Voltaire contra Shakespeare
Voltaire fue un gran admirador de Gran Bretaña, y de Inglaterra en particular, como demuestra en sus deliciosas Cartas Inglesas, también llamadas Cartas filosóficas, publicadas en 1733. En estas cartas Voltaire cuenta, desde el exilio al que le envió Luis XV, las diferencias entre los ingleses y los franceses. Son interesantes por muchas razones. Una de ellas es que muestran que fueron los ingleses y no los franceses los verdaderos responsables de muchos de los cambios sociales que hoy admiramos..
Después de la revolución francesa de 1789, se ha llegado a creer, y todavía lo creen muchos, que fue en Francia donde se inventó el parlamentarismo moderno, la tolerancia religiosa o la idea de que todos los seres humanos poseen los mismos derechos. Francia, sin embrago, no fue la pionera, sino que se incorporó a esta corriente con cierto retraso, en gran parte gracias a la influencia británica y de los Estados Unidos de América, donde, ya en 1776, se habían hecho pública la Declaración de Virginia. El general Lafayette, que había participado en la Revolución Americana o Guerra de Independencia, empleó ese documento como modelo a imitar en su borrador para la Declaración Universal de los Derechos Humanos, además de consultar a Thomas Jefferson. En mi opinión, personajes como Lafayette deberían ser considerado el verdadero ejemplo a imitar, en vez de figuras infames como Napoleón, Marat o Robespierre.
A partir de la revolución, y debido a la paradójica contribución en su difusión por parte de deun emperador o tirano como Napoleón, las ideas democráticas y republicanas se extendieron por Europa, América, el norte de África e incluso Turquía o Persia.
Regreso ahora a Voltaire, que, aunque admiraba Inglaterra y la ponía como ejemplo frente a la retrasada Francia de su época, no tenía en muy alta estima al que muchos empezaban a considerar, tras un tiempo de casi olvido, el mayor escritor de la literatura inglesa, William Shakespeare.
Voltaire estaba de acuerdo en reconocer cierta gracia salvaje y primitiva en Shakespeare, pero le negaba la sutileza y profundidad que hoy nadie le discute. Pensaba que las obras históricas de Shakespeare no eran recomendables, debido a cómo presentaba a los reyes, de manera indigna y no como ejemplos a imitar. Hay que recordar que Voltaire escribió una Henriada en verso, dedicada al rey Enrique, que al parecer es muy modélica, pero casi ilegible. Yo intenté leer el poema hace muchos años, pero no pasé de las primeras páginas, aunque quizá se debió al metro elegido en la traducción, el endecasílabo español frente al alejandrino francés, lo que obliga a la síntesis o a la multiplicación de los versos, pues las doce sílabas del francés dan para mucho. Un ejemplo:
C’ est d’ un scrupule vain s’ alarmer sottement,
Et vouloir aux lecteurs plaire sans agrément.
Bientót ils défendront de peindre la Prudence,
De donner a Thémis ni bandeau ni balance;
De figurer aux yeux la Guerre au front d’ airain;
Ou le Tems qui s’ enfuit une horloge a la main;
Et par-tout, des discours, comme une idolàtrie,
Dans leur faux zèle, iront chasser l’ allégorie.
Que se convierte en una sucesión de versos casi crípticos que es necesario descifrar:
Es escrúpulo vano, tontamente
Alarmarse, y querer sin ciertas gracias
Agradar al lector. Ellos, bien pronto
De la Prudencia, harán queden vedadas
Las pinturas: a Thémis, que una venda
Se le dé, privarán, y una balanza:
Que la guerra, de bronce a nuestros ojos
Se figure también con una cara;
O el tiempo, que escapándose, en la mano
Un reloj lleve asido, y en la falsa
Presunción de su celo, por do quiera,
De todos los discursos desterrada
Correrán a dejar la alegoría,
Cual si una idolatría fuese insana.
Nos parece estar aquí ante una estrofa de John Donne, pero sin que el secreto finalmente revelado nos ofrezca la merecida recompensa que siempre nos ofrece Donne.
Pues bien, en lo que se refiere a las opiniones de Voltaire acerca de Shakespeare, Samuel Johnson se refirió despectivamente a la cortedad de miras de Voltaire y el francés le replicó casi con furia en uno de sus textos en prosa, en los que (aquí sí) era casi imbatible. James Boswell no pudo localizar esos textos en su propia biblioteca, pero yo he tenido la suerte de poder buscar en una biblioteca millones de veces más extensa, y en apenas unos minutos he podido localizar el párrafo. Mi biblioteca es, por supuesto, internet, y el texto lo he encontrado en una copia digital de Questions sur l’Encyclopédie. Allí recuerda Voltaire que Johnson llamó “espíritus mediocres” a los “extranjeros” que mostraron su sorpresa o escándalo al descubrir en las obras del “gran Shakespeare” a un senador romano comportándose como un bufón o a un rey borracho. Voltaire insinúa entonces (diciendo lo contrario) que tal vez Johnson ama demasiado el vino y la bufonería y por eso las considera cosas dignas del teatro. Después, frente a la opinión de Johnson de que el poeta tiene el derecho de desdeñar ciertas particularidades históricas o locales del mismo modo que lo hace un pintor que no se inquieta en exceso por el rigor del vestuario de sus figuras, responde que la comparación sí que sería justa si ese pintor pintase a Alejandro Magno a lomos de un burro o a la esposa de Dario bebiendo con los canallas en un cabaret.
Aunque podemos dudar de que la comparación de Johnson sea equivalente a las que nos propone Voltaire, sí es cierto que hay algunas obras de Shakespeare en las que se nos sugiere algo parecido a ver a Alejandro Magno embestir a los persas a lomos de un burro, en especial en Troilo y Crésida, donde nos presenta la guerra de Troya como un barullo montado por causa de “un cornudo y una ramera”. Pero, de nuevo, esta costatación no nos hace dudar de las virtudes de Shakespeare, sino todo lo contrario.
Continuará…
Defensa de Shakespeare y ataque
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WILLIAM SHAKESPEARE
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