Coincidencias significativas
Jung, el discípulo herético de Freud, llamaba “sincronización” a esos momentos de revelación en los que cosas aparentemente inconexas parecen señalar en una misma dirección. Es lo que pasa en las películas cuando el héroe se decide a entrar en acción y lanzarse a la aventura. Pues bien, estos días he tenido varias de estas coincidencias significativas.
Primero recordé el chiste de una inundación en el Bilbao.
Cae una lluvia torrencial y un vecino, Patxi, se lo toma todo con mucha calma.
“Patxi”, le dicen sus vecinos, “mejor que te refugies porque va a caer una buena”. Y Patxi responde que no: “Dios proveerá”. Sigue la lluvia y las calles comienzan a inundarse.
Le dicen a Patxi que salga de casa y él dice que no: “Dios proveerá”. La lluvia llega ya hasta el segundo piso de las casas y Patxi se sube al tejado.
Llegan unos vecinos en una barca y le dicen: “Sube, Patxi, que te vas a ahogar”. Y Patxi que no: “Dios proveerá”.
Patxi ya está agarrado a la antena, con el agua al cuello, cuando llega un helicóptero y le dicen: “Sube por la escala, Patxi, que te ahogas”. Y Patxi que no: “Dios proveerá”.
Total, que Patxi se ahoga.
Llega al cielo y se encuentra con Dios y le dice: “Dios, qué pasa pues, que me has dejado morir. Yo que pensaba que me ibas a ayudar…”
Y Dios le dice: “Hombre, Patxi, te mandé a los vecinos nada más llover, te mandé la barca, te mandé un helicóptero, ¿qué mas querías que hiciera?”.
Después de este chiste, Iván me contó uno parecido:
Un escalador está casi en la cumbre del Himalaya y entonces se cae montaña abajo. El escalador grita y se lamenta: “Socorro, socorro, que alguien me ayude! Socorro, hay alguien ahí? ¿Hay alguien ahí?”. Y se oye una voz atronadora que dice: “Sí, soy Dios, estoy aquí”.
Y dice el escalador: “Ya, ya… pero, ¿hay alguien más?”
Tras esto, leyendo proverbios griegos en la Biblioteca encontré este:
“Aun contando con la ayuda de Atenea, mueve la mano”
El proverbio se cuenta por un luchador al que antes del combate la diosa Atenea le aseguró que iba a vencer. Así que el púgil entró en el pugilato y se quedo quieto y el rival le molió a golpes. Y perdió, claro.
Esto me llevó a la historia del discípulo vedanta al que su maestro le dice que todo es lo mismo, que todo es Uno y que no hay diferencias, que tú eres yo y que yo soy tú.
Un día el discípulo va caminando y se encuentra con un elefante desbocado que va contra él. Y el conductor del elefante le dice que se aparte y el discípulo piensa: “Yo y el elefante somos la misma cosa, no tengo nada que temer.” Y no se aparta. Y el elefante le tritura.
Cuando se ha recuperado, va a ver a su maestro vedanta y le dice: “Fíjate lo que me ha pasado por creer lo que me dijiste: como tú me habías dicho que todo era lo mismo, yo pensé que el elefante era yo, así que no temí nada”.
“Ya, dice el maestro, pero tú también eras el conductor del elefante y ¿es que no te oíste a ti mismo diciéndote que te apartaras?”
Y finalmente, todo esto, más o menos conectado, se conectó del todo cuando revisando el curso de guión para las clases vi el consejo de Buda que dice: “No se cura uno leyendo el prospecto, sino tomándose la medicina”.
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[6 de noviembre de 2003]
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