Mao, Stalin y Hitler y otras comparaciones

Alguien me dirá al ver el título de esta entrada: “No se puede comparar a Mao (o a Stalin) con Hitler”.

Esa es una estratagema a la que me fatiga responder. Casi siempre sirve tan sólo para justificar a Mao y a Stalin, como lo hizo en una ocasión Eduardo Haro Tecglen al escribir una opinión más vergonzosa que falsa: no se pueden comparar los millones de muertos de Hitler y los de Stalin, decía Haro Tecglen, debido a “la diferencia de finalidades y por la condición de las víctimas”.

La falsedad del sofisma anterior no es que sus objetivos fueran o no diferentes o que lo fueran sus víctimas, sino el hecho indudable de que el “no se puede comparar” quiere decir que lo que hicieron Mao y Stalin no fue en sí mismo espantoso.

mao
Mao en el museo de cera de Pekín. A mí me parece que los artistas del museo han mostrado a Mao mucho menos atractivo que a su rival Liu Shao Qi, aunque quizá me equivoco. También se puede hacer política con las figuras de cera.

Todo se puede comparar, y en especial se puede comparar a los asesinos de masas Share on X Es cierto que hay comparaciones más atinadas y otras que pueden resultar ofensivas para las víctimas, como comparar la brutal e incluso fascista política de Israel con lo que fue el holocausto, la dictadura de Castro con la de Stalin, o la de Pinochet con la de Mao. En tales casos, la desproporción hace que la comparación sea casi un insulto, e incluso puede ser contraproducente para quienes quieren señalar los verdaderos crímenes de Pinochet, Castro o Israel.

Ahora bien, en el caso de Mao, Hitler y Stalin, las similitudes y la magnitud desmesurada del asesinato permiten y alientan la inevitable comparación. No con la intención de disminuir o agravar el crimen de unos u otros, sino como ejemplos de asesinato de masas a escala gigantesca y de dictaduras y sistemas de exterminio organizado pocas veces igualados a lo largo de la historia.

Ahora bien, es cierto que en este caso la comparación presenta una especial dificultad, porque no sabemos qué es lo que hicieron exactamente Mao y Stalin, pero sí sabemos con bastante precisión lo que hizo Hitler. Como suele decirse, la historia la escriben los vencedores y en China y Rusia siguen gobernando los mismos que cometieron esos crímenes, o sus herederos.

Por tanto, para no caer en el error de justificar a cualquiera de estos tres dirigentes sanguinarios, podemos establecer comparaciones más sencillas: Mao y Stalin comparados con Franco, con Pinochet o con Mussolini. Evidentemente, de esas comparaciones salen beneficiados en lo cuantitativo Franco, Pinochet y Mussolini, quienes ni de lejos pudieron matar y torturar a tanta gente como Stalin y Mao. Pero eso no hace mejores a esos tres dictadores, ni menos repugnantes sus crímenes.

En consecuencia, se pueden hacer todo tipo de comparaciones, a veces para clasificar los crímenes contra la humanidad en una escala puramente cuantitativa, otras veces para mostrar los métodos de unos u otros, la condición de las víctimas o los objetivos de unos y otros, pero lo que resulta mezquino, demagógico y cómplice con el crimen es la comparación exculpatoria y el suponer que alguien no es un criminal porque hay otro que le ha superado en número de víctimas o que no lo es por que sus víctimas eran diferentes, es decir “porque esas victimas se lo merecían”, que es, en definitiva, lo que estaba diciendo Haro Tecglen.


[Publicado en 2005]


MAOÍSMO Y COMUNISMO CHINO

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En el Santoral Revolucionario se exploran los aspectos más religiosos del comunismo revolucionario: los profetas, los fundadores, las promesas de redención y la iconografía de la que para muchos ha sido la religión del siglo XX.

3 Comments

  • Graciela Mendaro

    Yo creo que los personajes arriba mencionados, no solo fueron asesinos sanguinarios, sino exterminadores. Si existiera la reencarnación, me gustaría que volviesen como ratas o cucarachas, para ser pisoteados ni bien asomen. Fueron asesinos, exterminadores, violadores de todo derecho, torturadores, entre otros actos inhumanos.

  • danieltubau

    Hola Graciela. Es correcta la definición que haces de esas personas, pero no creo que fuera deseable pisotearlos como ratas o cucarachas, porque eso sería actuar como ellos. No creo, por otra parte que sean tan distintos de nosotros. Creo más bien que la sociedad está llena de personas que harían algo parecido si tuvieran la posibilidad (es decir, el poder absoluto). Creo como Chesterton que al ver a un criminal tanto como horrorizarnos por lo que ha hecho, debemos preocuparnos también al pensar que se parecen a nosotros demasiado, o nosotros a ellos.

  • Graciela Mendaro

    Hola Daniel, perdón por referirme así, solo usaba como paradigma. Pasa que con estos pobres bichitos que mencioné somos a veces un poco agresivos, quizás por instinto. Pero llevas razón cuando dices que podemos llegar a parecernos a ellos. Me hizo pensar en las palabras de mi sabia madre: ” Para defender a un criminal, el abogado tiene que pensar como él” Y si nos acercamos tanto a la orilla del abismo, podemos caer….
    Solo quiero comentarte algo que siempre relataba mi antigua maestra de Bellas Artes. Ella era alemana, mayor ya, cuando la conocí, y con horror aún en la mirada, nos decía que Stalin mató a su padre en la plaza pública, enfrente de ella, sus hermanos y su madre. Junto con su padre mató a otros 50 hombres, los hacía arrodillar y les disparaba a quemarropa. Luego lacónicamente explicaba la razón de su actuar tan peculiar:”No tenían mentes brillantes, solo hice una limpieza”
    Esos seres tan cerca de las sombras a veces asustan. Y debemos proteger nuestras mentes para que no se filtren basuras que rompan nuestro equilibrio espiritual.
    Es un placer leerte y aprender de los muchos artículos que permites compartamos.
    Gracias Daniel por regalarnos tanto conocimiento.
    Un beso
    Graciela Mendaro Berdoy

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