Escepticismo en El arte de la guerra de Sun Tzu

El arte de la guerra de Sun Tzu muchas veces se comenta como si se tratase de un tratado místico, adivinatorio, incluso simbólico, pero en El arte del engaño intente demostrar que es todo lo contrario. El sugerente lenguaje que emplea Sun Tzu no nos debe confundir acerca de la manera racional y razonable que tiene Sun Tzu de enfrentarse a situaciones en las que los soldados se juegan la vida y los soberanos sus reinos.

La firmeza con la que Sun Tzu (Sunzi desprecia los métodos irracionales es una de las razones por la que muchos sitúan El arte de la guerra en una fecha tardía, cuando ya se había extendido entre las diferentes escuelas el pensamiento racional, durante la época de los Reinos Combatientes.

Por aquel entonces, los confucianos, como Xunzi y Mencio; los moístas de Mo Di y los legistas se burlaban de quienes pedían ayuda a los espíritus o buscaban en la adivinación y en creencias simbólicas o mágicas la solución a sus problemas, lo que no quiere decir que negaran el culto a los antepasados o la existencia de los espíritus. Pero sí eran capaces, como lo es un cristiano moderno que no pertenezca a la facción creacionista, de distinguir entre sus ideas acerca del otro mundo y las explicaciones acerca de los hechos de este mundo.

Estos son dos ejemplos en los que muestro rasgos escépticos en los primeros estrategas chinos, como el legendario rey de los Zhou y el sabio del Amor Universal Mo Di:

Se dice que el fundador de la dinastía Zhou, el rey Wu de los Zhou consultó las hojas de milenrama en la víspera de la batalla final contra los Shang y que la predicción fue el desastre para sus tropas. Tirando las ramas a un lado, Wu dijo: «¿Qué sabrán ellas de la buena suerte?», y continuó su camino y obtuvo la victoria. (Wang Chong, Lunheng)

Cuando un adivino le dijo a Mo Di que no debía viajar al norte porque su color era el negro «y hoy Dios mata al dragón negro en el norte», Mo Di ignoró la advertencia. No logró llegar a su destino, tal como le habían anunciado, pero Mo Di respondió al adivino que tampoco habían logrado llegar las personas cuyo color era el blanco.

(Pasajes de El arte del engaño, de Daniel Tubau)

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