La miasma y el retrato de la dama

John Donne

Cuando esté muerto y no sepan los doctores el porqué,
y la curiosidad de mis amigos
haga que me corten y estudien cada parte,
cuando en mi corazón encuentren tu Retrato,
piensa que un súbito efluvio de amor
discurrirá por todos sus sentidos,
que, actuará en ellos como sobre mí, y así elevará
tu asesinato al nombre de masacre.

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When I am dead, and Doctors know not why,
And my friends curiositie
Will have me cut up to survay each part,
When they shall finde your Picture in my heart,
You think a sodaine dampe of love
Will through all their senses move,
And worke on them as mee, and so preferre
Your murder, to the name of Massacre.

 

Este es uno de los más hermosos poemas de uno de los mejores poetas, John Donne. No sé si su fuerza reside en la calidad poética en sí misma, en el ritmo y las palabras elegidas o en la curiosa idea que expresa. Tal vez en todas esas cosas reunidas, aunque ese asesinato convertido en masacre resulta devastador en su mezcla de declaración de amor y de dolor. Y al mismo tiempo, de precisa y objetiva descripción, como la de un médico o un investigador en su laboratorio.

 

Creo que el poema es una muestra de que aunque existen palabras bellas, interesantes o  adecuadas para la poesía, también la semántica o el significado influye de manera decisiva en la sintaxis. El significado o sentido, la combinación inédita o inaudita de ideas y la creación de un concepto nuevo (al menos en la mente del lector) modifica la manera en la que escuchamos ciertas palabras.

 

“Asesinato”, por ejemplo, es un término que pocas veces se encuentra entre las palabras poéticas; masacre sí que tiene una cierta resonancia poética, quizá incluso excesiva: suena demasiado bien. Sin embargo, ambas palabras, asesinato y masacre, puestas al servicio de la idea de Donne, que es al mismo tiempo emocional e intelectual, cobran una fuerza inesperada. Tal vez una buena confirmación de lo que digo es que estoy llevando a cabo todo este análisis en español, hablando de asesinato y de masacre, y no de “murder” y “massacre”. Es decir, no estoy hablando exactamente de la sonoridad de las palabras, sino de su resonancia semántica, de una poderosa sonoridad que les añade su sentido, su significado en el contexto de este poema.

 

Lo curioso es que, aunque la idea expresada parece muy original, Donne seguía en este poema un tópico muy frecuente en la poesía, no sólo en la inglesa, el del retrato de la amada que se descubre o se encuentra en el corazón del amante muerto.

 

José Manuel Pedrosa hace un repaso de algunos de estos precedentes en Miguel de Cervantes, John Donne y una canción popular: el retrato de la dama en el corazón del amante . Un ejemplo es el de un poeta del Cancionero gótico de Vásquez de Ávila:

 

“En medio del corazón me pinté
vuestra figura, al vivo debujada,
y dejéla en mí tan bien sacada,
que la vuestra de ella discernir no sé.
De sobrado amor en mí os estampé:
soys ingrata y tan mal mirada,
que luego queréis, por una nonada,
vengaros de mí, porque os debujé…”

 

Donne encontró una solución ingeniosa al hallazgo del retrato en el corazón del amante, pero otros autores idearon otras no menos notables, como la de Pérez de Montalbán:

 

“Yo muero, aunque no quisiera,
porque temo que te mate
la muerte, si muero yo,
que en mí estás, y ha de toparte”

 

¡Qué buena manera de expresar el amor del amante, que es tan grande que posee por completo a la persona amada hasta el punto de que su muerte sería la de ella!

 

Este mismo tópico poético del retrato de la dama lo emplea Cervantes en Los trabajos de Persiles y Segismunda, cuando Periandro, Auristela y sus acompañantes caminan por un bosque cercano a Roma y ven colgado en un sauce un retrato de una hermosa mujer, pintado en una tabla “del grandor de una cuartilla de papel”. Descubren entonces que de las hierbas mana sangre que les empapa los pies y encuentran cerca de allí, moribundo, al Duque de Nemurs, quien les dice:

 

“Bien hubieras hecho, ¡oh quienquiera que seas, enemigo mortal de mi descanso!, si hubieras alzado un poco más la mano, y dádome en mitad del corazón, que allí sí que hallaras el retrato más vivo y más verdadero que el que me hiciste quitar del pecho y colgar en el árbol, porque no me sirviese de reliquias y de escudo en nuestra batalla”.

 

Son textos que hay que leer dos veces para entender todo su sentido.

 

Pedrosa ofrece muchos ejemplos en la lírica española y portuguesa, y también en la canción popular argentina, mexicana, brasileña y venezolana, además de en el cante jondo. Uno que me gusta mucho es de Manuel Machado:

 

Si mi corazón se abriera
lo mismo que una graná,
en ca uno de sus granitos
te verías retratá.

 

Por otra parte, el poema de Donne expresa la teoría miasmática de la enfermedad, popular en la Edad Media y en el Renacimiento, que explicaba las epidemias por la propagación de vapores y efluvios venenosos. Donne, como otros poetas metafísicos ingleses, estaba muy interesado por las ciencias, entre las que debemos incluir en esa época la astrología, la alquimia o las teorías que relacionaban el microcosmos y el macrocosmos.

 

Tengo que decir, de todos modos, que aquí sólo he citado la primera parte del poema de John Donne. La segunda estrofa nos revela algo más acerca de la causa de la hipotética muerte de ese poeta al que los doctores abren el pecho:

 

Pobres victorias. Pero, si osas ser valiente
y obtienes placer en tu conquista,
mata primero a ese enorme gigante, tu Desdén,
y sea luego asesinado Honor, el encantador,
y, cual vándalo o godo, álzate;
de tus propias artes y triunfos sobre hombres
borra el recuerdo, y las historias,
y, sin esa ventaja, dame entonces muerte.

 

Se trata, claro, de una ingeniosa invitación a que la dama se entregue sexualmente a él (o que lo tome a él como amante), dejando de lado su desdén y su honor y dándole muerte en la lucha amorosa.

 

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