Pesimismo y optimismo

A Lichtenberg se lo conocía en Gotinga, donde pasó casi toda su vida, como “el hombre en la ventana” (der Mann am Fenster) porque se pasaba los días mirando por la ventana. Llevaba una vida muy retirada, aparte de sus clases en la Universidad, aunque no aislado del mundo, pues mantenía correspondencia con pensadores y científicos, como Goethe y Kant, y recibía a todo tipo de visitantes. Kant es célebre también por un hábito: dar un paseo a las cinco de la tarde: los parroquianos ponían el reloj en hora al verle aparecer en la plaza.

Lichtenberg era ateo y quizá fue uno de los primeros que expresó esa paradoja teológica hoy tan conocida: “Soy ateo gracias a Dios”:

“Agradezco al buen Dios mil veces el que me haya hecho ateo”

Sin embargo, como buen escéptico, también se mantenía en una posición no dogmática: ni creer ni no creer; o, al menos, ni afirmar que Dios existe ni afirmar que no existe.

Yo también me considero ateo, pero aclaro que soy ateo si se trata de creer en cualquiera de las religiones que han sido o son, pero agnóstico si lo que se discute es si existe Dios, o los dioses.

Estas opiniones de Lichtenberg coinciden con las de Darwin, pero quiero señalar aquí otra curiosa coincidencia entre estos dos extraordinarios pensadores, curiosa por oponerse a lo que habitualmente dicen las personas inteligente y/o cultas.

Lichtenberg:

“El dolor pretérito nos es agradable en el recuerdo, también lo es el placer pretérito, así como el placer futuro y el presente; por lo tanto, lo que nos atormenta es sólo el dolor futuro y el presente; notable sobrepeso del lado del placer, cuya conservación podemos prever en muchos casos con bastante seguridad; por el contrario, rara vez podemos predecir el dolor futuro”

Darwin:

“Algunos  autores están tan impresionados por la cantidad de sufrimiento que hay en el mundo que no sabrían decir, considerando la totalidad de los seres sensibles, si hay más desgracia o felicidad, si el mundo en conjunto es bueno o malo. A mi juicio, la felicidad predomina decididamente, pero esto sería muy difícil de demostrar. Si se acepta como verdadera esta conclusión, concordaría bien con los efectos que podemos esperar de la selección natural. Si todos los individuos de una especie tuvieran que sufrir habitualmente en grado extremo, no se molestarían en propagar su linaje (…) Además, algunas otras consideraciones llevan a creer que todos  los seres sensibles han sido formados para gozar, como regla general, de la felicidad”.

Y quizá recuerdes tras esto a otro pensador que expresaba esto todavía con más contundencia: Casanova en una cita excelente:

“Hay gente que dice que la vida no es más que un tejido de desgracias; lo cual viene a decir que la existencia es una desgracia; mas si la vida es una desgracia, la muerte es todo lo contrario: la felicidad, puesto que es lo opuesto a la vida. Esta consecuencia puede parecer indiscutible. Pero los que así hablan son sin duda pobres o enfermos, porque si gozaran de buena salud, si tuvieran el bolsillo bien repleto, alegría en el corazón, Cecilias, Marianas y la esperanza de algo mejor todavía, ¡oh!, seguro que cambiaban de parecer. Yo los considero una raza de pesimistas que no puede haber existido más que entre filósofos indigentes y teólogos mauleros o atrabiliarios.
Si existe el placer y sólo se puede gozar de él estando vivo, la vida es dicha. Existen desgracias, yo sé algo de eso; pero la existencia misma de esas desgracias prueba que la suma de la felicidad es mayor. Entonces, porque en medio de un montón de rosas se encuentren algunas espinas, ¿hay que ignorar la existencia de tan hermosas flores? No; es una calumnia contra la vida el negar que son un bien. Cuando estoy en una habitación oscura, me agrada infinitamente ver, a través de una ventana, un horizonte inmenso frente a mí.”

¡Qué coincidencia está metáfora final después de haber hablado del hombre en la ventana [Lichtenberg]!

No voy a ocultar que yo estoy de acuerdo con estos tres autores, a los que admiro y quiero, y que creo que la vida está llena de una felicidad a veces difusa y a veces intensa, mientras que el dolor es sólo intenso.

El dolor difuso, creo, no depende del mundo, sino de nosotros, casi siempre. Y, por tanto, las más de las veces es evitable. IT, mi padre, me dijo algo que decía no me acuerdo quien: “El mundo es una puta mierda. La vida, puta madre”.

Estoy de acuerdo; se puede ser pesimista en cuanto al mundo pero se ha de vivir como un optimista. En este sentido yo soy tan ingenuamente optimista, porque pienso que lo único razonable es vivir como un optimista, aunque tengamos mil razones para el pesimismo.


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