La doble función de las máscaras
ESCRITO EN EL CIELO ~3
Avión volando de Madrid a París.
[Jueves 5 de diciembre de 1997]
En la Enciclopedia Británica se añaden algunas cosas interesantes acerca de las máscaras. Por ejemplo, se señala la doble función de toda máscara. Por un lado oculta, esconde el rostro de su propietario; por otro, muestra, enseña a los demás el rostro que su propietario quiere tener.
Se me ocurre que hay situaciones en las que se hallan presentes ambas funciones, mientras que en otras circunstancias sólo aparece la primera función o la segunda.
En ciertas ceremonias parece buscarse más el ocultamiento que la manifestación. La ocultación permite la impunidad y en algunos ritos que desencadenan la violencia, la máscara, es cierto, sirve para ocultar, pero, al mismo tiempo, convierte a su propietario de algún modo en aquello que representa: tigre, águila, demonio… Y, por tanto, le permite comportarse como tales seres. Eso parece suceder en los ritos de la formación de los guerreros (conocidos en antropología como manneburde) y también en las locuras orgiásticas e incluso sangrientas de las ménades, los sátiros y los silenos de Dionisio, que es, no hay que olvidarlo, “el dios enmascarado”.
También, por supuesto, hay que pensar en los niños de la célebre novela de William Golding, El Señor de las Moscas: las máscaras que se pintan sobre la cara o fabrican con materiales toscos ocultan sus rostros aunque no sus identidades, puesto que todos se conocen, lo que parece demostrar que en estos casos es más importante que la ocultación la función de manifestación que les otorga la máscara: les convierte y trasforma en eso que la máscara representa.
La función de ocultamiento de las máscaras parece predominar, sin embargo, en los carnavales.
Es cierto que llevar máscara en las fechas de los carnavales es lo mismo que anunciar a los cuatro vientos las intenciones de transgresión de su portador (que no necesariamente se cumplen), y también lo es que a menudo la elección de una máscara en el carnaval indica todavía con más precisión esas intenciones, a veces por inversión: vestirse de monja puede ser más perverso que hacerlo de diablesa. Sin embargo, insisto en que, a pesar de todo lo anterior, resulta más importante el ocultamiento que la manifestación en los carnavales.
Es algo que se ve con bastante claridad en las Memorias de Casanova, cuando las diversas máscaras se escudan en el anonimato para hacer lo que no harían si supieran quienes son aquellas personas. Y, claro, la máscara del carnaval no es sólo la máscara, sino el disfraz completo, que oculta mucho mejor.
2011
Sin duda se podría establecer una relación entre lo comentado aquí y la célebre opinión de Kierkegaard: “La estética exige el ocultamiento y lo recompensa, mientras que la ética exige la manifestación”, o algo parecido.