Un golpe de dados
Si has leído Sabios ignorantes y felices te habrás encontrado con un capítulo en el que propongo un experimento escéptico. Allí prometo a los lectores que podrán poner a prueba su intuición en esta página dedicada al libro.
Mi intención primera era ofrecer aquí la respuesta al pequeño enigma que allí planteé, pero manteniéndola en secreto para quienes todavía no han leído el libro. Finalmente, he pensado que es preferible reproducir casi íntegro el capítulo, para que cualquier visitante de esta página pueda entender lo que aquí (y allí) se dice. El juego comienza ahora, como diría nuestro amigo Sherlock Holmes.
Un golpe de dados jamás abolirá el azar.
Stephane Mallarmé
Imagina, lector, que lanzo un dado. Voy a buscar el dado, si me disculpas un segundo.
Ya tengo el dado. Lo lanzo.
Ahora puedes intentar adivinar qué número ha salido. Del uno al seis, porque es un dado tradicional. Apunta el número que has pensado.
¿Lo has apuntado? ¿Seguro?
Pues bien, tal vez hayas adivinado el número: quizá sepas la verdad.
Puede que conozcas la respuesta a la pregunta: ¿qué número ha salido en el dado?
Ahora bien, no sabes con total certeza que lo sabes.
Por fortuna, yo no soy tan cruel como el dios de Jenófanes y estoy dispuesto a decirte el número que ha
salido.
¿Quieres saberlo?
El número es el 3.
Enhorabuena si has acertado. Eso quiere decir que antes conocías la verdad, pero ahora, además, sabes que conocías la verdad. A no ser…
A no ser que yo te haya mentido. Tal vez el número no era el 3.
¿Cómo saberlo?
En la página web de este libro, puedes averiguarlo, porque hoy, 19 de abril de 2023, grabo con mi teléfono móvil el dado sobre mi mesa. En la imagen, verás que el dado aparece junto a un periódico con la fecha, como en esas fotos que envían los secuestradores para probar que la víctima sigue viva.
Aquí tienes la imagen, que es un vídeo, para que no quede ninguna duda.
Este ejemplo tan sencillo muestra, tan solo de manera metafórica, por supuesto, nuestra relación con la realidad. La tirada del dado que yo estoy viendo es la realidad; lo que te revelo que veo al tirar el dado son las apariencias.
Y lo que tú imaginas acerca del número que ha aparecido es una proposición, o juicio o inferencia, que puede ser cierta o falsa, verdad o mentira.
Puedes fiarte o no de las apariencias (las frases que lees en este libro) y creer que se corresponden o no con la realidad (el dado sobre mi mesa). Quizá no hay un dado sobre la mesa, del mismo modo que, como decía Anaxágoras, la nieve no es blanca, aunque nos lo parezca. Tal vez con mis palabras he construido un objeto (el dado) y una situación imaginaria.
En algunos casos, las cosas podrían ser bastante sencillas y tus hipótesis acerca de la realidad comprobables. Por ejemplo, si estuviésemos en una conexión online, yo podría tirar el dado, pero dejarlo oculto con un cubilete, y tú podrías decir el número. Entonces, yo podría levantar el cubilete para que comprobaras en la pantalla de tu ordenador o teléfono móvil si sabías la verdad o no.
Eso es lo que hicieron los científicos cuando vieron los átomos que imaginó Demócrito: comprobar que
una hipótesis nacida de la observación, pero pasada por el filtro de la razón, era verificada gracias a otra observación.
El ejemplo de adivinar la tirada del dado también apunta hacia algo interesante, que nos encontraremos una y otra vez en esta investigación acerca del escepticismo antiguo: nos muestra que podemos saber la verdad por pura casualidad, porque cuando tú, lector, has pensado y escrito el número del dado no tenías ninguna razón para elegir entre los seis números, excepto el capricho o la intuición. Si lo has adivinado, ha sido de manera tal vez no irracional, pero sí no razonada.
¿Se puede decir que alguien es sabio si no sabe por qué conoce lo que conoce?
En el diálogo de Platón Teeteto, el matemático Teeteto recuerda la opinión de una persona que sostenía que la opinión verdadera (como que tú hayas adivinado el número del dado) no es por sí misma verdadero saber:
“Estoy pensando ahora, Sócrates, en algo que le oí decir a una persona y que se me había olvidado. Afirmaba que la opinión verdadera acompañada de una explicación es saber y que la opinión que carece de explicación queda fuera del saber. El conocimiento, entonces, consiste en saber la verdad y, al mismo tiempo, explicar por qué se sabe”.
Ahora bien, Sócrates enseguida cuenta, como si fuera un sueño, la teoría de ese filósofo misterioso y al final acaba descartando (¿como un buen escéptico?) que aquella sea una buena definición del conocimiento, con lo que el diálogo termina en fracaso.
No se sabe quién es el autor de esa definición de verdad de la que habla Teeteto, aunque se cree que podría ser el cínico Antístenes, que fue discípulo del propio Sócrates y el inventor de los diálogos socráticos, según parece.
Y, para terminar con el lanzamiento de dados, al menos por el momento…
Hasta ahora teníamos apariencias y realidad: lo que yo te decía acerca del dado y el dado sobre mi mesa. Es decir, que la correspondencia entre apariencia y realidad, entre tu proposición acerca de la realidad («creo que ha salido un 4») y la realidad misma (el dado en la mesa), se puede comprobar.
Pero, ¿qué sucede si lanzo el dado bajo un paño y lo recojo de nuevo en el cubilete, sin mirarlo, y lo agito?
En ese caso, quizá adivinaste el resultado (sabías la verdad), pero nunca podríamos descubrir esa verdad ni, por lo tanto, si tú la sabías.
Muchos sospechan que eso podría suceder en el mundo real y que tal vez siempre exista un paño que nos impida conocer la esencia del universo y la realidad. O que, aunque no exista ese paño, nosotros no podamos saber, como dice Jenófanes, si existe o no existe. ¿Quién sabe?
Un epílogo escéptico
La grabación del golpe de dados que viste antes es cierto que fue tomada por mí mismo el día 19 de abril de 2023, pero eso mismo día también grabé este otro lanzamiento…
¿Adivinaste que saldría un 2?
Descubre a los escépticos de Grecia y Roma.
Ariel editorial
568 páginas
Sabios ignorantes y felices: lo que los antiguos escépticos nos enseñan