El feísmo y hacerlo mal demasiado bien
En La imperfecta perfección mencioné la tendencia del diseño actual de hacer las cosas mal a propósito. Ejemplos de este tipo se pueden encontrar en las tipografías cortadas, que impiden que se vean las letras enteras y que se han convertido ya en un estándar de cualquier exposición de arte.
Otro ejemplo son los libros con apenas márgenes a los lados del texto, sin sangrado en los inicios de párrafo o, lo que es todavía más frecuente, con las fotografías en el borde mismo de la hoja. Esto, que en sus inicios era hecho con voluntad feísta, ahora ha sido casi aceptado como un estándar del diseño).
Otro ejemplo son los anuncios en los que se imita la mala calidad de un vídeo casero, en el que los actores actúan mal a propósito, como si fueran aficionados, se oye hablar a los técnicos, la película tiene grano, la imagen se desenfoca, etcétera.
Es un ejercicio complicado el del feísmo, porque consiste en decir: “Lo estoy haciendo feo adrede, no es que yo carezca de gusto estético, al contrario”. El diseñador feísta tiene que dejar ciertas pistas que permitan al espectador o degustador selecto darse cuenta de que no está ante algo de ínfima calidad, sino todo lo contrario: en algunos casos se trata de una perfecta imitación de la basura.
En la red, muchas páginas imitan los diseños más feístas por dos razones: porque así siguen la moda actual de hacer un diseño anti-diseño y porque, según parecen revelar algunas investigaciones, las páginas peor diseñadas atraen más visitantes.
Pero tampoco caeré en el simplismo de considerar que no hay extraordinarias obras feístas, porque las hay, o en la simpleza de pensar que nunca se deben cambiar los estándares aceptados. Habló sólo de la tendencia feísta actual y el esforzado empeño de tantos diseñadores en hacer las cosas “como no se deben hacer”.
A menudo, trabajar sobre algo que se considera feo puede acabar haciéndonos descubrir posibilidades insospechadas. Se dice que el arte es aquello que es mirado con atención, pero no sólo por parte del espectador, también por parte del artífice, creador, artista, artesano o como se quiera llamar a quien hace esas cosas que llamamos arte. Porque cualquier cosa, si se le presta la suficiente atención puede acabar revelando bellezas ocultas. Un ejemplo muy interesante son los errores creativos de los que habla el director de fotografía Christopher Doyle y que comenté en Al este del este: Calistofel Doyle y el error en el cine.
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[Publicado en 2006 en Escrito en el agua]
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[Que incluyen temas como “optimismo y pesimismo”, virtudes y defectos”, etc]
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ENTRADAS DE FILOSOFÍA
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COMENTARIO A “LOS PRINCIPIOS DE LA FILOSOFÍA”, DE DESCARTES
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