Las dudas y las certezas de Descartes
La primera parte de Los principios de la filosofía de Descartes, se divide en setenta y cinco apartados, en los que Descartes desarrolla los principios de su filosofía.
La duda
Los seis primeros puntos se refieren a la duda, duda que ha de preceder al establecimiento de cualquier principio: “Para indagar la verdad hay que dudar cuanto se pueda de todas las cosas, al menos una vez en la vida”.
Esta apelación a la duda como paso preliminar a todo conocimiento cierto y seguro, causó muchos problemas a Descartes, como muestra Popkin en su Historia del escepticismo, acusándose a Descartes de haber abierto la compuerta a todos los escepticismos.
Todo ello, pese a la insistencia de Descartes en que la duda es el camino a la certeza y no a la incredulidad e incertidumbre de los escépticos, ya sean estos pirrónicos o académicos. Sin embargo, ya Arnauld, en sus objeciones a las Meditaciones de Descartes, dedicó un apartado a “las cosas que pueden llamar la atención de los teólogos”, proponiendo al autor que añadiese un prefacio en el que se dijese que no se duda de todo “de veras y en serio”.
Más adelante, dice Arnauld que las palabras de Descartes “pueden servir a muchos que hoy se inclinan hacia la impiedad… para combatir la fe y la verdad de nuestra creencia (Meditaciones Metafísicas, 177)”.
Por otra parte, después de tan radical puesta en cuestión de todo lo que se ha aceptado irreflexivamente, sorprende la gran coincidencia entre los principios ciertos que halla finalmente Descartes y los que aprendió en la escuela de jesuitas de La Fléche. Porque, precisamente en estos apartados, se refiere Descartes a los prejuicios, en especial aquellos aprendidos en la infancia, antes de tener uso de razón.
Volviendo a la duda misma, dice Descartes que hay que dudar de las cosas sensibles y de las imaginables, pero también de las demostraciones matemáticas. Descartes llega a admitir la posibilidad de que no exista Dios, pero lo que no llega a poner en duda, y esto no sería aceptado por algunos fácilmente, es el libre albedrío, de tal modo que esta certeza de “la libertad que hay en nosotros” parece preceder a la certeza clásica basada en el dudar.
Hobbes, precisamente en sus objeciones a las Meditaciones de Descartes, objeta, en el curso de la discusión acerca de la presciencia divina y el libre arbitrio que el segundo no está probado. La respuesta de Descartes es que “no hay nadie que observándose solamente a sí mismo deje de sentir que la voluntad y la libertad son una misma cosa, o, más bien, que no hay diferencia entre lo voluntario y lo libre.”
Por otra parte, Husserl, en sus Meditaciones Cartesianas, señala otra certeza que existe previamente en Descartes, la de su misma noción de la filosofía:
“Para Descartes era algo ya de antemano comprensible de suyo que la ciencia universal tenía la forma de un sistema deductivo, y que todo el edificio tendría que apoyarse sobre un cimiento axiomático, fundamentante de la deducción”.
A esta noción previa de una ciencia universal semejante a la geometría se refiere Descartes, como ya hemos visto, en la Introducción a los Principia (hay que recordar que Aristóteles consideraba más cercana a la ciencia de los primeros principios la Aritmética que la Geometría, Met.982a 29-30) .
Husserl, plantea así el problema que a Descartes le pasó inadvertido o no consideró importante:
“¿Qué pasa ahora con la indubitabilidad de esa misma idea, la idea de una ciencia que hay que fundamentar absolutamente, puesto que ya no tenemos a nuestra disposición ninguna ciencia dada -pues, en efecto, ninguna está en vigencia para nosotros- que sirva de ejemplo de tal auténtica ciencia? “
En cualquier caso, y volviendo a los Principia, Descartes, mostrándose nuevamente prudente a la manera aristotélica, advierte que la duda teórica, por muy profunda que llegue a ser, “no debe afectar a la práctica de la vida” .
Hay que suponer, sin embargo, que una vez culminada la reflexión promovida por la duda, los resultados de la misma habrán de afectar de algún modo a la vida práctica, pues el filósofo debe seguir en su vida práctica las consecuencias a que le conduce su reflexión teórica, que diría Juan de Salisbury.
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[Apuntes de filosofía escritos antes de 2000]
Descartes
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