La probada veracidad de Jung

En El hombre y sus símbolos, Jung refiere diversas historias más o menos extravagantes, más o menos insólitas o fuera de lo común, como los relojes que se  detienen cuando muere su dueño, y las califica diciendo: “Hay numerosas historias de probada veracidad…”

Jung se mueve alegremente entre el rigor científico y la credulidad, porque el único baremo para emplear unos u otros métodos es que convengan a sus argumentos. La ciencia es estupenda cuando coincide con sus ideas y a menudo recurre a ella para poner un sello de calidad a sus intuiciones, pero deja de ser estupenda cuando contradice sus ideas.

(2018)

2022

Veamos esa probada veracidad en acción:

«Frecuentemente parece que hasta los objetos inanimados cooperan con el inconsciente en la aportación de simbolismos. Hay numerosas historias de probada autenticidad acerca de relojes que se paran en el momento de morir su dueño; uno fue el reloj de péndulo en el palacio de Federico el Grande en Sans Souci, el cual se paró al morir el emperador. Otros ejemplos corrientes son los de espejos que se rompen o cuadros que caen cuando ocurre un fallecimiento; o roturas menores, pero inexplicables, en una casa donde alguien esta sufriendo una crisis emotiva».

La estrategia argumentativa de Jung casi siempre repite los mismos trucos. No ha afirmado que los objetos cooperen, sino que lo «parece». Entre las historias de probada autenticidad está la típica historia que siempre se cuenta en los momentos finales de los hombres famosos, como Federico II. Y después espejos que se rompen, cuadros que caen,  incluso roturas menores en casos de muertes o crisis emotivas. Teniendo en cuenta los millones de muertes y de crisis emotivas que han sufrido los seres humanos (de hecho, millones cada día), lo que resulta asombroso es que hayan sido tantas millones de ocasiones aquellas en las que no ha pasado nada, frente a los tres o cuatro casos que algunas personas cuentan que les han sucedido a lo largo de su vida. Este insólito fenómeno estadístico no llama, sin embargo, la atención de Jung y de los amantes de las casualidades significativas.

«Aun si los escépticos se niegan a dar crédito a tales relatos, las historias de esa clase siempre siguen presentándose, y eso solo puede servir de amplia demostración de su importancia psicológica».

Obsérvese que los escépticos no es que duden o cuestionen historias de «tan probada veracidad», sino que «se niegan a darles crédito». Los escépticos ya han sido señalados, en cualquier caso, como intolerantes, no como personas que desconfían de ciertas ideas extravagantes o faltas de comprobación fiable.

En cualquier caso, para ponerse a salvo de cualquier acusación, Jung enseguida añade su truco más famoso, el que emplea siempre que habla de sincronicidad: aunque se diera el caso de que esas historias no fueran ciertas, son importantes desde el punto de vista psicológico. ¿Y quién no va a estar de acuerdo con eso? Podría haber empezado por ahí y todos habríamos aceptado el asunto sin más discusión, pero Jung siempre intenta primero introducir subrepticiamente la posibilidad paranormal, aunque luego retroceda dos o tres pasos para no ser acusado de alucinado o farsante.

Eso sí, me parece muy correcta su prevención ante su propia interpretación de los sueños ajenos, aunque sospecho que es sólo retórica.

 


 

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