso en Internet a disposición de todo el mundo los datos de las cuentas públicas y en qué se estaba empleando cada cantidad del presupuesto. Respecto a otras posibilidades a las que quizá aludes, como el plebiscito permanente a través de Internet, no estoy tan seguro. No me gusta la política a golpe de plebiscito, que alienta de manera terrible la demagogia y el que los políticos digan lo que la gente quiere escuchar. Creo que hace falta que haya unos plazos mínimos, y no parece mal cuatro años, para que se puedan llevar políticas en algunos casos impopulares pero necesarias. Si hubiese elecciones todos los años creo que casi todos los países se precipitarían en la ruina en poco tiempo. De hecho hay muchas elecciones ya, casi cada año: generales, europeas, autonómicas, municipales…
      Hay mucho que aprender del uso de Internet, cierto, pero también sabemos que los cambios precipitados a menudo llevan a retrocesos. Siento repetir un tópico manido, pero creo que aquí se debe aplicar el dicho: «los experimentos con gaseosa». Cuidado, no vaya a ser que queriendo arreglar todo estropeemos casi todo.
      Sí creo, como pareces insinuar que habría que reformar el sistema electoral por razones evidentes. Una de ellas es que no vale lo mismo el voto de unos y otros ciudadanos (a causa de la compensación de la ley D’Hondt para complacer a los nacionalistas de las autonomías llamadas históricas). Otra es que creo que son preferibles las listas abiertas y la libertad de voto, aunque también es cierto que en cuanto un político empieza a a hablar con voz propia le llaman chaquetero y traidor. La cultura democrática de los españoles tampoco es de las más refinadas del mundo y más allá de la queja y el grito, pocos son capaces de exigir con responsabilidad a su clase política. Creo también que en las generales debería haber circunscripción única y segunda vuelta para que los ciudadanos pudieran elegir entre una propuesta conservadora y otra progresista, aunque eso favoreciera cierto bipartidismo; a veces el bipartidismo es más justo y representativo si una mayoría social progresista no logra, sin embargo,gobernar: recordemos el reciente caso bochonorso de Extremadura. No digo que sea lo mejor, digo que asunto es complejo.
      Es cierto que los griegos eran unos genios pero también lo es que hemos mejorado muchísimo su democracia y seguimos haciéndolo: allí sólo votaba el 30% de la población.No lo hacían ni los esclavos, ni los metecos o extranjeros si recuerdo bien, y por supuesto no votaban las mujeres.
      Así que estoy decididamente a favor del cambio y de la mejora del sistema democrático, y por supuesto del capitalismo de casino que hemos vivido en las últimas décadas, pero con ideas razonables, razonadas y meditadas,no de cualquier manera ni con soluciones mágicas o simplemente voluntaristas. En el lado optimista, diré que creo que una de las mejores cosas del 15 M es que, a pesar de estas cosas que aquí he criticado, se ha visto en muchos aspectos una evolución del pensamiento político extraordinaria. Por poner un ejemplo: el rechazo mayoritario a las soluciones violentas. Mucha gente ha dicho también muchas cosas inteligentes. De ahí que me parezca lamentable que se oscurezca un poco todo eso por culpa de las cosas que critico en el artículo.

  • marcos

    Holotas…

    El artículo está bien, aunque quizás me hubiera gustado más si hubiera estado acompañado de propuestas y no solo de críticas.

    En general, la situación del movimiento 15m es ahora mismo muy frágil. Hay una especie de pulso entre las personas que detestamos la violencia y que somos partidarios de la democracia y unos grupos minoritarios de violentos que no se sabe bien qué diantre quieren proponer en vez de la democracia (es una especie de ley del oeste espantosa). Los minoritarios son muy minoritarios, pero tienen mucho alcance mediático, por lo que desde fuera es fácil confundir a la parte por el todo. ¿Con qué se queda el público de una mani, con las miles de personas que se han manifestado pacíficamente o con los cuatro imbéciles que queman contenedores para jugar al club de la lucha con la policía?

    Hay muchas personas trabajando en muchos frentes para articular el movimiento en torno a sus ejes primigenios: la horizontalidad, la transparencia, el pacifismo y la pluralidad como estrategias con las que defender algunas ideas clave, tal que la necesidad de controlar los desmanes financieros, la corrupción política o la importancia de mejorar los sistemas de participación democrática.

    Y esto además está sirviendo para algo formidable: el (re)impulso de la sociedad civil, el encuentro entre vecinos, entre personas que no se conocían de nada, para hablar de política, de cómo pueden mejorar las cosas, de racismo, de derechos humanos… En fin, que donde antes solo existía el fútbol, ahora aparecen nuevas inquietudes de naturaleza más solidaria.

    Y todo esto con la dificultad añadida de que el movimiento apenas tiene unos tres meses de vida. Mucha madurez se está pidiendo a quien apenas está empezando.

    Así, aunque comparto tu diagnóstico sobre lo que está pasando con algunos sectores del movimiento, mi duda es si por esos sectores hay que dejar todo lo demás. Por decirlo con una metáfora futbolera que ya te he comentado: ¿deben los seguidores del real madrid de dejar a este equipo por los ultras o, por el contrario, deben de procurar que los ultras no se conviertan en los abanderados del real madrid?

    No lo tengo claro. Creo que hay que esperar a septiembre, ver si conseguimos aprender de nuestros errores, ver si somos capaces de crear estructuras de organización que marginen a los violentos y a los totalitarios… intentarlo al menos. Y si no lo logramos, entonces ya sí abandonar el proyecto.

    • danieltubau

      Estoy más o menos de acuerdo con mucho de lo que dices, aunque matizaré algunas cosas. La fundamental es que en el artículo no faltan propuestas: es una propuesta de principio a fin.
      Cada cosa que se critica es una propuesta implícita a hacerlo de otra manera. Pero es también una propuesta explícita en varios momentos a huir del simplismo, a razonar con rigor, a analizar la realidad sin dejarnos llevar por nuestros deseos, por magníficos que sean. Si lo he escrito es porque creo que en momentos como este criticar ciertas cosas, y especialmente las más visibles, es quizá lo más necesario y lo que más puede ayudar a que todo el asunto no se convierta en pasto para la demagogia de Intereconomía y similares. No les demos lo que más les gusta. Precisamente porque no creo que haya que usar alucinógenos intelectuales, pienso si uno ve ciertas cosas debe mostrarlas y no fingir que no están ahí y que es mejor que las digamos bien claramente nosotros, los que sentimos simpatía y hemos participado de alguna manera, antes de que las digan los que siempre se han sentido ajenos a ello.
      Si lo positivo que está sucediendo en muchos lugares, como als coass que mencionas, y que ha puesto en marcha el 15 M tiene una cierta solidez no creo que necesite de la parafernalia más o menos vistosa, sino más bien todo lo contrario: conviene no sostenerse en un ídolo que luego se puede caer (al final siempre se caen) y llevárselo todo con él. No hay por qué abandonar el proyecto, ni yo planteo tal cosa. A lo mejor sí el Proyecto, pero no los proyectos. Los mitos son muy vistosos pero en algún momento conviene dar el paso siguiente y arriesgarse a vivir a la intemperie de la razón.

  • marcos

    OK. Sí, sin duda, lo que más necesita este movimiento ahora es reflexionar sobre cómo se hacen las cosas y qué es exactamente lo que se quiere hacer. ¿Podremos hacerlo? ¿Conseguiremos encauzar toda la energía que se ha desatado hacia la construcción inteligente y pacífica de propuestas sociales y políticas saludables? O, por el contrario, ¿los iluminados totalitarios violentos conseguirán «apropiarse» de estas sinergias? Y, en caso de que el movimiento perezca en manos de los violentos, ¿conseguiremos por lo menos mantener viva la sociedad civil que está (re)apareciendo o volveremos al fútbol como único punto de inquietud colectiva?

    En cualquier caso, es de agradecer artículos como el que has escrito, pues, insisto, lo que necesitamos ahora es autocrítica y mucha, pero mucha, capacidad de aprendizaje.

  • julieta cedillo

    he estado leyendo alguno de tus fragmentos de tu viaje y me parecen muy interesantes, tienes razon en el sentido de no sentirte satisfecho en tus opiniones con respecto a la democracia real, ya que considero que la democracia es para que el pueblo tenga libertad de pensamineto y expresion y no tener una democracio impositiva . me gustan mucho tus pensamientos

  • julieta cedillo

    he estado leyendo alguno de tus fragmentos de tu viaje y me parecen muy interesantes, tienes razon en el sentido de no sentirte satisfecho en tus opiniones con respecto a la democracia real, ya que considero que la democracia es para que el pueblo tenga libertad de pensamineto y expresion y no tener una democracio impositiva . me gustan mucho tus pensamientos

  • ivan Tubau

    En líneas generales, que mayormente comparto, estupendo artículo. Me gusta sobre todo que se cuestionen las palabras democracia y pueblo: si pueblo no quiere decir nada, que es lo que pienso yo, porque tan pueblo es Botín como el barman que le sirve un café cortado, entonces democracia, que es algo así como «gobierno del pueblo», aún quiere decir menos. Pero la «democracia» representativa mediante elecciones periódicas (sí, cada cuatro años está bien) es al único sistema que se ha mostrado útil para acercarse a lo que yo considero el desiderátum: el Estado de Derecho, garantista mediante leyes estrictas revisables pero no cambiables, y protector –sí: protector– relativamente igualitarista sin violencia. Y eso solo puede conseguirse mediante un impuesto progresivo bastante severo, para que los ricos sean un poco menos ricos y los pobres un poco menos pobres; o sea: hacer imposible o al menos muy dificultosa la huida de capitales hacia paraísos fiscales, de modo que los menos favorecidos tengan escuelas y hospitales gratuitos y de calidad. De hecho, bastaría con hacer realidad el primer párrafo de la Costitución, que define (mucho mejor que la republicana de 1931 por cierto) qué es España: Un Estado social de Derecho. Si realmente lo fuera…

    • danieltubau

      Como sospechabas, sí, es cierto estoy tan de acuerdo con lo que dices que poco más puedo añadir. Hay dos instrumentos de acción política y de construcción de una sociedad más justa que considero hasta ahora insuperables: el estado de derecho tal como lo defines y el sistema democrático para regular, no que la sociedad esté gobernada por los mejores (cosa que nadie se sabe cómo se puede hacer, teorías aristocraticistas o nazis al margen) sino para poder regular y censurar el uso de ese poder y no tener además que usar la violencia para echar a quienes lo detentan. Lo del estado de derecho y los derechos humanos es una premisa básica de partida, lo otro, el sistema democrático parlamentario, un instrumento que se puede usar mejor o peor, perfeccionar más cada vez y utilizar para construir mediante leyes y diversos mecanismos una sociedad más justa.

  • Carolina

    Comulgo con buena parte de lo que dices. Por otro lado, creo que la palabra sistema se presta a la ambigüedad y a la confusión. Y para terminar, una inquietud: no tengo claro cómo se articulan, en ocasiones, la acción y la reflexión. En mi caso, no sé si es culpa de esto último o de la simple pereza, me cuesta movilizarme e involucrarme en algo. Todo lo que pasó el 15M me levantó de la silla de manera instintiva. Luego fui reflexionando a la vez que iba a alguna asamblea y trataba de ver qué pasaba por allí. Pero la mirada crítica constante creo que afecta a mi capacidad de compromiso con algo. No sé realmente si es así, insisto, o simplemente pierdo fuelle por mi propia naturaleza contemplativa. Pero también hay momentos en que los ritmos de una y otra tarea me parecen poco compatibles. Salud.

    • danieltubau

      Salud carolina. Pues sí, a mí me pasa lo mismo. Me levanté también de la silla, a pesar de mi rechazo casi instintivo a las multitudes y participé en ello con ganas durante un tiempo. Aunque el ser humano puede protestar y conseguir cambios al unirse en masa, pensar en masa es verdaderamente difícil.

  • Jesús

    Ciertas expresiones del texto son desafortunadas, como decir que ya estaba entrando en crisis algo que acababa de empezar (es un triste empeño en dar por muerto el oso, cuando está saliendo de la madriguera) o calificar de grandes resultados las revoluciones de Egipto y Túnez (Egipto, que yo sepa, está gobernado ahora por una junta militar). A mí también me gustaría vivir en un mundo sin violencia y sin terror, pero me parece simplificar la Historia, «wishful thinking».¿Cómo pretender que la realeza, la aristocracia y la Iglesia francesa renunciasen a sus privilegios? ¿Invitándoles amablemente a que se fueran, mediando quizá un Woody Allen dieciochesco? Sobre el anonimato político: en la España de 2011, por cualquier opinión te juegas el pan, ése es el páis en que vivimos, así que en ausencia de una sociedad libre, es la única forma de expresarnos libremente. Lo que no supone necesariamente que esa expresión no se pueda hacer desde la responsabilidad. Y no, esos políticos no nos representan, o por expresarlo de forma más ajustada, cada día nos representan menos a los ciudadanos y más a otros intereses oscuros. Como dejan claro cuando son capaces de llegar al poder no ya para no cumplir sus programas, a lo que ya nos tienen acostumbrados, sino para llevar a cabo acciones de gobierno que no estaban en su programa (CiU, Cameron, PPsoe, etc). Por no hablar de la ley electoral, que en su origen fue diseñada por el Consejo del Movimiento Nacional, poniendo así sus condiciones para que el proceso de «transacción» siguiera adelante.

    • danieltubau

      Supongo que no estamos demasiado en desacuerdo, a pesar de que lo parezca a primera vista.Sólo matizaré algún detalle. Cuando hablo de grandes resultados en Túnez o Egipto no me refiero a lo que hay ahora, sino a lo que sucedió: la caída de los dictadores. Además fue de manera pacífica (por parte de los que protestaban) y tampoco con la intención de crear uan nueva dictadura islamista. Eso no quiere decir que ya todo se haya arreglado, ni mucho menos. es un proceso que puede llevar diez, veinte o treinta años según los casos y que incluso podría dar marcha atrás. Pero del mismo modo que no podemos culpar a la revolución francesa del Terror auqneu desembocara en el terror y una nueva dictadura (en este caso de Napoleón), tampoco es justo hacerlo con las revueltas árabes. En el caso de Libia es todavía más preocupante porque se ha producido una guerra, y con la guerra y la violencia los que salen ganando son siempre los peores. La revolución risa también fue estupenda para acabar con el zarismo, me refiero a la verdadera revolución, la de febrero, que no fue sangrienta. El golpe de estado de octubre por un partido en minoría (la «revolución» de octubre) dio paso a una dictadura de 70 años. Así que hay que tener cuidado con caricaturizar cualquier opción de cambio que no pase por la revolución.
      Que en la España del siglo 21 te juegues el pan por «cualquier» opinión me parece fuera de lugar. Con expresiones tan exageradas se contribuye poco a realmente combatir las situaciones en las que tal cosa pueda suceder.En caunto a intereses «oscuros», bueno son bastante claros todos ellos y están localizados en gran parte. Yo diría inclsuo que hay intención de poner coto a esos intereses, y a ello contribuye el 15 M y cualquier movimiento de repulsa, además de que es necesario que quien pueda hacer algo, aunque sea poco, tyenga el apoyo suficiente. EN EEUU la gente se decepcionío porque Obama no había traído el paraiso en dos años y no le dieron apoyo en congreso y senado, con lo que sus reformas se detienen una y otra vez. Si el PP gobierna en España seguramente se van a perder muchas medidas sociales. La pena es que el PP si parece representar al 40% de los españoles, aunque no nos represente ni a ti ni a mí. Algunos piensan que cuanto peor mejor y prefiere y creen que si gana el PP se llegará antes al cambio radical: es una ingenuidad porque eso nunca se produce (fue la que llevó a Hitler al poder: la abstención de los comunistas).
      La ley electoral, insisto, tiene bastantes defectos, pero no es ni mucho menos de las peores: mira la proporcionalidad representativa en EEUU o Reino Unido, por ejemplo. En fin que creo que la diferencia fundamental está en el tono y la manera de argumentar recurriendo a frases impactantes y en mi opinión simplistas, que es precisamente una de las cosas que más reprocho en la entrada. En lo demás estamos casi de acuerdo. Yo también quiero que las cosas cambien, pero para bien.

  • Jesús

    Y para botón de muestra, la entrevista que el otro día hizo Fuentes a Vicenç Navarro. Si en una radio pública es posible que se cometa un «crimen periodístico» así, ¿no es un poco retórico hablar tanto de estado de derecho y de democracia? Despertemos. El mundo está cambiando y no sabemos aún hacia dónde.

    (Y conste que no afirmo que no vivamos en una democracia, sino que su calidad no me parece aceptable).

    • danieltubau

      Lo mismo de antes. Calificar lo de la entrevista a Vicenç Navarro como «crimen periodístico» aunque sea entre comillas, me parece desproporcionado. Esa entrevista es precisamente una muestra de que no todo es lo mismo. No es lo msimo CIU que PSOE y no es lo mismo los entes públicos de un gobierno como el de España que como el de Catluña o el de Madrid: nunca la televisión pública española ha sido menos partidista y manipuladora (excepto si acaso en la etapa de Castedo). Eso, probablemente, lo vamos a perder tras las próximas elecciones.
      Y no, no es retórico hablar de estado de derecho y democracia. Cuando eso sea retórico estaremos apañados.A mí tampoco me gusta la calidad de nuestra democracia e incluso de nuestro estado de derecho, pero basta observar que hace nada todo un presidente de una comunidad autónoma se ha visto obligado a dimitir (sin ni siquiera ser declarado culpable de nada todavía) gracias a que funciona el estado de derecho. Un saludo

  • pilar felipe

    Daniel, ante mi sorpresa,
    coincido casi en todo con tu analisis que expresa lo que yo pienso pero mucho mejor explicado y por eso lo he colgado en mi facebook … espero que no te importe…

    .

  • Jesús

    «Una de las cosas que más sorprenden y encantan a los observadores y a los protagonistas de un suceso revolucionario, prerrevolucionario o pararrevolucionario, es el estallido conversacional. Todos hablan de todo con todos: se disuelven como azucarillos las barreras que separan a unos de otros y a cada uno de sí mismo. […] Una revolución es una inmensa conversación: un rescate del ser de las garras del valor».

    Jesús Ibáñez, El regreso del sujeto

    Es la primera vez que leo algo tuyo, así que te pido disculpas si no contextualizo adecuadamente tus opiniones. Quizá por ello haya sentido cierta urgencia en polemizar contigo, al desconocer tu visión del 15-M y juzgarla sólo a partir de lo que afirmabas aquí arriba. Creo que tienes razón cuando dices que es más lo que compartimos que lo que nos separa. Yo también me identifico con lo libertario, aunque no me considere anarquista. Tampoco me gusta el anarquismo de derechas, un individualismo extremo, con una retórica falsa, porque como ya sabemos capital y estado van de la mano, y a menudo para conculcar los derechos humanos.
    Quizá sea exagerada la expresión «crimen periodístico», fruto de la prisa propia de este medio, pero poco oportuna para una réplica a un artículo de opinión Pero sí creo que puede calificarse de una barbaridad, de nuevo entrecomillado, lo que hizo ese periodista. En un primer momento, la indignación sentida nos puede llevar a pensar que fue un trabajo de encargo. Tras una sosegada reflexión, es posible concluir que aquello partió del propio periodista. El periodista se ha disculpado públicamente, pero el daño ya está hecho. Por otra parte, también me parece que, cuando avanzas lo que va a ocurrir con la radio y la televisión pública tras el 20-N, en cierta forma me estás dando la razón. A eso me refiero con la retórica sobre el estado de derecho y la democracia. Vemos como derechos que deberían estar protegidos son sistemáticamente incumplidos. Como ocurre en el ámbito laboral. Puede que haya formas más afortunadas de expresarlo, pero es una realidad que está ahí, para quien quiera verlo.
    Nos vemos obligados a simplificar. Es una tendencia habitual en el ser humano, porque necesita manejarse con la realidad, con su complejidad. Uno de las características que a mí me parece sobresaliente del 15-M es que ha sido una escalera de la voz para colectivos e individuos que necesitan expresar su oposición. Creo que el problema no está tanto en el uso de frases impactantes, panfletos o posiciones simplistas (sobre todo estas últimas, porque si es cierto que las vanguardias y las minorías producen el valor intelectual que va a permitir el cambio, también me parece que sin la simplificación es complicada la acción colectiva y la construcción del sujeto que puede llevarlo a cabo), sino en que las posiciones se enquisten, en que no seamos capaces de construir juntos. Este verano, hablando con dos anarquistas, uno de ellos muy comprometido con este movimiento, me llamó la atención una afirmación que hizo, algo que se le escapó, como pude interpretar por la forma en que reaccionó al darse cuenta de lo que había soltado. Dijo que «antes del 15-M, él ya estaba ahí». Hablaba de su militancia de toda la vida. Últimamente oigo decir cosas muy parecidas, como yo ya estaba indignado antes del 15-M. Son afirmaciones que puedo comprender perfectamente pero que me preocupan. Son los que tienen demasiado claro cómo tiene que ser este movimiento, cuando en realidad es algo nuevo, a lo que debemos dar forma entre todos. A mí me parece que partiendo de la ignorancia es posible construir, superándola, una democracia que funcione. Que se trata de politizar (sin caer en tentaciones totalitarias) a la sociedad civil, para posibilitar precisamente una democracia más cercana a la noruega, cuya admiración creo que compartimos. Estoy de acuerdo en que la revolución de febrero de 1919 era la que tenía el pedigrí democrático, pero las cosas salieron de otra manera. Probablemente esa revolución no hubiera sobrevivido a la invasión de las potencias occidentales, cosa que sí logró el Ejército Rojo, organizado por Trotsky (quien, al parecer, era partidario del pluripartidismo). Cromwell y Robespierre jugaron un papel muy destacado en los procesos revolucionarios modernos. Cabe pensar que eran procesos en marcha, de alguna forma inevitables, y que se hubieran dado igualmente. Pero me cuesta creer que sin el recurso de la violencia. Entiendo que te estás refiriendo a la necesidad de que busquemos formas de promover el cambio político y social dentro de una filosofía no violenta de la acción política. Yo seguiré apostando por el 15-M mientras sea así, no-violento. Porque en estos tiempos no me parece algo anacrónico. Y porque, además, cualquier análisis serio puede anticipar fácilmente a donde nos conduciría la violencia: a un espiral de acción y reacción, en la que la democracia y los derechos humanos serían sacrificados. Pero eso no quita que vea cómo los cambios que se están produciendo en el mundo, la globalización, sigan empleando la violencia sobre las poblaciones civiles. Esa violencia puede ser, a veces, tan sólo simbólica o estructural, pero está ahí. Conseguir una democracia mejor, que también incluya a los sectores empobrecidos, y hacerlo sin violencia, me parece algo revolucionario. Si lo prefieres, una revolución de nuevo cuño, pero revolución. Otra cosa es que sea posible… Fue Antonio Gramsci quien dijo aquello del «pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad» en 1923, en un artículo contra el fatalismo y el determinismo político, que empezaba a cundir entre los comunistas italianos. Quizá esto explique la necesidad de entusiasmo de muchos, como una forma de reactivar la energía necesaria para el compromiso y la lucha. Pero esa lucha debe ser democrática, sin ninguna duda. Y por un mundo mejor. Bertrand Russell, en su mensaje a las generaciones futuras (http://www.youtube.com/watch?v=oLcAexsZ7-I ), destacó dos cosas:
    1. Que nos atengamos a los hechos y no a aquello que nos gustaría o cuya creencia nos proporcionaría beneficios.
    2. «El amor es sabio, el odio es simple. En este mundo, cada vez más interconectado, tenemos que aprender a tolerarnos los unos a los otros. Tenemos que aprender a aceptar el hecho de que alguien nos dirá cosas que no nos gustarán».
    Ojalá que los poderes políticos y económicos atiendan a este mensaje, puesto que son ellos los que aún tienen «la sartén por el mango».

    Gracias por tu atención. Un saludo fraternal.

    • danieltubau

      Hola Jesús, pues si, estamos muy de acuerdo en casi todo. Podría comentar muchas de las interesantes cosas que dices o hacer alguna matización, pero no me gusta ser el que siempre dice la última palabra, así que sólo te diré que me alegra lo que cuentas de Russell y ese maravilloso vídeo. De Russell aprendí precisamente esas dos cosas y es algo que intento aplicar siempre (tengo una página, La página noALT, que va por ese camino,), aunque, como es evidente, muchas veces me equivoqué. Pondré el vídeo de Russell en una futura entrada. No suelo escribir de política en mis páginas porque las cosas enseguida se van al extremo y se deja de razonar; por eso me alegra que hayamos podido mantener este diálogo a veces discrepante pero respetuoso y razonable. Un abrazo.

  • Jesús

    Al hablar de «intereses oscuros» me refería no tanto a un conocimiento de los hechos, como a la información de lo que ocurre en la trastienda, aquello que nunca conocemos o, con suerte, sólo conocemos bastante tiempo después. El gobierno socialista quiso desinflar la burbuja inmobiliaria, pero los poderes económicos no lo permitieron, y acabó estallándonos. Esto lo podemos saber ahora, pero no cuando estaba ocurriendo, entre bambalinas.
    Tampoco tenemos que dar por supuesto que la ciudadanía sabe o está enterada. Hasta hace poco tiempo mucha gente ignoraba, por ejemplo, que las competencias de educación y sanidad están transferidas a los gobiernos regionales. No sólo tenemos que lidiar con la brecha digital, sino con la desigualdad en los recursos para acceder al conocimiento y la información.

    • danieltubau

      Completamente de acuerdo. Una reflexión que no es respuesta, sino un poco al margen: creo que ahora entre bambalinas se está intentando evitar que explote la burbuja de la deuda estatal. Es decir, evitar que quiebren los países como antes quebraron los bancos.
      Aquellas medidas que no se tomaron habrían sido muy útiles y creo que las que ahora sí se están tomando, aunque las formas no siempre acompañen, son necesarias y deberíamos agradecerlas por dolorosas que parezcan (y no lamentarnos en el futuro de que nadie hiciera nada impopular ante una situación de endeudamiento insostenible). Si algún día nos despertamos de esta crisis, veremos que en estos pocos años el mundo ha cambiado como nunca y se han llevado a cabo medidas antes impensables, y no siempre para mal. Quizá incluso se logre evitar la verdadera y definitiva crisis que tarde o temprano iba a producirse en Europa y EEUU (como se produjo la de la burbuja inmobiliaria).
      Para profundizar en esas reformas necesarias y no desmantelar las conquistas sociales hace falta que haya movimientos que estimulen la conciencia política, como el 15 M, y también que quienes pueden tomar esas medidas tengan apoyo suficiente en las urnas. Las dos cosas. Esperemos que sea así.

  • Jesús

    Esperemos que sea así, aunque hay otras visiones más pesimistas (los chicago boys y la doctrina del shock; la vuelta al patrón oro, el colapso…). Supongo que cuando hablas de la crisis definitiva te refieres al final de un modelo basado en el crédito, que hipoteca el futuro (nuestra deuda privada triplica a la deuda pública, y ése es nuestro verdadero lastre).
    Curiosamente, yo también leí esa novela en la adolescencia, El mundo de No-A… pero el único recuerdo que guardo de ella era lo de no-aristotélico. Siempre he pensado que era un empeño personal de un escritor de ciencia-ficción amante de la filosofía. Ya estoy echando un ojo a esa página. Gracias por mencionarla y también por tu acogida aquí. Hasta otra.

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