El mandato del cielo

En la antigua China se consideraba que los emperadores obtenían su legitimidad del Cielo, de manera bastante semejante a como en la Europa cristiana la obtenían de aquel Dios que estaba «en los cielos». Como dice Ana Aranda en «La modularidad china»:

«La permanencia de una dinastía está refrendada por el ‘Mandato del cielo’ (Tianming). El cielo (Tian) permite a los emperadores gobernar, sólo si administran de forma acertada el poder. Si el gobierno entra en decadencia, los emperadores pierden el mandato del cielo».

De todos modos, la idea china del «Mandato del Cielo» era un poco más compleja que la simple afirmación de que el Cielo decidía qué dinastía o emperador debía reinar. Para seguir gozando del mandato del cielo un emperador debía cumplir ciertos requisitos. No se trataba de algo tan caprichoso como la voluntad de un Dios inescrutable o de la predestinación.

 Uno de los aspectos más importantes del mandato del cielo tenía era la justicia y el bienestar del pueblo. Kung Zi (Confucio) y su discípulo Meng Zi (Mencio) justificaron en sus escritos la rebelión contra aquellos monarcas que se separasen del mandato del cielo. Meng Zi justificó incluso el tiranicidio:

«Si los diferentes príncipes reinantes, por la tiranía que ejercen sobre el pueblo, ponen en peligro los altares de los espíritus de la Tierra y de los frutos de la tierra, entonces el Hijo del Cielo los despoja de su dignidad y los reemplaza por príncipes sabios.» (Meng Zi)

La cosa no es tan extraña si pensamos que en el pensamiento cristiano medieval también se admitía esa posibilidad, la del tiranicidio de un rey injusto. Así lo hace, por ejemplo, Juan de Salisbury en su Policraticus:

«De todo lo cual resultará fácil ver que siempre fue permitido adular y embaucar a los tiranos, y que siempre fue honesto quitarles la vida, si no se les podía poner coto de otro modo»

En la historiografía china era habitual describir al último emperador de una dinastía como desastroso, para así justificar el cambio de dinastía a causa de la pérdida del mandato del cielo. Por el contrario, el primer emperador de una nueva dinastía siempre era estupendo. Todas las dinastías empiezan bien porque tienen el mandato del cielo, y todas acaban mal, porque lo han perdido, esa es la tautología más célebre de la historiografía china.

Wu Zetian
La única emperatriz china, Wu Zetian, fue la primera y última de su dinastía, la Zhou, por lo que se la podía considerar enviada por el cielo y también, rechazada por el cielo. Los historiadores chinos tradicionalmente se han decantado por la segunda posibilidad y la han presentado con los más oscuros colores, aunque actualmente esta opinión es muy discutida.

¿Y cómo se sabía si un emperador había perdido el mandato del cielo?

Generalmente gracias a los desastres naturales, que eran las señales que enviaba el cielo.

Cuando sucedían los desastres naturales, eso podía significar que había que cambiar de dinastía o de soberanos.

El más terrible terremoto del siglo XX tuvo lugar en China en 1976, pocos meses antes de la muerte de Mao Zedong, por lo que muchos consideraron que anunció el gran cambio que se produjo en China a la muerte del Gran Timonel, que culminó con la elección como líder supremo del Pequeño Timonel, Deng Xiaoping, al que los historiadores consideran el verdadero artífice de la modernización china y de su previsible conversión en primera potencia mundial, tras los desastres de la época maoísta. No negaré que que yo comparto esa opinión.

Deng Xiaoping
Deng Xiao Ping era uno de los enemigos de Mao Zedong, pero fue también uno de los pocos que logró sobrevivir a sus purgas, porque todos en el Partido Comunista, incluido Mao, sabían que era el único capaz de arreglar los sucesivos desastres económicos causados por los caprichos y políticas insensatas de Mao.

Los desastres naturales en Myanmar (antigua Birmania), un país gobernado por una Junta Militar que sólo tiene el apoyo decidido de China, y los más recientes en la propia China, poco después de la represión en Tibet, han hecho a muchos pensar que los actuales dirigentes han perdido el Mandato del Cielo y que se avecinan cambios importantes.

La verdad es que no hay nada más fácil que prever que se produzcan cambios en China, por la sencilla razón de que se están produciendo constantemente. Ahora mismo, cuando escribo este artículo en 2005, por causa de los Juegos Olímpicos.

Sea como sea, no parece nada razonable la manera en la que el Cielo avisa al pueblo chino y a los emperadores de la necesidad de un cambio. Si el Cielo desautoriza a los dirigentes que no gobiernan bien a su pueblo, ¿por qué lo hace maltratando aún más al pueblo mediante desastres como un terremoto?

Lo razonable sería que castigase tan sólo al dirigente, como hizo durante la dinastía Ming, el 9 de mayo de 1421, cuando un gran incendio destruyó la Ciudad Prohibida:

«Esa noche…cayó un relámpago en lo alto del palacio que había sido construido recientemente por el emperador. El fuego que se inició en el edificio lo envolvió de tal manera que parecía como si dentro se hubieran encendido cien mil antorchas cargadas de aceite y mecha.»

El propio trono imperial quedó reducido a cenizas y el emperador Zhu Di se fue al templo a rezar y lamentarse:

«El Dios del Cielo está enfadado conmigo, y, por tanto, ha quemado mi palacio, aunque yo no he cometido ninguna mala acción… Quizá se ha cometido alguna trasgresión de la ley ancestral, o alguna perversión de los asuntos de gobierno… Quizá los castigos y los encarcelamientos han sido excesiva o injustamente aplicados a los inocentes… En mi confusión no puedo encontrar la razón.»

Zheng He
El almirante Zheng He, que navegó en gigantescos barcos a tierras lejanas (se discute si descubrió América en 1421). Cuando regresó a China, cargado de tesoros y novedades, descubrió que la política de apertura y descubrimiento había acabado y que China iniciaba un período autárquico y aislacionista, de espaldas al mar. De este modo, China, que entonces estaba tal vez a punto de convertirse en la primera potencia mundial, comenzó su larga decadencia.

El emperador fue a partir de entonces de mal en peor, hasta que murió en mitad de una desastrosa expedición militar. Su hijo, nada más acceder al trono, proclamó un decreto mediante el cual señalaba la causa del enfado del Cielo: las expediciones navales alrededor del mundo del almirante Zhen He.

Sin embargo, bajo los truenos celestes, a mí me parece escuchar el rumor de las pisadas de los mandarines, que se oponían a una China abierta al exterior y cosmopolita. Por eso, yo creo que hay que entender la metáfora que los historiadores emplearon para describir el incendio de la Ciudad Prohibida, no como una metáfora, sino como una descripción literal de lo que realmente sucedió:

«De tal manera que parecía como si dentro se hubieran encendido cien mil antorchas cargadas de aceite y mecha.»

¿Encendieron los mandarines esas cien mil antorchas?

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[Publi­cado el 27 de sep­tiem­bre de 2005 en Mundo Flotante]


Un ejemplo reciente de cómo en la Iglesia católica también se recurre al Cielo para justificarse, pero cómo, sin embargo, después se hacen oídos sordos a sus avisos, lo tuvimos recientemente con la visita de Benedicto XVI a Madrid: ¿Por qué Benedicto no escucha a Dios?

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3 Comments

  • danieltubau

    Invitado comentó:

    Claro, si Dios es todopoderoso, tendrá poder suficiente como para mantener la coherencia de su discurso. No sucede así con lo humano. El discurrir de nuestras vidas no siempre adquiere el sentido que nos proporcionaría un objetivo ulterior. Porque, en realidad ¿orientamos nuestras acciones hacia un «telos» concreto? No lo creo, a nivel moral; sí, a nivel orgánico. En tal caso, el fin sería sobrevivir, como los demás seres vivos. Quizás ése sea el puto objetivo ulterior de Dios, su propia supervivencia.

    P.S.
    Pero en Gaza Dios es un pretexto. Los motivos/objetivos son económicos, no evangélicos.

    Saludos afectuosos.
    domingo, 01 de febrero de 2009

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