El realismo pictofotográfico

La novia en el fotógrafo , de Dagnan-Bouveret

La novia en el fotógrafo
Pascal Dagnan-Bouveret
(1879, óleo sobre lienzo)

El cuadro La novia en el fotógrafo, de Pascal Dagnan-Bouveret fue presentado en el Salón de París de 1879. La primera impresión que uno se lleva al contemplar hoy en día el cuadro es que se trata de una escena típicamente burguesa en la que dos novios posan en el taller de un fotógrafo el día de su boda.

En las últimas décadas del siglo XIX, había pasado ya la época en la que los pintores eran los cronistas privilegiados de acontecimientos sociales como inauguraciones, bailes y bodas. Ahora los novios preferían conservar una representación más precisa, casi exacta, del día más feliz de su vida, la que proporcionaba ese nuevo arte o mecanismo llamado fotografía:

«En el siglo XIX la fotografía estuvo a punto de desposeer al arte de la pintura de sus funciones utilitarias, ocasionando un perjuicio tan serio a la situación del artista como lo había sido la abolición de las imágenes religiosas por el protestantismo».
(Ernst H.Gombrich, Historia del arte)

Típica fotografía de la época, en la que se ve a un pintor en su estudio. Se trata, precisamente, de Pascal Dagnan-Bouveret.

Hasta que Dagnan-Bouveret expuso La novia en el fotógrafo, el público se había acostumbrado a ver fotografías en las que aparecían pintores en su taller, ya que esa era la manera de mostrar a los grandes artistas en acción, pero aquí es un pintor, el propio Dagnan-Bouveret, quien invierte los términos y retrata a su rival, al fotógrafo, en plena acción. Consigue de este modo elevar la condición de fotógrafo a la de artista, como hizo en su momento Velázquez con su propia profesión.

En efecto, cuando, siglos antes, en Las Meninas, Velázquez se retrató a sí mismo como pintor de corte, logró con este acto elevar su profesión a lo más alto, pues no en vano se considera que es la primera vez en la que un pintor comparte un cuadro con un rey vivo:

 

«Las meninas es un manifiesto sobre la condición de la pintura como arte liberal y, por extensión, sobre la condición de los artistas (…) La presencia de los reyes avala la nobleza del arte pictórico y del artista (…) Se trata de un cuadro cuya intención era contribuir a la batalla por la nobleza de la pintura y los pintores.»
                                                            (Art on line)

La cruz de Santiago sobre el traje de Velázquez

Las Meninas, por otra parte, ha sido considerado casi una instantánea fotográfica, en la que Velázquez congela el momento en el que los reyes, reflejados en el espejo del fondo, entran en el salón del palacio en el que él esta pintando. Una perfecta excusa para retratarse a sí mismo y reivindicar la nobleza de su arte. Sin embargo, es sabido que el realismo del cuadro esconde una mentira insostenible, que tiene relación con el propio pintor: cuando Velázquez pinto Las Meninas todavía no había recibido la Cruz de Santiago que luce en el pecho.

Esa falsedad de Las Meninas no se debió al pincel de Velázquez, sino a otro pintor, que añadió la cruz por orden de Felipe IV, aunque la leyenda cuenta que fue el propio rey quien la pintó. En cualquier caso, esa Cruz de Santiago, que quiebra el realismo perseguido por Velázquez al intentar captar el instante mismo en el que los reyes se presentan en el estudio del pintor, «fue el signo final de reconocimiento de la nobleza del pintor y la pintura».

El artista (Pascal Dagnan-Bouveret) en su estudio. Fotografía de la época
El artista (Pascal Dagnan-Bouveret) en su estudio. Fotografía de la época

A finales del siglo XIX, Dagnan-Bouveret decidió, como ya hemos dicho, no retratarse a sí mismo ni a otro pintor en acción, sino, en una arriesgada inversión de Las Meninas, a un fotógrafo sorprendido en el momento mismo de capturar el instante fugaz. Dagnan-Bouveret, además, convirtió en realidad pictórica una escena cotidiana que hasta entonces había sido despreciada por la gran pintura.

Emile Zola en su estudio, por Manet

No resulta extraño que La novia en el fotógrafo fuese saludado como un exquisito ejemplo del naturalismo, la corriente estética que dominaba la época, bajo el liderazgo del novelista Emile Zola. El naturalismo pretendía mostrar el verdadero mundo, el de los pobres y humildes, el de los criminales, el fango, la miseria, el crimen si era necesario… el de los fotógrafos, esa profesión plebeya. Porque lo que hoy nos parece una escena encantadora, entonces resultaba un reflejo casi cruel de ese mundo sórdido de la fotografía, un mundo de burgueses a lo sumo, muy lejos de aquel noble mundo de Las meninas. Este cambio de perspectiva es una demostración de cómo el tiempo reescribe una y otra vez no ya la historia del arte, sino las obras mismas, algo que se puede ver en detalle en la corriente del  menardismo y en la obra de François Klein «La novia en el fotógrafo» (1919), también presente en la exposición Realidad y representación.

Pero, ¿por qué Dagnan Bouveret quiso convertir en sujeto pictórico a uno de sus rivales, a un fotógrafo?

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De nuevo el artista pintor (Pascal Dagnan-Bouveret) retratado por el ¿artista? fotógrafo

Pintura y fotografía

Una teoría muy extendida, afirma que a finales del siglo XIX la pintura y la fotografía compitieron en su afán por reflejar la realidad, y que los pintores acabaron siendo sustituidos por los fotógrafos en el gusto del público. Aunque nosotros mismos hemos sugerido esta idea párrafos atrás, las cosas no fueron ni son tan sencillas.

 

Estudio académico masculino

Cuando contemplamos la imagen anterior, es cierto que podemos pensar que se trata de una fotografía, pero, si observamos atentamente, descubrimos una precisión que la fotografía de aquella época todavía no era capaz de alcanzar. Como es sabido, las fotografías a menudo eran retocadas por los pintores, para corregir errores o eliminar detalles molestos. Cuando en el siglo XXI se popularizó el uso de programas de edición fotográfica como Photoshop para retocar las fotografías, en realidad se regresó a los inicios de este arte o técnica.

Fotografía publicada por L’ilustration en 1891, realizada a partir del montaje de dos fotografías diferentes (una del tren y otra de la mujer). La sombra de la mujer está pintada a mano.

Pero hay un aspecto todavía más llamativo en el que la fotografía era superada por la pintura, y precisamente en su propio terreno,  el de reflejar fielmente la realidad: la fotografía mostraba un mundo del que habían desaparecido los colores, un mundo en blanco y negro. ¿Existe algo más irreal que un mundo sin color? ¿Con qué autoridad podría pretender la fotografía reflejar la realidad si hurtaba el color? ¿Es que el hombre pintado por Dagnan-Bouveret pertenecía a una especie desconocida de hombres grisaceos? Por supuesto que no.

El verdadero Estudio académico masculino, de Dagnan-Bouveret El hombre pintado en color de Dagnan-Bouveret es más real que la mejor de las fotografías de su época

El mundo de la fotografía y el cine en blanco y negro, que llega hasta casi los años cuarenta del siglo XX es un mundo sin color, aunque hoy nos encontremos con la paradoja de que nos parece más real una escena de los locos años 20 del siglo XX en blanco y negro que en color. Sin embargo,  épocas anteriores, como la romana o la egipcia, las preferimos a todo color. Por eso, a medida que trascurre el tiempo, la época que va de mediados del siglo XIX hasta los comienzos del XX se va convirtiendo en un período único en la historia del mundo debido a su falta de color, al menos en los testimonios que nos quedan y en el recuerdo que hemos fabricado a partir de ellos.

Se conservan algunas fotografías en color de la Primera Guerra Mundial, como esta de varios soldados franceses en un descanso, realizada po Jean-Baptiste Tournassoud con el sistema de color autocromo creado por los hermanos Lumiere. Nos resulta difícil asociarlas con una época que para nosotros en en blanco y negro y creemos estar viendo un cuadro hiperrealista o una guerra anterior al siglo XX.

La fotografía y el cine en blanco y negro consiguieron convencer durante décadas a todo el mundo de que la realidad no tenía color. En una de las primeras películas en color, El mago de Oz, el mundo real es en blanco y negro, mientras que el mundo fantástico a todo color, a pesar de que no es posible imaginar nada más fantástico e irreal que un mundo en blanco y negro.

El espectador de los comienzos del cine estaba tan acostumbrado a ver el mundo en blanco y negro, que consideraba de manera instintiva  que el «mundo real» no tenía colores.
El mundo fantástico de Oz era, sin embargo, en colores, es decir, como el mundo real, pero parecía más fantástico que ese mundo en blanco y negro de Kansas

Pero, a pesar de las paradojas  que se produjeron en los inicios de este nuevo arte, la fotografía, acabó triunfando sobre la pintura en un mundo que empezaba a ser víctima de la prisa y la rapidez, al ser finalmente capaz de ofrecer, en apenas un instante, aquello que un pintor tardaba meses de concienzudo trabajo en llevar a cabo:

«Antes de este invento casi todas las personas que se tuvieran en algo posaban para sus retratos al menos una vez en el curso de sus vidas. Ahora era raro el que soportaba esta dura prueba, a menos que quisiera complacer o ayudar a un pintor amigo».                                                           (Ernst H.Gombrich, Historia del arte)

Muchos pintores, no tan pacientes o no tan dotados como Dagnan-Bouveret para ‘fotografiar’ la realidad con su pincel, acabaron por abandonar cualquier intento de comparación con los fotógrafos e inventaron un nuevo mundo en el que no pudieran ser derrotados. Crearon, de este modo, el impresionismo, el cubismo y el arte abstracto:

«El arte moderno no habría llegado a ser lo que es sin el choque de la pintura con la fotografía».

                                                              (Ernst H.Gombrich, Historia del arte)

La estación de Saint Lazare, de Claude Monet, imagen inalcanzable para la fotografía (al menos hasta la llegada de los filtros digitales del siglo 21)

A pesar de todo lo anterior, y en contra de lo que se suele suponer y explicar en los libros de historia del arte, los pintores realistas y figurativos, como Dagnan-Bouveret, no consideraron la fotografía como un enemigo, sino como un aliado. Sus verdaderos enemigos, y contra los que Dagnan y otros hiperrealistas avant la letre dirigían todos sus esfuerzos, eran los impresionistas, que incluso les habían robado el apoyo del naturalista Zola.

La conclusión, por tanto, es que, al contrario de lo que se dijo más arriba, en La novia en el fotógrafo, Dagnan-Bouveret no pintó a un enemigo, sino a un aliado. Porque, aunque con los años Dagnan Bouveret fue vencido por todos los ismos sucesivos y hoy su nombre ni siquiera figura en las historias de la pintura, durante un tiempo pareció que podía triunfar con ayuda de la fotografía.

El fotógrafo en el cuadro de Dagnan-Bouveret, visto como un negativo, que conserva esa cualidad fotográfica de su pintura

 

La alianza entre pintores y fotógrafos

Pascal Dagnan-Bouveret superaba a cualquier fotógrafo de su época en la precisión con que reflejaba la realidad, pero lo cierto es que utilizaba fotografías para conseguirlo.

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Dagnan con bocetos preparatorios para La profesión del perdón en Bretaña. Obsérvense las fotografías sobre al mesa

Sin embargo, nos encontramos aquí con una nueva e interesante paradoja: los realistas cuadros de Dagnan-Bouveret, nacidos a partir de la minuciosa observación del natural y del apoyo de fotografías, quizá se encuentran más lejos de la realidad que el arte abstracto.

En efecto, aunque en los cuadros de Dagnan-Bouveret se ofrece una representación tan exacta de objetos y personas que incluso pueden ser confundidos con fotografías, lo cierto es que casi nunca se ve en ellos algo real, si por real entendemos algo que ha sucedido más allá de su representación pictórica.

Dagnan-Bouveret podía copiar a la perfección objetos, animales y seres humanos, ya fuera del natural o a partir de fotografías, pero no se limitaba a trasladarlos tal cual al lienzo, sino que también los reordenaba, los situaba en lugares diferentes, en el equivalente pictórico de lo que se llama un montaje fotográfico, como el que hemos visto más arriba en la fotografía de la mujer esperando el tren. Dagnan-Bouveret también creaba en sus cuadros escenas irreales que no había tenido nunca lugar, instantes e imágenes que nadie había contemplado nunca.

Veamos un ejemplo llamativo: en uno de los célebres cuadros realistas de Dagnan-Bouveret se puede ver a un caballo blanco junto a un caballo negro y a un jinete.


Pero esos tres elementos nunca estuvieron juntos, excepto en la imaginación de Dagnan-Bouveret y, por supuesto, en su cuadro. Cada caballo fue copiado de una fotografía diferente y el lugar y el mozo que cuida de los caballos tampoco existieron nunca, al menos en esa conjunción.

 

 

 

 

 

 

Lo mismo podemos decir de La procesión del perdón de Bretaña.

 

 

 

 

 

 

 

Quienes miran el cuadro, creerían estar asistiendo a un momento real, a algo que sucedió, como quien contempla una fotografía. Sin embargo, no es así, porque los personajes que aparecen en el cuadro prodigiosamente verista de Dagnan-Bouveret no estuvieron nunca en esa calle todos juntos, la señora arrodillada ni siquiera hizo nunca la procesión, sino que se limitó a visitar el salón del fótografo, donde, siguiendo las instrucciones de Dagnan-Bouveret, fue disfrazada adecuadamente. Quien quisiera ver una representación, un reflejo como en un espejo, de algo que sucedió en la procesión del perdón de Bretaña, no podría fiarse del cuadro de Dagnan-Bouveret, a pesar de su minuciosidad, superior a la de cualquier fotografía.

Bretones en el Perdón, por pascal Dagnan-Bouveret
Bretones en el Perdón, por pascal Dagnan-Bouveret
Fotografía que sirvió a Dagnan para pintar el paisaje de fondo de la procesión del perdón
Fotografía que sirvió a Dagnan para pintar el paisaje de fondo de Bretones en el Perdón

La pregunta inevitable, tras ver tantos ejemplos de la realidad construida por Pascal Dagnan-Bouveret es si en La novia en el fotógrafo, el verdadero oficiante de la ceremonia no fue un cura, sino el propio Dagnan-Bouveret, capaz de casar a una pareja que tal vez ni siquiera se conocía, en el estudio de un fotógrafo que quizá tampoco estaba allí ese día.

 

Obras de la exposición

LA REALIDAD Y SU REPRESENTACIÓN

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