Los líderes supremos: Oliver Cromwell

En un reciente viaje a Londres tuve ocasión de leer un interesante pasaje del libro Britain, de Kenneth O.Morgan, editado por Oxford. Allí se explica que Oliver Cromwell, el puritano y revolucionario inglés que instauró una breve república británica, no sólo intentaba instaurar una dictadura de fuerte carácter teológico, sino que buscaba un modelo  explícitamente religioso para cada uno de sus actos revolucionarios, explicándolos de esta manera:

    «Cromwell se veía a sí mismo como Moisés conduciendo a los israelitas a la tierra prometida. Los ingleses habían vivido en cautiverio en la tierra de Egipto (la monarquía Estuardo ), entonces escaparon y cruzaron el mar rojo (regicidio de Carlos I); ahora estaban en la travesía del desierto (actuales desordenes y disensiones), conducidos por la llama ardiente y la divina providencia manifestada en las grandes victorias del ejército, renovadas en 1656 en la exitosa guerra contra España. El pueblo, como los israelitas, era recalcitrante y quejoso. A veces necesitaban ser empujados a ala fuerza hacia la tierra prometida, como cuando  en 1655-56 no se movilizaron contra la revuelta realista, causando una terrible decepción a su profeta Cromwell».

Cromwell como un lagarto con una prodigiosa cola llena de monedas, de las que todos quieren apoderase.  (Ilustración en el libro de Kenneth H.Morgan)
Cromwell como un lagarto con una prodigiosa cola llena de monedas, de las que todos quieren apoderase. (Ilustración en el libro de Kenneth O.Morgan, que reproduce un dibujo satírico holandés)

Como puede comprobarse por el texto anterior, la comparación que yo establezco en este Santoral Revolucionario entre comunismo y religión se puede aplicar a otras revoluciones y en especial a la inglesa, que es sin duda el punto de inicio de los sucesivos movimientos revolucionarios modernos, tanto de la revolución y guerra de independencia americana de 1776 como de la francesa de 1789, pero que ha sido casi olvidada en los anales revolucionarios, como si nunca hubiera tenido lugar, a pesar de contar incluso con un regicidio en la figura de Carlos I (hablo de ello en El imaginario revolucionario).

Es muy probable que la razón de ese rechazo se deba a su carácter explícitamente religioso, mientras que las modernas revoluciones presumen de ser ateas, a pesar de adoptar, esta vez de manera implícita y casi oculta la imaginería religiosa. La excepción serían casos recientes como el de Venezuela y otros países latinoamericanos, que hacen un uso declarado de la religión para santificar a sus líderes y extender su prédica entre las masas de creyentes que hacen compatibles una y otra fe, de maneras que a Marx y Engels hubieran llenado cuando menos de asombro.

Cromwell
Cromwell

 


(Primera publicación de esta entrada: 2004)

 

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