Arcesilao: «Sólo sé que no se nada… y ni siquiera eso sé»

Arcesilao era un hermoso efebo que llegó a Atenas procedente de Pitane. Pronto causó sensación en la ciudad por su belleza, a la que se unía una gran inteligencia y unas ganas irreprimibles de discutir. Se interesó enseguida por la filosofía y en primer lugar escuchó las lecciones de Teofrasto, el legendario filósofo que dirigía el Liceo de Aristóteles, ese otro gran discutidor que en su juventud llegó a irritar a Platón.

Teofrasto no se sintió molesto por el afán polémico de Arcesilao, sino que sintió mucho que cambiara de escuela y se uniera a la Academia platónica, que entonces dirigía Polemón. Teofrasto se lamentó de la pérdida de tan prometedor discípulo, del que se dice que también se había enamorado: «Que gran discutidor hemos perdido con la marcha de este joven».

¿Y por qué abandonó Arcesilao la escuela aristotélica?

Según parece, porque se quedó impresionado al conocer a Polemón y a otros académicos, como Crates y Crántor, que le parecieron «semejantes a dioses de la edad dorada». Crántor se enamoró de Arcesilao y le recitó unos versos de la Andrómeda de Eurípides.

«Oh, joven doncella, si te salvara, ¿me quedarías agradecida?».

Arcesilao le respondió con otro verso:

«Llévame, extranjero, tanto si me quieres de criada como de esposa».

Desde entonces fueron amantes y compañeros de filosofía, aunque, por un curioso acuerdo, Arcesilao vivía con el académico Crates, mientras que Crántor compartía casa con Polemón.

Tiempo después, Arcesilao se convirtió en director o escolarca de la Academia fundada por Platón y recuperó la duda socrática, que se había perdido tras los escolarcados de  Espeusipo y Jenócrates, más favorables a interpretaciones metafísicas, que seguramente quedaron un poco atenuadas durante la dirección de Polemón y Crates de Triasio, al que sucedió Arcesilao.

Crántor, aunque fue un filósofo influyente en su época no llegó a dirigir la Academia.

Se atribuye a Sócrates la célebre frase «Sólo sé que no sé nada», lo que lo convierte en un sabio ignorante, ya que el oráculo de Delfos había asegurado que él era el hombre más sabio. Arcesilao, más sabio o más ignorante (o ambas cosas) que su venerado antecesor, añadió la coletilla «…y ni siquiera sé eso».

Fue entonces cuando el escepticismo entró en la Academia platónica y permaneció allí durante casi dos siglos. Esto puede resultar sorprendente, porque por lo general se considera a Platón un filósofo dogmático, puesto que sostiene algunos dogmas acerca del Mundo de las Ideas o de la inmortalidad del alma. Sin embargo, Arcesilao no se sentía un hereje en la Academia, sino que se sentía heredero tanto de Sócrates como de Platón.

La frase de Arcesilao expresa de manera clara un escepticismo mayor que el de Sócrates, pues es obvio que debe interpretarse como «No estoy seguro ni siquiera de si no sé nada». Puede que sepa algo, puede que no sepa nada. La idea coincidiría con la suspensión del juicio o epojé, método que se atribuye precisamente a Arcesilao, aunque algunos piensan que es una idea estoica Arcesilao.

A mí me resulta muy dudosa esa posibilidad y pienso que el concepto debía formar parte de la Academia (el estoico Zenón también fue oyente de Polemón y Crates), o bien, que era una noción común en las discusiones, por ejemplo en el Liceo de Aristóteles y Teofrasto, cuando se llegaba a una situación en la que resultaba difícil decidirse entre dos explicaciones. Lo que seguramente hizo Arcesilao fue pulir el concepto, llegando a la conclusión de que en casi cualquier cuestión o incluso en todas no podemos estar completamente seguros de que hemos encontrado la respuesta correcta y, por lo tanto, debemos suspender el juicio.

Esta imagen, sin duda procedente de un libro francés, representa a los dos grandes filósofos escépticos, Arcesilao y Carnéades. En algunos lugares se presenta la imagen de la derecha como la de Arcesilao, pero parece más razonable que sea la de la izquierda, puesto que el letrero dice «Arcesilao y Carnéades» (y porque parece un hombre más guapo).

Arcesilao fue célebre en su época, como ya intuía Teofrasto, por sus dotes como discutidor, que empleó para desbaratar las ideas de los estoicos, una filosofía dogmática que había fundado Zenón de Citio, compañero de estudios de Arcesilao en tiempos de Polemón. Todos los cronistas dicen que Arcesilao era imbatible y que los estoicos tardaron en recuperarse, hasta que Crisipo de Solos refundó la escuela (por eso se dice: «Sin Crisipo no habría Stoa»).

Arcesilao es uno de los grandes protagonistas de Sabios ignorantes y felices, a pesar de que no se conserva casi nada de él, pues no escribió (o destruyó sus escritos) y tampoco se conservan los apuntes que tomaron sus discípulos. Un testimonio de Sexto Empírico parece revelarnos que Arcesilao, además de un sabio ignorante, también era feliz:

Arcesilao sostiene que quien suspende el juicio sobre todas las cosas someterá sus inclinaciones y aversiones y sus actos en general a la regla de lo razonable (to eulogon), y procediendo de acuerdo con este criterio  actuará rectamente. Porque la felicidad se obtiene a través de la sensatez, y la sensatez reside en las acciones rectas, y la acción recta es aquella que, una vez llevada a cabo, tiene una justificación razonable. Así pues, quien atiende a lo razonable actuará rectamente y será feliz.


Apenas existen, que yo sepa, representaciones de Arcesilao, aunque creo que alguna queda, que espero encontrar pronto, así que me he tenido que inventar su imagen como bello efebo recién llegado a Atenas (con ayuda de la inteligencia artificial y un artista legendario que no mencionaré).

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Ariel editorial
568 páginas

Sabios ignorantes y felices: lo que los antiguos escépticos nos enseñan

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