Cosmogonía china

La novela Viaje al Oeste, que aparentemente sólo cuenta las aventuras de un monje budista y sus amigos (un mono, un caballo, un cerdo), parece esconder también algunos significados esotéricos (es decir secretos u ocultos), relacionados con el budismo, y un no disimulado ataque a sus rivales taoístas.

Es posible, o al menos a mí me lo parece, que exista una tercera lectura que contradice esa interpretación religiosa.  Pasa como con las Rubayyat del poeta persa Omar Jayyam: para unos son una muestra de ateísmo, para otros de lo contrario, de fervorosa relifiosidad.  Yo prefiero la primera interpretación en ambos casos, porque las explicaciones esotéricas religiosas me parecen casi siempre vulgares y triviales, excepto en el caso de Francisco de Asís, porque su amor a Dios es todo menos una metáfora.

Es curioso que los chinos, que tanto han escrito y pensado sobre tantas cosas, le dedicaran tan poca atención a la mitología, en la que ni de lejos pueden competir con los 5000 dioses y héroes  de los griegos o los cinco millones (por decir un número) de los indios. Y hay que tener en cuenta, además que muchos de sus dioses son una importación de la India, como las diferentes formas de Buddah, los bodisattvas, y casi todos los cielos y paraísos que aparecen en las aventuras del rey mono. En el comienzo de Viaje al Oeste se cuenta el origen del universo según la cosmogonía china.

La escritura dice:

«En el principio sólo existía el Caos. El Cielo y la Tierra formaban una masa confusa, en la que el todo y la nada se entremezclaban como la suciedad en el agua. Por doquier reinaba una espesa niebla que jamás logró ver ojo humano y a la que Pan-Ku consiguió dispersar con su portentosa fuerza. Lo puro quedó entonces separado de lo impuro y apareció la suprema bondad, que esparce sus bendiciones sobre toda criatura. Su mundo es el de la luz. Quien a él se acerca descubre el camino que conduce al reino del bien. Mas el que quiera penetrar en el secreto del principio de cuanto existe debe leer La crónica de los orígenes.»

Es una cosmogonía que recuerda a la griega de Hesíodo:

«En primer lugar existió el Caos, después Gaia la de amplio pecho, sede siempre segura de todos losInmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. [En el fondo de la tierra de anchos  caminos  existió  el  tenebroso Tártaro.] Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos.
Del Caos surgieron Erebo y la negra Noche. De la Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Erebo.
Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a las grandes Montañas, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.»

«Sin mediar el grato comercio» quiere decir que Gaia tuvo a muchos de sus hijos sin intervención masculina, es decir, por partenogénesis.

Pero la cosmogonía china de Pan Ku se parece mucho más a la del orfismo, atribuída al músico Orfeo, porque, aunque no se mencione en el fragmento que he citado de Viaje al Oeste, en el origen también había un huevo cósmico.

Mito cosmogónico órfico:
«Al principio existía el Caos, y la Noche, y el negroErebo y el inmenso Tártaro. Pero no existía la tierra, ni el aire, ni el cielo: y en el infinito seno del Erebo la Noche de negras alas engendró, en primer lugar, un huevo llevado por el viento, del que, según el ciclo de las estaciones, surgió elatractivo Eros, con dos alas de oro en su brillante espalda, como dos vertiginosos torbellinos. Este, uniéndose de noche al Caos alado en el inmenso Tártaro, hizo surgir nuestra estirpe y fue el primero que la dio a luz.

Pan Ku
Una imagen un poco chapucera de Panku, con su huevo, que aquí se fusiona con la idea del ying y el yang, no sé si muy correctamente

 

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[Publicado en Anacrónico]

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