El placer y la salud
Epicuro decía que la ausencia de dolor ya era placer, incluso consideraba que era el mayor de los placeres. No es extraño, si tenemos en cuenta que, según parece, Epicuro soportó mucho dolor físico a lo largo de su vida.
Eso pensaba mientras iba caminando feliz por la calle y preguntándome por qué tanta gente se queja cuando no está enferma. Y en estas sanas reflexiones, recordé una cita de uno de mis filósofos favoritos, que ya incluí en Esklepsis 2 y en el blog Wordls, y que aquí repetiré de nuevo:
“Hay gente que dice que la vida no es más que un tejido de desgracias; lo cual viene a decir que la existencia es una desgracia; mas si la vida es una desgracia, la muerte es todo lo contrario: la felicidad, puesto que es lo opuesto a la vida. Esta consecuencia puede parecer indiscutible. Pero los que así hablan son sin duda pobres o enfermos, porque si gozaran de buena salud, si tuvieran el bolsillo bien repleto, alegría en el corazón, Cecilias, Marianas y la esperanza de algo mejor todavía, ¡oh!, seguro que cambiaban de parecer. Yo los considero una raza de pesimistas que no puede haber existido más que entre filósofos indigentes y teólogos mauleros o atrabiliarios. Si existe el placer y sólo se puede gozar de él estando vivo, la vida es dicha. Existen desgracias, yo sé algo de eso; pero la existencia misma de esas desgracias prueba que la suma de la felicidad es mayor. Entonces, porque en medio de un montón de rosas se encuentren algunas espinas, ¿hay que ignorar la existencia de tan hermosas flores? No; es una calumnia contra la vida el negar que son un bien. Cuando estoy en una habitación oscura, me agrada infinitamente ver, a través de una ventana, un horizonte inmenso frente a mí.” (Giacomo Casanova)
Y lo más asombroso es que cuando Casanova escribió este pasaje y la frase final, vivía amargado, enfermo, débil, olvidado y anciano en el Castillo del Dux de Bohemia, donde era objeto de burlas y desprecios. Tan sólo de tanto en tanto se le exhibía como mono de feria para que recordara sus pasadas hazañas amorosas y el resto de sus aventuras, como la fuga de los Plomos, sus viajes a España, Inglaterra, Turquía o Rusia, o su época de embustero místico.
********
[1 de marzo de 2005]
4 Comments
danieltubau
OGRO comentó:
¿Debería estar agradecido (en versión teocéntrica) o satisfecho (en versión antropocéntrica) por no sentir dolor?
¿Cuántos tipos de dolor existen?
¿Se puede jerarquizar los dolores?
La satisfacción, el placer, ¿no son efímeros? ¿No son parciales?
¿Es lo mismo “sentir” placer que “estar convencido” de que una situación dada podría ser peor?
Creo que Casanova y tú os movéis en el terreno del “deber” para explicar algo más vinculado con el “querer”. Debería contentarme (lo que supone un descontento) con ser lo que soy. Sin embargo, quiero ser otro (quiero ser Dios, pero ése es otro cantar).
(miércoles, 04 de octubre de 2006)
danieltubau
Ogro, escribí esa entrada en un momento de salud momentáneo, sin duda impulsado por el tremendo, puro e irreprimible placer que siento cada vez que paso un tiempo (dos semanas, un mes) con buena salud.
Creo que no es cierto que Casanova y yo nos movamos en el terreno del deber. Tood lo contrario.
A menudo he discutido, por ejemplo con Marcóticos en una noche inolvidable en la chocolatería San Ginés, acerca de lo absurdo que me parece el deber moral como fuente de nuestras acciones.
No creo que uno DEBA ser feliz, sino que me me gusta vivir (si no me gustara, me suicidaría, puesto que no tengo ningún freno moral que me lo impida y que me obligue, “por deber”, a seguir en un mundo en el que no disfrutase). Como dice mi padre (no sé si es original suyo o no): “El mundo es una mierda,la vida de puta madre”.
Mi sensibilidad, no mi intelcto o juicio, me lleva a disfrutar en casi cualquier situación que no sea especialmente dolorosa, y creo que lo mismo le pasaba a Casanova, quien también se dejaba llevar siempre por el “querer”, no por el deber (es tal vez el más extraordinario ejemplo conocido en este sentido).
La solución a esta confusión quizá sea que ni Casanova (que yo sepa) ni yo hemos querido ser “otro”. Y lo que menos me gustaría ser sería, por supuesto, Dios. Ni siquiera un Dios terreno (por ejemplo, un gobernante).
martes, 10 de octubre de 2006
danieltubau
OGRO comentó:
¡No estoy de acuerdo! ¡En absoluto! (Estoy riendo, pero lo escribo en serio)
Opino que cuando el pobre se queja de su pobreza querría ser él mismo, pero más rico, es decir, otro. Cuando el enfermo maldice su salud, quiere ser alguien sano, es decir, otro. Y todos nuestros deseos llevados al límite (y el inconformismo es una característica bastante humana, probablemente crucial en nuestra evolución) nos conducen al deseo de la felicidad plena, el saber total, la necesidad satisfecha… Es decir, nos conducen a querer ser Dios, o algo así. Cuando lloro por la muerte de alguien amado, aspiro a la eternidad (mía, suya, o de ambos) Cuando siento nostalgia, morriña, quiero ser ubicuo, inmaterial, atemporal. Quiero ser lo que no soy. Quiero ser otro, Dios preferiblemente. Puedes encontrar fácilmente otros ejemplos de esto mismo. Cuando siento dolor, quiero ser “yo sin dolor”, quiero ser otro. Y del dolor no es fácil disfrutar, hace falta entrenamiento (entrenamiento moral, sin duda).
Respecto al asunto de los “dioses terrenos”, creo que no poseen ninguna de las virtudes reseñadas. Quizás se sitúan en la cúspide de alguna jerarquía, pero ya se sabe que quien jerarquiza selecciona ciertos rasgos y discrimina otros. El ranquing de los más rápidos no es el ranquing de los más inteligentes.
En todo caso, creo que haces alusión a ciertos “cabrones”, que no solo no son dioses, sino que son demonios, según nuestra tradición judeocristiana.
Y me ofende ligeramente que pienses que yo aspiro a ser uno de esos “cabrones”, pero no te preocupes, que ya se me está pasando. Un abrazo.
Por cierto, podría añadir que Casanova era un moralista, puesto que propugnaba que DEBERÍAMOS dejarnos llevar por el deseo.
Te deseo toda la salud.
(martes, 10 de octubre de 2006)
Victoria
buenas palabras, voy a ver si me acuerdo de ellas la próxima vez que me de cuenta de las carencias en mi vida y me dé por olvidarme de todo lo que sí tengo para disfrutar.