La caverna dogmática y la caverna escéptica

En este pasaje de la entrevista con Bruno Cardeñosa hablamos de los orígenes del escepticismo en Grecia, de Sócrates Platón y Arcesilao y del mito de la caverna que, curiosamente, ha sido interpretado tanto desde un punto de vista escéptico como desde un punto de vista dogmático.

Puedes escuchar la entrevista o leerla en la transcripción.

BRUNO CARDEÑOSA:  Sócrates dijo, lo hemos oído en muchas ocasiones: «Sólo sé que no sé nada». Y luego llegó Arcesilao y dijo: «Ni siquiera sé si no sé nada».

Seguramente estos dos personajes, y vamos a hablar de muchos de ellos, formarían parte de ese elenco que aparece en este libro, este trabajo que se titula Sabios, Ignorantes y Felices. El autor es Daniel Tubau, el libro está en la editorial Ariel. Daniel, muy buenas, ¿qué tal? ¿Cómo estás?

DANIEL TUBAU: Buenas noches, Bruno, ¿cómo estás?

BRUNO CARDEÑOSA: Un libro sobre el mundo, ahora lo vamos a explicar, el mundo del escépticismo, y nos remontamos a Grecia, pero ¿cómo empieza ahí? ¿Cuándo empieza ese mundo, el escéptico, cuándo empieza a ser como se define en la actualidad?

DANIEL TUBAU: Podemos decir que tiene dos comienzos. Hay un pensador que se llama Pirrón de Elis, que viajó con Alejandro Magno hasta la India, allí conoció a unos misteriosos sabios a los que llamaban los gimnosofistas o filósofos desnudos (eso quiere decir gimnosofistas). Hay quien dice que estos gimnosofistas fueron los que enseñaron el escepticismo a Pirrón. Esa es una de las dos tendencias, la de los pirrónicos, la escuela pirrónica del escepticismo.

Casi casi al mismo tiempo surge otro escepticismo, que es el de la Academia de Platón. Curiosamente, aunque se considera a Platón un filósofo dogmático, en la Academia el sexto director, que se llamaba Arcesilao (el que has mencionado antes) llevó el escepticismo a la academia. Sobre todo llevó el anti dogmatismo, lo que está claro es eso.

Esas son las dos primeras escuelas escépticas, aunque yo sostengo en el libro que el escepticismo viene desde los orígenes de la filosofía. Y seguramente desde los orígenes del ser humano.

BRUNO CARDEÑOSA: Ahí están esas figuras, si vamos a conocer un poquito el origen. Un origen que tiene que ver, filosóficamente hablando, con el mundo de Grecia. Pero en el mundo actual, cuando a alguien le expones una serie de cosas, te puede decir: «Yo es que no me lo creo, soy escéptico». ¿El escéptico no se cree nada por naturaleza?

DANIEL TUBAU: En parte sí, en parte no. Existe una imagen del escéptico como una persona absolutamente incrédula, que se niega a creer. Incluso en la antigüedad los estoicos retrataban a los escépticos diciendo que, como no creen en nada y no están seguros de nada, entonces no saben si salir por la puerta o por la ventana, si meterse la comida por la boca o por las orejas… Porque, claro, no están seguros de nada, pero las cosas no son tan sencillas. En realidad, los escépticos en la vida cotidiana se dejan llevar por lo que ellos llaman las apariencias, por lo que parece que es. Pero lo que no hacen es afirmar que las cosas, más allá de las apariencias, sean de una manera u otra de manera absolutamente demostrable e indiscutible

BRUNO CARDEÑOSA: Fue muy importante la figura de Platón, ese mito por el que conocemos sobre todo a Platón, el mito de la caverna: los hombres, los esclavos, ya dice mucho el nombre, los esclavos que están dentro de esa caverna y solo ven figuras, sombras, aquello que parece que es, pero no lo que es. Luego llega la luz, ven la luz y ven que lo que se imaginaban es diferente. Seguramente los escépticos habían comprobado, habían experimentado y  gracias a eso pudieron comprobar y hablar de las cosas sin tener una postura previa, una postura definitiva dogmática sobre la realidad.

DANIEL TUBAU: Claro, el mito de la caverna es muy interesante. En el libro lo comparo al principio con Matrix, evidentemente, ¿no?, porque Matrix está basado en el mito de la caverna de Platón, que ha sido interpretado de dos maneras. El mito ha sido interpretado de una manera dogmática, como diciendo: «Estamos en una caverna y no vemos la realidad, y entonces en un momento dado podemos salir y ver la verdad. Y descubrimos la verdad absoluta». En el caso del Platón, interpretado de una manera dogmática, ese mundo real, esa realidad real sería el mundo de las ideas, donde se encuentran las ideas perfectas de todas las cosas. Para Platón ese es el verdadero conocimiento.

Pero el mito también ha sido interpretado desde un punto de vista escéptico, de un modo completamente contrario: «Creemos que estamos viendo la realidad y en realidad estamos viendo sombras. Detrás de nosotros hay unos titiriteros que están moviendo marionetas y proyectando las sombras. Y de pronto podemos descubrir que esas sombras no son la realidad: salimos fuera y vemos otras cosas. Pero, esas otras cosas que vemos fuera, ¿es seguro que sean la realidad tal cual? A lo mejor hay otra realidad, a lo mejor este mundo en el que vivimos también es una realidad virtual. Lo otro eran sombras, pero esto puede ser una realidad virtual, creada por una inteligencia artificial sofisticada. Quizá tampoco sea la realidad .¿Cómo podemos estar seguros del todo?

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