Toni Takitani
Tony Takitani es un dibujante. Él mismo cuenta su vida, dominada por la soledad, hasta que conoce a Eiko.
Contar más cosas del argumento daría una idea muy equivocada acerca de esta película, que ha sido calificada como minimalista. Como tampoco creo mucho en este tipo de definiciones, no me atrevería a decir si es o no es minimalista, porque casi siempre el minimalismo lo es por contraste con eso otro que se puede llamar barroquismo, abundancia, redundancia o adorno. Como me suele suceder en casi todo, me gustan las dos cosas y también las intermedias, y creo que a menudo las fronteras son difusas.
Últimamente algunas de mis ideas acerca del cine están cambiando. Espero que para bien. Casi siempre he pensado que una película debería ser entretenida. Pero eso no implica que sea superficial, comercial, vulgar ni ninguna de esas cosas que a veces se asocian a lo entretenido. Por otra parte, comercial tampoco implica necesariamente que algo sea malo. Shakespeare era muy comercial, Sófocles y Esquilo también, o al menos llenaban los teatros y se llevaban muchos de los premios (Eurípides, por el contrario, apenas ganó alguno).
Chesterton decía que divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido. Estoy de acuerdo. No veo ninguna razón por la que uno tenga el deber de aburrirse al ver una película o al leer un libro. Ahora bien, el significado de aburrimiento, como el de entretenido, es muy subjetivo. Truffaut elogiaba a un crítico epatante que decía que una película ya era interesante por el mero hecho de ser mexicana. Yo pienso lo mismo del cine asiático, y probablemente también del africano.
Es casi imposible que una película asiática me aburra, a pesar de que son célebres por tener un ritmo más lento, cosa que quizá también habría que examinar, puesto que casi todas las vemos subtituladas, y una película subtitulada siempre será más lenta que una doblada, debido al esfuerzo de atención que requiere al espectador, que tiene que atender a imagen y a sonido, y al mismo tiempo leer, y al mismo tiempo no distraerse o abandonarse a la experiencia narrativa, para que no se le escapen los subtítulos o las imágenes. En las películas subtituladas pero habladas en inglés, francés o italiano, la familiaridad con el idioma seguramente favorece que nos parezcan menos indescifrables, menos distantes. Aquello que se ignora o se conoce mal a menudo parece aburrido.
Ahora bien, es posible que sea cierto que las películas asiáticas tengan un ritmo más lento, y también es posible que algunas duren más de lo que debieran. Esa es una sensación que tengo en casi todas las películas, sean de donde sean: les sobran al menos 20 minutos. Es casi imposible encontrar una película que no parezca alargada.
Un defecto típico de las obras de autores que se sitúan fuera de los circuitos más comerciales, por ejemplo las piezas cortas de teatro, es precisamente que alargan todas las cosas. La verdad es que ser breve a veces es bastante difícil, como demuestro yo ahora mismo con toda esta digresión antes de volver a Tony Takitani.
Creo que la aversión a lo breve se debe a que lo breve se considera, como lo divertido o lo entretenido, poco serio. Si vamos al cine y la película dura una hora, o tan solo cincuenta minutos, parece como si no pudiese ser gran cosa.
Eso es un error, pues muchas de las mejores cosas son breves, como muchos de los ensayos de Montaigne, bastantes de los diálogos de Platón, casi todos los cuentos de Edgar Alan Poe o de Ambrose Bierce, algunos haikus japoneses, siempre brevísimos, o tantas canciones de tres minutos. Pero es cierto que los creadores inseguros de su poder narrativo parecen sentirse obligados a hacer las cosas un poco más largas, como si les diera miedo no dar tiempo suficiente a cambio de la entrada, o como si tuvieran miedo de terminar lo que tienen entre manos. Ese miedo lo que suele conseguir es provocar el aburrimiento.
Ahora bien, en el lado contrario, algunas personas adoran lo breve y sienten aversión a lo largo. Pero creo que también es un error. Me gustan muchas cosas breves, pero también muchas cosas largas.
¿Y qué tiene que ver esto con Tony Takitani? Espero conseguir explicarlo y unir los hilos de esta disquisición.
Toni Takitani está basada en un relato de uno de los autores japoneses más famosos de la actualidad: Haruki Morakami. Tengo por aquí uno de sus libros La caza del carnero salvaje, pero todavía no lo he leído.
En la película, un narrador va contando el relato como quien lee un libro. Apenas de vez en cuando hay diálogos. Tal vez esos diálogos coinciden con los del relato de Haruki Morakami. No lo sé. En la película las secuencias o escenas se suceden con un fundido a tonos grises que avanza desde el lado izquierdo de la pantalla, pero la sensación es como la de una tira que corre en horizontal.
Creo que la intención del director es imitar el paso de las páginas por un lector, aunque no es el típico paso de página de los vídeos convencionales, sino algo mucho más sutil. Es posible, pero no lo sé, que cada vez que el lado izquierdo de la pantalla funde a gris y se desplaza hacia la siguiente escena, eso coincida con un cambio de página o de capítulo en el libro de Murakami. Lo ignoro.
En principio la abundancia de voz en off no es recomendada por los expertos (“¡Resulta blando!”, brama el gurú Robert McKee en Adaptation), pero Tony Takitani resulta hermosísima y muy intensa, a pesar de que tiene muchísima voz en off.
Tal vez, es cierto, que al final se haga un poco larga. Pero ya he dicho que eso es muy subjetivo, pues quienes vemos la película subtitulada no podemos hacer lo que nos propone el director: leer la película como si fuera una cinta horizontal que contiene las escenas y que se desplaza ante nuestros ojos. Nosotros, puesto que no sabemos japonés, estamos obligados constantemente a romper ese hermoso deslizamiento y descender la vista para leer los subtítulos.
Pero, sea larga o no, para mí ha sido un placer ver Toni Takitani. Y sea larga o no cualquier otra película, sucede que el cine tiene un problema que no tiene la literatura.
A eso quería llegar.
Experiencia sin pausas
Las películas se ven de principio a fin, ya duren una hora o tres. Las novelas y los ensayos, no. Si un escritor tuviese la obligación de conseguir que su lector leyera la obra entera de principio a fin, entonces Proust nunca habría escrito En busca del tiempo perdido, ni Cervantes Don Quijote de la Mancha, y tantas otras grandes obras de la literatura o el ensayo.
Eso limita mucho al cine, porque nadie en su sano juicio puede querer ver nueve horas seguidas de cine, como se podía hacer en la última jornada del Baff con una película filipina (aunque yo he estado en maratones de 24 horas y quizá he permanecido allí al menos 22 horas seguidas).
Naturalmente, existe la televisión, que permite fraccionar una historia y hacer series tan buenas como Retorno a Brideshead o Arriba y abajo, compuestas de horas y horas. Pero una película se tiene que ver de principio a fin. Eso parece razonable.
Pero quizá no lo sea.
En eso es en lo que estoy cambiando de opinión.
Ahora pienso que, del mismo modo que uno deja una novela al final de un capítulo, e incluso a veces en medio de un párrafo, para luego retomarla, quizá lo mismo se pueda hacer con el cine. Se me dirá: “Eso ya se hace ahora: basta con ver las películas en la tele o en el ordenador y parar cuando uno quiere”.
Es cierto, pero también sucede que casi todas las películas vistas en la tele o el ordenador pierden muchísimo respecto al cine. En alguna ocasión he llegado a decir que ver una película por primera vez en televisión es como no haberla visto. Quizá también acabaré cambiando de opinión en esto.
Así que, si se pudiese hacer en el cine lo mismo que se hace con la televisión, la cosa resultaría interesante y quizá se abrirían nuevas posibilidades. Pero, claro, ¿cómo vamos a parar la proyección en un cine y reanudarla cuando nos apetezca? Porque la gracia del asunto está en hacerlo cuando nos dé la gana.
Ahora bien, cada vez es más posible ver el cine en casa en pantallas más y más grandes, así que con el tiempo podremos ver las películas como en un cine, pero interrumpirlas cuando queramos. Espero que eso no haga que se pierda esa otra experiencia hermosa que es estar metido en una sala de cine con un montón de desconocidos.
Cuando eso sea posible (ya lo es, aunque todavía un poco caro), se podrán ver las películas como quien lee un libro. Algunas nos mantendrán en vilo y en vela de principio a fin. Otras las interrumpiremos para reanudarlas más tarde.
Todo esto tiene también relación con otro asunto que me interesa del previsible futuro del cine, pero lo contaré otro día y así no haré esto tan largo que tenga que ser interrumpido a la mitad.
Para volver a Tony Takitani, diré que me gustó mucho, no sólo por esta idea de ver una película como quien lee un cuento, sino por los extraordinarios actores, por la hermosa contención de sus gestos y por la manera sobria en que transcurre, a pesar de la tristeza que lo inunda todo.
Director: Jun Ichiwara
Intérpretes:
Issey Ogata, Rie Miyazawa,
Takahuni Shinohara,Hidetoshi Nishijima
[Publicado por primera vez el 7 de mayo de 2005]
Para ver todas las entradas dedicadas al guión y al cine: Cine y guión. Todas las entradas
2 Comments
danieltubau
COMENTARIO DE ALICIA (11 de mayo de 2005)
Hola Daniel
También he visto Tony Takitani y me parece hermoso eso que cuentas sobre el movimiento de cámara como si fuera el paso de las hojas de un libro, precisamente del libro de Murakami. Me parece una interpretación preciosa. Quizá también se podría pensar que es un punto y aparte o el final de cada capítulo de la novela o de cada párrafo. Quizá y volviendo a lo que tiene que ser cine o no, puede que estemos ante un nuevo género con Tony Takitani. El audio-comic-cinético o algo así. Tiene elementos del cine, las secuencias que suceden, los actores, el paso. Pero también es un poco comic, puede ser que las páginas que pasan, precisamente por ser imágenes y no palabras, sean las páginas de un cómic.
danieltubau
(Comentario 19 de mayo de 2006)
Ted Nelson, el hombre que dio nombre al hiperenlace o hipervínculo (que es la base de la interacción y la multilinealidad en Internet), tenía muy clara la relación entre los nuevos lenguajes y el cine:
“El diseño para la pequeña pantalla tiene la mayoría de las cosas en común con el diseño para la gran pantalla… Los programas interactivos necesitan los talentos de un Disney, un Griffith, un Welles, un Hitchcock, un Capra…”.
En opinión de Nelson, en el futuro se hablará de “virtualidades”, como designación común para programas interactivos, las películas, los programas de televisión y los programas informáticos.
Parece, Ana, que tú has definido un nuevo género de estas virtualidades: el audio-comic-cinético.