La historia de la filosofía y la ciencia es la historia del escepticismo aplicado
«La historia de la filosofía y la ciencia es la historia del escepticismo aplicado: dudar de lo que otros dicen, revisar nuestras ideas, encontrar errores y buscar explicaciones mejores»
«Muchas personas están convencidas de que los escépticos son aquellos que no se comprometen con nada, que no colaboran con nada, que son egoístas o cínicos. Así que conviene deshacer desde el principio ese equívoco y entender qué papel desempeña el escepticismo en la historia de la filosofía», escribe Tubau y dedica más de 500 páginas a desmitificarlos en Sabios, ignorantes y felices. Lo que los antiguos escépticos nos enseñan (Ariel).
Un papel, como cuenta, fundamental ya que los primeros filósofos fueron escépticos. «Los primeros pensadores griegos, llamados ‘filósofos de la naturaleza’ o ‘físicos’, intentaron explicar el cosmos y la realidad. A partir de la observación o de la reflexión propusieron diversas explicaciones, como que el agua era el principio de todas las cosas, o que lo era el fuego, o los cuatro elementos. Cada filósofo propuso su propia explicación, pero se vio sometido a la crítica de otros filósofos, que mostraron sus puntos débiles y propusieron alternativas. De este modo, de discusión en discusión, perfeccionaron sus argumentos, vieron dónde fallaba su teoría», escribe en este libro donde la duda es la protagonista. «La historia de la filosofía y la ciencia es la historia del escepticismo aplicado: dudar de lo que otros dicen, revisar nuestras ideas, encontrar errores y buscar explicaciones mejores», añade.
Pero, si la evolución humanística y científica es gracias a la duda, ¿por qué hemos denostado tanto a los escépticos? Según Tubau, una de las explicaciones puede ser biológica, «de la evolución. Estamos hechos no para encontrar la verdad si no para sobrevivir, entonces si tenemos certezas pues sobrevivimos mejor en cambio si dudas, puedes morir. Por ejemplo, si te ataca un tigre y dudas, el tigre te come».
También que venimos de sistemas muy dogmáticos que dicen haber encontrado la verdad por revelación y cualquiera que dudara de aquella verdad era perseguido e incluso eliminado. «En los momentos más tolerantes de las religiones establecidas, que no son muchos, se respeta a otras religiones, es decir, adorar a otro dios, pero no se respeta a los ateos», explica, «es decir, no se respeta a los escépticos».
Y que hasta hace no mucho tiempo el mundo se dividía en dos verdaderas absolutas y opuestas. «Hasta la caída del muro de Berlín en 1989 o eras de un lado o de otro, no había otra opción, no se podía dudar», explica y añade que ahora también educamos en nuestra verdad. «La educación en cierta manera se está compartimentando, se está haciendo menos universal, menos universalista y cada comunidad da su propia educación con verdades que no se discuten y que te llevan a quedarte satisfecho con lo que tienes», explica.
Además de que ese dogmatismo se ve incrementado a través de internet y el uso de redes sociales que «por un lado nos traen mayor apertura pero en las que todo el mundo puede encontrar su grupo y permanecer en su grupo bien cerrado, aquello de la Aldea Global de Marshall McLuhan, que no se refería tan sólo a una única aldea planetaria sino a que nos dividiremos en pequeñas aldeas, en montones de aldeas».
Para Tubau el escepticismo, que tuvo su época más «grandiosa» con Sócrates y su «sólo sé que no sé nada» se redondeó con Arcesilao, sexto director de la Academia de Platón, quien se llamó escéptico y quiso recuperar al filósofo con su «ni siquiera sé si no sé nada».
Desde aquel momento, el escepticismo ha pasado por grandes olvidos. «Se le ha visto muy poquito», bromea Tubau, «en el Renacimiento tuvo sus adeptos, con Montaigne que lee a Sexto Empírico, se recupera un poco», añade sobre el filósofo que consideró la propia idea de certeza como algo innecesario. «También con Carl Sagan que defendió muchísimo el pensamiento escéptico y lo aplicó en su profesión, o Richard Feynman que aseguraba que la ciencia es el sistema que hemos inventado para dejar de engañarnos a nosotros, para cuestionar nuestras certezas», añade.
Unas certezas en las que no cree Daniel Tubau. «Si existe la verdad es imposible saber si la conocemos. Te pongo un ejemplo tonto, imagínate que te dice que el universo es una salchicha y nada más, ¿Cómo sé que veo la salchicha completa? ¿Cómo sé yo que no hay algo detrás que me está ocultando la salchicha? Ni siquiera nos podemos fiar de nuestros sentidos porque cuando un palo en el agua parece curvo a la vista, es recto al tacto, así que, ¿de qué nos fiamos? ¿Del tacto o de la vista? ¿Hay una verdad absoluta?», sentencia.
«Carl Sagan defendió el pensamiento escéptico y lo aplicó en su profesión. El físico Feynman también aseguraba que la ciencia es el sistema que hemos inventado para cuestionar nuestras certezas»
Terminada la entrevista, me di cuenta de que el ejemplo de la salchicha era verdaderamente extravagante, pero fue lo que se me ocurrió en el momento. Podemos sustituir las salchichas por las supercuerdas. Supongamos que, como dicen muchos físicos, el universo se explica mediante unas complejas supercuerdas que están plegadas en diez o más dimensiones, tanto espaciales como temporales. Supongamos que podemos comprobar que esas supercuerdas existen. Es decir, que un experimento nos muestra que las predicciones hechas a partir de las supercuerdas son mejores que las que propone otra hipótesis. De acuerdo, pero, ¿cómo podemos estar seguros de que esos resultados no podrían darse también con otra teoría incluso más sofisticada que la de las supercuerdas? Aunque parezca extraño, eso es precisamente lo que sucedió con la física newtoniana cuando llegaron las ideas de la física relativista y la cuántica. Por otro lado, ¿cómo podríamos saber que esas supercuerdas no se sostienen sobre algo que no podemos detectar ni con nuestros sentidos, ni con nuestros aparatos ni con nuestros experimentos?
La entrevista publicada: EL INDEPENDIENTE: ENTREVISTA | DANIEL TUBAU 02/06/23 – 00: 06
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Sabios ignorantes y felices: lo que los antiguos escépticos nos enseñan