La filosofía de la ciencia
Alguien puede ser científico, incluso un buen científico, y no entender cómo funciona la ciencia y el método científico, o ignorar cuáles son sus bases filosóficas y racionales. Es lógico, porque tampoco los bancarios o los banqueros conocen siempre cómo funciona la economía. Ahora bien, en una discusión que pretende ser, no ya científica pero sí al menos racional, hay que saber qué es lo que se puede demostrar y qué es lo que no se puede demostrar.
En el siglo XX muchos pensadores se interesaron en una disciplina que no era nueva, pero que conoció un gran desarrollo teórico, la Filosofía de la ciencia. Entre aquellos pensadores se puede citar a Henri Poincare, a los miembros de Círculo de Viena y el positivismo, a Imre Lakatos, a Thomas S.Kuhn, a Bertrand Russell, a Karl Popper o al irreverente y heterodoxo Paul Feyerabend.
La filosofía de la ciencia se ocupa de cuestiones que antes caían en los terrenos de la epistemología, la gnoseología y la teoría del conocimiento, disciplinas que también comparten límites difusos, así como la lógica e incluso las matemáticas, al menos en tanto que ciencia más estricta y perfecta.
Un aspecto importante de la filosofía de la ciencia consiste en distinguir entre tres contextos diferentes, que los profanos o los aficionados (pero también algunos científicos, como ya he dicho) mezclan a menudo, lo que da lugar a todo tipo de malas interpretaciones del método científico y de los límites de la ciencia.
- Contexto de demarcación: qué es ciencia, qué no es ciencia; que es ciencismo o cientifismo (una manera dogmática y acientífica de entender la ciencia), qué es pseudociencia y qué es superstición.
- Contexto de descubrimiento: cómo alcanza la ciencia sus resultados, mediante la observación, la inducción, la deducción, la abducción, la experimentación, pero también la intuición o el puro azar o serendipia. Tiene mucha relación con al historia de la ciencia.
- Contexto de justificación: cómo se validan o certifican las hipótesis y teorías.
Es decir, una cosa es cómo se obtiene un conocimiento científico y otra muy diferente cómo se prueba o justifica ese conocimiento. La historia de la ciencia está llena de ejemplos de procedimientos acientíficos que llevaron a descubrimientos asombrosos (contexto de descubrimiento), pero eso no significa que podamos considerar científica una teoría o hipótesis sin antes someterla a las estrictas reglas de la validación científica (contexto de justificación).
Al que le interese el tema del método científico, puede leer a los clásicos, como Lakatos, Khun (La estructura de las revoluciones científicas) y Popper (La lógica de la investigación científica). Pero, para resumirlo de manera brutal (por el momento): la mayoría de los científicos se inclinan por el falsacionismo de Popper, que sostiene que las hipótesis y teorías de la ciencia no se pueden demostrar de manera absoluta, pero que si se pueden poner a prueba (es decir, falsar o falsificar [ref]Terminó técnico que no tiene que ver con la falsificación de cuadros, por ejemplo, ni nada parecido.[/ref]. En función de los resultados de esa falsación, se aceptan o rechazan las hipótesis o teorías, pero siempre provisionalmente. Aunque entre los filósofos de la ciencia se dice a menudo que Popper con su falsación ignoraba la manera en la que trabajan de veras los científicos, pues su máximo interés es demostrar sus teorías y no refutarlas, se da el curioso caso, como ya he dicho, de que entre los propios científicos intereresados en las bases de su proceder, la mayoría aceptan la fasación.
Todo esto quiere decir que en ciencia ninguna teoría está nunca demostrada, por más datos que tengamos a su favor, como bien se vio cuando la física newtoniana fue superada, mejorada y en ciertos terrenos refutada por la relativista, después de siglos de pruebas contundentes a favor de Newton. Esto implica un importante corolario: en ciencia la discusión continua es fundamental.
Lo que define a la ciencia frente a la religión y la superstición es precisamente que sus resultados siempre están en discusión. Mientras que las religiones (en especial las reveladas) nunca cambian sus textos originales y lo que hacen es retorcer la interpretacíon de los mismos para adaptarse a los nuevos descubrimientos, en ciencia los nuevos descubrimientos obligan a modificar los textos y las formulaciones previas. No hay textos sagrados en ciencia, porque la ciencia es, además de un corpus de conocimientos que aumenta y se modifica constantemente, antes que nada y por encima de todo, un método.
Existen algunos libros accesibles para cualquier lector de divulgación de filosofía de la ciencia y el método científico. Uno sencillo pero riguroso es de Noretta Koertge: Curso de filosofía de la ciencia. Que yo sepa, no está traducido al español (yo lo leí en catalán hace mucho tiempo), pero los que leéis inglés podéis consultar una versión con este enlace: The Nature of Scientific Inquiry.
Y también es muy recomendable dentro de la divulgación, además de muy divertido y muy entretenido, es ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, de Alan F. Chalmers.
Aprender cómo funciona la ciencia y a qué podemos llamar conocimiento científico, es decir, el tercer contexto mencionado más arriba (el de justificación), es fundamental, porque significa ni más ni menos que aprender a pensar, aprender a pensar bien. Como decía el gran Richard Feynman: “La ciencia es el método que hemos inventado para dejar de engañarnos a nosotros mismos”. No se puede definir mejor.
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