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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

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Antifonte, el demócrata y el antidemócrata
Siete maneras de alcanzar la felicidad
Elisa
El (no tan) demócrata Tucídides
Zenón de Elea | ¿Existe el movimiento?
Tucídides y el culto a los grandes hombres
Las lecciones de la experiencia
Los otros escépticos de la India
Los koans del escepticismo

Las ideas y el carácter

Es un lugar común decir que el carácter de una persona no se puede cambiar. Una persona podrá cambiar de hábitos, comportarse de otra manera en determinadas circunstancias, pero la esencia de su carácter no puede cambiar. Hay niños que ya desde pequeños tienen un carácter agresivo, mientras que otros son mansos. El carácter, en definitiva, parece ser un producto biológico inevitable, inserto en nuestros genes.

Siempre he sido escéptico ante este tipo de argumentos, pero no es descartable por completo que en los genes haya algo así como alelos que afecten o determinen de alguna manera los diferentes caracteres: curiosidad, agresividad, tozudez, etcétera. Sin embargo, eso no significaría necesariamente que no fuera posible cambiar el carácter.

En una ocasión discutí con mi padre acerca de si la función crea el órgano. Nos referíamos en concreto al asunto del chismorreo, la maledicencia y el hecho de criticar a los demás. Yo opiné que, en efecto, la función crea el órgano: si retienes y no haces públicas las críticas fáciles y despectivas que se te ocurren de manera espontánea al hablar de otra persona, al cabo de un tiempo ese tipo de cosas ya no se te ocurren espontáneamente. No es que pierdas la capacidad de crítica, que es muy saludable en ciertos casos, pero ese espíritu crítico ya no se convierte un impulso destructor y mezquino.

Es posible, en consecuencia, establecer una lucha entre dos conciencias, el pensamiento espontáneo, que a menudo es adquirido por desidia e imitación, frente al reflexivo, que te impulsa a mejorar.

Se podrá discutir, es cierto, si lo anterior significa que es realmente posible cambiar el carácter, pero en este terreno es aplicable aquello que decía Eysenck: «Desaparecido el síntoma, desaparecida la enfermedad».

Continua en Los deseos


En 2020: algunas de las ideas que aquí expresé se parecen a las que Kahneman popularizo en los últimos años en libros como Pensar rápido, pensar despacio. Tal vez me refiera a ello en un epílogo cuando acabe de publicar este Acerca del karma.


ACERCA DEL KARMA


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