La religión del comunismo

Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao
Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao

Hace no demasiados años afirmar que entre el comunismo del siglo XX y la religión existían muchas semejanzas solía despertar sospechas hacia quien sugería «tan extravagante comparación» entre una ideología atea y materialista y las religiones espiritualistas. Yo mismo recuerdo encendidas discusiones cada vez que planteaba a mis amigos y a mis compañeros de universidad los indudables rasgos religiosos de la ideología marxista-leninista.

Actualmente, los historiadores aceptan con naturalidad que esa es una de las comparaciones más exactas que se pueden hacer.

Es cierto que todo se puede comparar con la religión, porque el pensamiento religioso es uno de los modos dominantes del pensar humano, con características muy definidas y diferentes de otros modos, como el científico, el instintivo, el reflexivo o el escéptico. Por ello es fácil encontrar elementos del pensamiento religioso casi en cualquier actividad humana, incluida la ciencia, a pesar de tratarse casi del opuesto ideológico e idealógico de la religión..

Sin embargo, dejando a parte las inevitables semejanzas entre la religión y cualquier cosa, en cuanto se analiza la ideología revolucionaria del siglo XX o el marxismo-leninismo- estalinismo-pensamiento Mao Zedong, se descubre que contiene una cantidad desmesurada de los rasgos esenciales del pensamiento religioso mesiánico: profetas que anuncian el advenimiento de un nuevo mundo más justo; una fe que lleva a la lucha, al sacrificio y al martirio, pero también a la persecución implacable de los enemigos y los apóstatas; un culto a la personalidad que recuerda al de los Emperadores divinizados de Roma  e incluso al de los faraones-dioses de Egipto, con embalsamamiento incluido; libros sagrados en los que se expresa una doctrina que es incontrovertible, y que, a pesar de ello, es reinterpretada y varía en función de la voluntad cambiante del profeta o líder supremo del momento, dando origen a diversas sectas enfrentadas; símbolos identificativos como la hoz y el martillo o la bandera roja, semejantes a la cruz del cristianismo o la media luna del Islam; gestos de alto valor simbólico con los que el fiel se reafirma en su creencia inconmovible, como el puño en alto; congresos en los que se define la ortodoxia y se condena a los herejes; persecuciones y exterminio sistemático de infieles, apóstatas y herejes.

Todo esto, unido a un dogmatismo sin fisuras, es lo que hace no sólo creíble, sino sensata y ponderada, la comparación entre comunismo y religión.

En esta galería de fotos he querido mostrar esas semejanzas, aprovechando mis álbumes de fotos, especialmente tras viajes por países comunistas o excomunistas. Se trata, por tanto, de una galería de fotos personal, no de una página política perfectamente documentada. Me limito tan sólo a examinar la fenomenología del comunismo revolucionario a partir de fotos obtenidas en mis viajes, por lo que no pretende ser exhaustiva ni rigurosa.

He intentado eliminar juicios de valor, aunque es inevitable que los fieles de esta religión materialista puedan sentirse ofendidos, simplemente ya desde esa comparación entre su ideología y una religión, pero probablemente por más cosas. Es un riesgo difícil de evitar, como lo sería hacer una fenomenología del nazismo sin aludir a sus crímenes.

Más preocupante sería que se sintiesen ofendidas las víctimas de estas ideologías, y por eso aclaro que, aunque no se trate más que de una fenomenología, un catálogo de imágenes alrededor del aspecto religioso del comunismo revolucionario, es obvio que existe aquí una crítica, cuando menos implícita, a una manera de pensar que ha empleado todas estas imágenes para justificar y alentar sus crímenes. Puede parecernos divertido, infantil y grotesco todo este culto a la personalidad y esta adoración a los líderes supremos y a los dogmas de la revolución, pero no pretendo, al mostrarlo, minimizar el carácter trágico y criminal de la ideología revolucionaria, porque es obvio que muchas de las injusticias cometidas en su nombre son consecuencia casi inevitable de pensamientos milenaristas y dogmáticos como estos.

 

(Primera publicación de esta entrada: 2004)



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