Vive oculto

Vive oculto es la célebre frase latina que Valery adoptó en su forma afrancesada: Cache ton jeu («Esconde tu juego»).

En el taoísmo de Zhuang Zi (Chuang Tzu) el equivalente sería  aquello de la virtud de ser inútil: el árbol de sándalo perfuma el hacha que lo corta.

Es preferible ser un árbol inútil, cuya madera no arda bien en las hogueras ni perfume los hogares de los seres humanos.

El  ocultamiento es una de las funciones más evidentes de las máscaras, aunque tal vez existan otras. Pero aquí se encuentra una primera paradoja: nada peor para pasar inadvertido que ponerse una máscara.

Hagamos la prueba. Coloquemos sobre nuestro rostro una máscara, por ejemplo una media máscara veneciana que deja libre la boca y la barbilla, o una máscara pintada de un personaje del teatro Nô, o la dual griega de la tragedia y la comedia. Pongámonos una de esas máscaras sobre el rostro y salgamos a la calle.

Cualquiera puede predecir cuál será el resultado: en vez de pasar inadvertidos, llamaremos la atención de cuantos se crucen con nosotros. Si nos hallamos en Madrid y sigue vigente la prohibición de llevar máscaras o antifaces, incluso es posible que acabemos en prisión, o al menos en comisaría.

Esto podría hacernos pensar que quien quiera vivir oculto no debe llevar máscara. Pero esa sería una conclusión precipitada. Lo que hay que hacer es escoger una máscara que no parezca una máscara. Debe estar tan bien confeccionada que se ajuste a nuestro rostro con precisión, cada uno de sus rasgos tiene que guardar una correspondencia exacta con cada uno de nuestros músculos, respetando la forma de nuestros huesos y nervios hasta que, gracias a esta coincidencia exacta entre rostro y máscara, esta se convierta en invisible.

Máscaras africanas en la revista del avión


Avión entre Europa y América (ahora sobre el Atlántico)

[Jueves 11 de diciembre de 1997]

ESCRITO EN EL CIELO 6

Ensayo sobre las máscaras /6


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