La felicidad y los tres modos de vida
Al examinar la vida política, nos dice Aristóteles, vemos que su objetivo parece ser el honor o los honores1095b,20-25..
Sin embargo, estos honores a los que se aspira se buscan para convencerse uno a sí mismo de la propia virtud, mediante el reconocimiento que los demás otorgan a nuestra persona:
“Esos hombres parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos de que son buenos, pues buscan ser admirados por los hombres sensatos y por los que los conocen, y por su virtud; es evidente, pues, que en opinión de estos hombres la virtud es superior” (1095b,25-30).
Por lo tanto, la virtud será en sí misma preferible a los honores, aunque tampoco se puede concluir que la virtud sea el verdadero fin de la vida política, puesto que aquel que posee la virtud no es necesariamente feliz:
“Tal vez se podría suponer que ésta sea el fin de la vida política, pero salta a la vista que es incompleta, ya que puede suceder que el que posee la virtud esté dormido o inactivo durante toda su vida, y además padezca grandes males e infortunios; y nadie juzgará feliz al que viva así” .(1095b,30/1096a,5).
En este argumento de Aristóteles se halla una crítica al concepto arcaico de virtud o areté que se refleja en las obras homéricas, fundamentalmente en la Ilíada. En este sentido, es muy interesante cómo examina Werner Jaeger, en los primeros capítulos de su célebre obra Paideia, el concepto aristocrático de virtud y su crisis, primero en manos de los sofistas y posteriormente en las del propio Aristóteles.
La vida sensitiva, por su parte, aspira a bienes que proporciona la riqueza (por lo que tampoco es la riqueza en sí lo que busca (“Es evidente que la riqueza no es el fin que buscamos, pues es útil en orden a otro fin”(1096a,5-10)); o bien aspira al placer. La cuestión de si el placer puede ser el bien supremo se analiza sólo de modo indirecto en este primer libro de la Ética, y de manera metódica en el Libro X.
En cuanto a la vida contemplativa, Aristóteles pospone su análisis. Lo retomará en el último libro, el décimo:
“El tercer modo de vida es el contemplativo, que examinaremos más adelante” (1096a,5).
ÉTICA DE DEMÓCRITO Y ARISTÓTELES

