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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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La falsa modestia y la soberbia cierta

A menudo se dice que alguien muestra una falsa modestia o una modestia estudiada.

En primer lugar, ¿no podríamos pensar también que la soberbia es igualmente estudiada? Solemos considerar que la soberbia es algo que surge de manera no tan calculada o hipócrita como la falsa modestia, pero hay ejemplos que demuestran que la soberbia puede ser también muy estudiada. Según cuentan los amigos de Dalí, cuando el pintor veía que los periodistas se habían ido, se bajaba los bigotes y decía algo así como: «Bueno, ahora que ya estamos solos, no hace falta seguir con el personaje».

«Cada mañana cuando me despierto, siento de nuevo un placer supremo, el de ser Salvador Dalí»

Si quisiéramos ir más lejos, podríamos preguntar si cualquier presunción no sólo es estudiada, debido a que que el presuntuoso se examina a sí mismo con esmero para ver qué méritos suyos puede señalar a los demás, sino que, además, por paradójico que parezca, la presunción puede ser falsa. ¿Por qué? Porque la necesidad de presumir suele esconder una cierta desconfianza en uno mismo: puesto que no se espera que los demás admiren los méritos propios, el presuntuoso se ve obligado a insistir en ellos y resaltarlos.

Casi todos los que mi padre llamaba «papanatas» practican esa soberbia calculada, que a menudo esconde gran inseguridad. Es lo que  dice Mariel Hemingway, que se da cuenta en Manhhattan de lo que esconde la pedante Diane Keaton tras el primer encuentro: «Creo que estaba nerviosa e insegura».

Por otra parte, ¿es bueno o malo eso de la estudiada modestia? ¿Sería preferible tener una modestia descuidada? ¿No disminuiría eso el mérito del modesto, que lo sería sin siquiera darse cuenta de que lo es, cuando la verdadera dificultad sería el tener razones o impulsos hacia la presunción y, sin embargo, ser modesto?

Por poner un ejemplo, Borges, a quien se acusa de practicar una estudiada modestia, se mostraba, en efecto, modesto muy  a menudo, a pesar de que tenía sobrados argumentos para presumir. Si su modestia no hubiese sido estudiada sería sin duda pura hipocresía, más falsa que la falsa modestia. Una modestia no estudiada en Borges haría dudar acerca del conocimiento de sí mismo , porque tenía muchas razones para decir aquello que dijo Villiers de L’Isle Adam: «Me estimo poco cuando me examino, mucho cuando me comparo».

Todo esto no impide que  se pueda ser modesto sin estar fingiendo. Por supuesto que sí, se puede ser modesto con verdadera convicción. Uno puede ser sinceramente modesto porque siente que no hay nada en lo que pueda destacar.

Lo que resulta más difícil es fingir que no adviertes que otros te miran como modesto o falso modesto, y el hecho de percibir eso influirá en tu comportamiento. Entonces serás un modesto que se da cuenta de que los demás no creen que debas mostrarte modesto, lo que, probablemente, te convierta, al menos en la relación social, en un falso modesto.



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La falsa modestia y la soberbia cierta