Tertuliano y el absurdo

Tertuliano fue uno de los primeros apologistas del cristianismo.

Nacido en Cartago hacia el año 155, decía que Dios era material, pero se oponía a todo intento de conciliación con la sabiduría greco-romana.

Pensaba que lo grande del cristianismo era su irracionalidad: la muerte del hijo Dios es creíble porque es contradictoria y su resurrección es cierta porque es imposible.

Se ha hecho célebre su frase Credo quia absurdum (Creo por que es absurdo), aunque en sus escritos la expresión que se puede leer es Credo quia ineptum, o bien Credible quia ineptum: certum est quia impossibile est (Creo porque es estúpido: es cierto porque es imposible). Este es un planteamiento muy interesante: las historias acerca de Jesucristo son tan estúpidas, que sólo pueden ser verdad.

Creo porque es estúpido, es cierto porque es imposible Clic para tuitear No recuerdo quién decía algo parecido: si la historia de Jesucristo fuese una mentira, resultaría absurdo hacerlo hijo de un carpintero, hacerle fracasar en su intento de convertir a su buena nueva a los judíos, darle discípulos que le traicionan y le abandonan y, además, hacerle morir en la cruz. Nadie elegiría algo tan vulgar para el hijo de Dios (o Dios mismo) si se lo inventase. Parece convincente, si no fuera porque todas las religiones están llenas de historias semejantes, llenas de incoherencia, estupidez y contradicción.

Tertuliano acabó en la herejía, adhiriéndose al montanismo, aunque en aquel momento era difícil predecir cuál sería  la herejía y cuál la ortodoxia entre las diferentes interpretaciones del mensaje cristiano.

De todos modos, Tertuliano también acabó separándose del montanismo y creó su propia variante, el tertulianismo, que todavía existía en tiempos de Agustín de Hipona.

A veces pienso que Tertuliano era una especie de Chesterton de la Antigüedad. Basta con recordar aquella historia del día que Chesterton entró en una iglesia rural, oyó un sermón disparatado del párroco y salió convencido de la verdad del cristianismo:

“Si diciendo tonterías como estas ha logrado sobrevivir casi dos mil años, es que es la verdad”.

Ingenioso, pero, como dije antes, en ese momento en miles de iglesias, mezquitas, sinagogas y centros de culto de todo el planeta, los propagadores de decenas de religiones estarían diciendo las mismas insensateces ante un público convencido de que estaba escuchando algo dotado de sentido.


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