Cuarta felicitación de cumpleaños a mi insaciable hermana Natalia Tubau García [o La venganza es mía] [1985]

Desde 1983 cumplo una condena que yo mismo me impuse voluntariamente: escribir cada 1 de septiembre una felicitación para mi hermana con motivo de su onomástica. Releyendo los tres textos anteriores, que mi hermana me ha prestado gentilmente, he observado que cada vez son más angustiosos en su contenido. Puedo recordar, puedo hacerlo porque lo tengo frente a mí, el primero de esos textos. En él me muestro asombrado por la increíble progresión aritmética que domina la vida de mi hermana; en el segundo me confieso incapaz de comprender el porqué de la crueldad de mi hermana hacia sus años, a los que abandona regularmente cada trescientos sesenta y cinco días; en el tercero, relato la infernal carrera que mantenemos ambos en el cómputo de nuestros años, competición que yo tengo perdida de antemano, tal vez porque ella salió con ventaja desde el principio. Sin embargo, esta vez las cosas van a cambiar: mi felicitación no será en esta ocasión un lamento, sino todo lo contrario. Este maravilloso cambio se lo debo a la TEORÍA DE LA RELATIVIDAD.
Casi todo el mundo conoce, o debería conocer, las consecuencias de tan fascinante teoría, y muy pocos ignoran la paradoja de los gemelos, que yo amablemente resumo para el público profano.
Imaginemos a dos hermanos gemelos. Uno de ellos sube a una nave espacial capaz de viajar a velocidad cercana a la de la luz. El otro se queda en la Tierra. El gemelo viajero regresa (midiendo el tiempo por su reloj) digamos que uno o dos meses después. Al descender de la nave, su hermano sale a recibirle.
Aquí viene la sorpresa: mientras el gemelo astronauta sólo ha envejecido dos meses, su hermano ha envejecido veinte años.
¿A qué se debe tan sorprendente resultado? Simplemente a que el tiempo corre más despacio mientras más nos acercamos a la velocidad de la luz.
¿Y qué tiene esto que ver con mi hermana? Nosotros, es cierto, no somos gemelos, lo que es una pena, ya que, si lo fuéramos, yo no tendría que lamentarme, como lo hice en 1985, de no poder alcanzar nunca sus años, ni preocuparme, como lo hice en 1984, por tener que ir recogiendo los años que ella va tirando. Pero no somos gemelos y el problema existe. Afortunadamente, tengo la solución, gracias a la TEORÍA DE LA RELATIVIDAD, que no me cansaré de elogiar.

Si yo pudiese convencer a mi hermana de que se embarcase en una nave y realizase un viaje de tan sólo unas horas a la velocidad de la luz, al regresar, ella descubriría que esas horas han significado uno o dos años para mí. Es decir: yo sería entonces el hermano mayor.
Puedo ver las miradas escépticas en los ojos de mis lectores y casi puedo oirles decir: «No existe ninguna nave que pueda viajar a velocidades tan asombrosas, así que todo eso no es más que un farol». Ah, pero aún me queda un as en la manga: lo de la nave espacial es sólo la teoría llevada a su extremo, pero hay otras circunstancias en las que el tiempo corre más despacio. Estas condiciones tiene que ver con la fuerza de la gravedad.
En efecto, se da el caso de que cuanto más nos alejamos del centro de la Tierra, más rápido pasa el tiempo; es una curiosa propiedad de la gravedad que, como nadie ignora, también engorda; quiero decir que una perosna pesa menos en la cima del monte Everest que en un lugar situado al nivel del mar. Ello se debe a que la atracción que el centro de la tierra ejerce sobre ella es menor en tan elevado lugar: la fuerza de la gravedad, en efecto, disminuye a medida que nos alejamos del centro del planeta; esa es la causa de que en lugares situados muy por encima del nivel del mar, como México, sea fácil establecer nuevas marcas atléticas.
Pues bien, mediante relojes de alta precisión, se ha podido comprobar que el tiempo corre más deprisa en el último piso de un rascacielos que en el vestíbulo. Naturalmente, se trata de diferencias mínimas, pero reales. Como dice George Gamow: «Una mecanógrafa que trabaje en el primer piso del Empire State Building envejecerá más despacio que su hermana gemela que trabaje en el último piso».
He aquí la fácil manera de convertirme en el hermano mayor de mi hermana: primero debo buscar un piso en un edificio alto, quizás en la Torre de Madrid (ahora vivo en un cuarto, y ella en un segundo, lo que me da cierta ventaja); alquilar un precioso sótano para ella; convencerle de que el mejor transporte es el metro y yo desplazarme en autobús (lástima que hayan retirado los de dos pisos); empezar un cursillo acelerado de montañismo o aerostática, etcétera.
Cuento además con algo a mi favor: la afición de mi hermana por la arqueología, afición que a partir de ahora intentaré que aumente día tras día, tal vez regalándolo hoy mismo un libro del tipo: «La arqueología, tras las maravillas subterráneas» .
Si consigo llevar a cabo este plan, calculo que quizás dentro de treinta años la habré adelantado, o me hallaré a tan sólo unos meses de ella. Y desde mi refugio tibetano, quizás un 1 de septiembre como hoy, podré enviarle un telegrama al subsuelo micénico para notificarle que la carrera ha sido ganada por mí y que le esperan por lo menos veinte años de vida en el papel de hermana menor, de recoge-años. Aunque los calendarios y los pasaportes se nieguen a reflejar tan magno suceso.


NOTAS DE 1997

#1 La teoría de la relatividad, como se la llama comúnmente, fue desarrollada y propuesta por Albert Einstein. Sin embargo. Einstein publicó primero una teoría de la relatividad especial (1905), y luego la teoría de la relatividad general (1916). Aquí se habla sin más de la teoría de la relatividad, sin distinguir entre una y otra.

#2 La velocidad de la luz es de aproximadamente 300.000 km/s (más exactamente 299.792,5 km/s). Así, por ejemplo, la luz emitida por el Sol llega a la Tierra ocho minutos después de haber sido emitida, ya que la distancia media entre ambos es de 150.000.000 de kilómetros, por lo que estamos viendo un Sol que ya no existe. Si el Sol se apagase, tardaríamos esos ocho minutos en saberlo. Quizás acaba de suceder…

#3

El físico Edwin MacMillan, a modo de ejemplo, calcula que si un astronauta viajara a la nebulosa espiral de Andrómeda, que se halla entre 1,5 y dos millones de años luz, de distancia respecto de la Tierra (un año luz es la distancia que recorre la luz durante un año) y viajara a una velocidad próxima a la de la luz, empleando en el viaje de ida y vuelta 45 años, al regresar a la Tierra descubriría que han transcurrido 3 millones de años. Esta idea fue utilizada en El planeta de los simios, en la que Charlton Heston y sus compañeros llegan a un planeta dominado por chimpancés, orangutanes y gorilas. Sólo más tarde descubren que se trata de la Tierra, y que han transcurrido cientos o miles de años desde que iniciaron su viaje espacial.

#4

Como se dice en el texto, no existe una nave capaz de viajar a velocidades cercanas a la de la luz; además, incluso desde el punto de vista teórico, resulta casi impensable que llegue a poder fabricarse alguna vez.

#5

No hay que confundir los conceptos de masa y peso: la masa de una persona es la misma en el Everest y en Madrid, pero su peso no, puesto que el peso es precisamente el producto de su masa por la aceleración de la gravedad. Es decir: el peso de una persona depende de la fuerza que ejerce la Tierra sobre su cuerpo. La diferencia entre peso y masa se ve claramente recordando a los astronautas que pisaron la Luna: su masa era la misma, pero pesaban menos, ya que la fuerza de atracción que la Luna ejercía sobre ellos era menor.

#6

En México se estableció un récord atlético que resultó muy longevo: los 8,90 metros de Bob Beamon en salto de longitud. También suelen viajar a México los ciclistas que intentan batir el récord de la hora, desde que lo hizo Moser por primera vez.

#7

Los relojes de alta precisión a los que se alude en el texto usan el efecto Mössbauer y son capaces de detectar una diferencia de una décima de tic entre dos relojes sincronizados, que se produzca después de un billón de tics.

#8

Ahora yo vivía en la calle Corazón de María 39, y Natalia en Benito Gutierrez, 16. Ella en un segundo y yo en cuarto, como se dice en la felicitación.

#9

Mi regalo de cumpleaños, aparte de estas felicitaciones, ha sido casi siempre un libro, que a veces era sobre arqueología, como el Atlas de Arqueología.

***

nataliaTubau-cabecera

One Comment

  • julieta cedillo

    es muy interasante lo que abordas en tu tema ,yo creo q a toda la gente le gustaria rejuvenecer un poco, pero para que precocuparnos si de todas maneras tenemos que envejecer,es mejor tener salud.

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