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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

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La discusión política

Creo que en la discusión política hay que hablar con cierta moderación y precisión, no por un ansia de corrección formal o de puntillismo gramatical, sino porque el lenguaje es una convención y, precisamente por ello, debe haber un cierto acuerdo acerca de qué significan las palabras.

No se puede aplicar la palabra fascismo a cualquier cosa ni la palabra genocidio, ni siquiera la palabra absolutismo. Primo Levi decía que él se sentía ofendido cuando alguien comparaba trabajar en la FIAT o los manicomios con un campo de concentración nazi (Levi estuvo en Austwich). Trabajar en la FIAT puede ser horrible y también pueden serlo los manicomios, pero la comparación es un exceso tan brutal que sólo sirve para minimizar los lager nazis, para trivializarlos.

Eso es lo que sucede cuando alguien comparaba el gobierno de Aznar con el franquismo o la política de Israel con el genocidio. Resulta muy difícil aplicar la palabra genocidio a otra cosas que no sea lo que hicieron los nazis con los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial. Eso no quiere decir que no haya cosas tan horribles o peores. Pero no son genocidios. Con muchas dudas podemos hablar de genocidio referido a la conquista española de América y con algunas dudas aplicado a lo que hizo Stalin.

Aplicar la palabra genocidio no implica necesariamente un grado mayor de horror (en tales extremos resulta difícil calibrar grados en el horror). Como también decía Levi, genocidio seguramente se podría aplicar a otro hecho histórico: la política de los jémeres rojos en Camboya, el exterminio sistemático y organizado a conciencia de un millón de personas. Hacerlo, como hizo Saramago, referido a Israel no dice nada acerca de Israel pero sí mucho acerca de Saramago. No aclara el problema de Israel y Palestina, sino que oscurece la comprensión del nazismo.

Podemos decir con cierta razón, que Israel está practicando una política fascista en estos momentos puesto que el fascismo es la legitimación de la violencia como arma política (pero no podemos decir que Israel es un estado fascista, porque no lo es por el momento).

Podemos pedir que intervenga la ONU, que se envíe una fuerza de interposición internacional, que se derribe el muro (y, si se quiere, se coloque en territorio israelí, no como está ahora, en territorio palestino); que Sharon sea juzgado en el Tribunal de La Haya, que la Comunidad Europea imponga sanciones a Israel, que le exija el respeto a los derechos humanos, la defensa de la población civil. Podemos sugerir muchas cosas y todas ellas serán más efectivas que arrojar palabras mal empleadas como si fueran proyectiles.



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