Multi-funcionalismo , de Karin Öpfel

Eureka, de E.A.PoeLa historia de la ciencia está llena de nuevas teorías que iban a revolucionar el conocimiento humano y de las que ahora ya nadie se acuerda. En 1847, Edgar Allan Poe dejó a un lado sus cuentos de terror y escribió Eureka, un libro en el que se proponía “hablar del Universo físico, metafísico y matemático; material y espiritual; de su esencia, origen, creación; de su condición presente y de su destino”.

Poe estaba tan convencido de la importancia de sus ideas cosmológicas que le dijo al editor Putnam que debía imprimir (sólo para empezar”), una primera tirada de cincuenta mil ejemplares , porque “ningún acontecimiento de la historia científica  mundial se acercaba en importancia a las consecuencias que tendría la obra”. Putnam publicó tan sólo 500 ejemplares de Eureka, que apenas tuvo repercusión, como no fuera para confirmar que Poe ya se había precipitado en el delirio. Como él mismo dijo en una ocasión: “No tengo deseos de vivir desde que escribí Eureka. No podría escribir nada más”

Rare BookEureka se lee ahora tan sólo como un magnífico poema cosmológico, una nueva y hermosa variante del Sobre la naturaleza de Lucrecio, como se puede apreciar en este pasaje:

“Mi proposición general es la siguiente: En la unidad original de la primera cosa se halla la causa secundaria de todas las cosas, junto con el germen de su aniquilación inevitable”.

Boskovich
Boskovich

Pero, ¿quién sabe?, tal vez la ciencia cambie de opinión en el futuro, porque podríamos recordar que una de las influencias más notables para Poe fue Ruđer Josip Bošković, o Rogelio José Boskovich, uno de los más fascinantes y asombrosos científicos que han existido, que desarrolló la teoría atómica, descubrió que no había atmósfera en la Luna y anticipó muchas teorías actuales en su libro Theoria Philosophiae Naturalis, publicado en Venecia en 1758. Es un libro cuyos misterios han intentado desentrañar, entre otros, Albert Einstein y Werner Heisenberg.

Otro de los grandes científicos de la historia, Nicola Tesla, que inventó la radio antes que Marconi, como ha sido reconocido por la Oficina de Patentes de Estados Unidos, afirmaba que en las obras de Bošković aparece la teoría de la relatividad de Einstein. Por cierto, los escritos de Tesla, considerado también inventor de Internet, tampoco han sido completamente desentrañados.

Tesla lee a Boskovich
Tesla lee a Boskovich

Cibernética, de WienerPero aquí quiero hablar de una de las teorías unificadoras, interdisciplinares o multidisciplinaresesas, es decir, aquellas disciplinas científicas que intentan encontrar en las diversas ciencias elementos comunes. Una de las más influyentes en el siglo XX  fue la cibernética, de Norbert Wiener, que estudia “la unidad esencial de la comunicación, el control y la mecánica estadística, bien en la máquina, bien en un tejido viviente”, es decir, la comunicación entre humanos y máquinas.

Teoría de SistemasOtra teoría semejante es  la Teoría General de Sistemas, de Ludwig von Bertalanffy, que intenta encontrar las propiedades, estructuras y reglas comunes a sistemas diferentes.

Pues bien, desde Noruega llegó hace unos años una nueva disciplina científica unificadora, que se ocupa de asuntos que competen a otras ciencias, como la física, la biología, la sociología, y casi cualquier otra imaginable. Esta nueva ciencia se llama multifuncionalismo, y ha sido propuesta por la bióloga y experta en sistemas informáticos Karin Öpfel.

Theoria Philosophiae NaturalisEl multifuncionalismo parte del estudio de un mismo objeto, pero no busca los  patrones comunes, sino las diferencias.

Öpfel considera que el multifuncionalismo está estrechamente emparentado con las ciencias que mencioné antes, como la cibernética y la teoría de sistemas, pero también con otras como la sinergética, la dinámica de  sistemas, la teoría de la información, la teoría de las catástrofes, la teoría del caos  e incluso la teoría de juegos.

En su libro, Multifuncionalismo, propuesta para una nueva disciplina científica, Öpfel señala las similitudes y divergencias con las ciencias mencionadas, y tan sólo dedica la tercera parte de su ensayo a exponer de manera explícita la naturaleza del multifuncionalismo.

El objeto de esta ciencia, dice la autora, consiste en estudiar el funcionamiento de las piezas o componentes de una estructura que, colocados en otra estructura, realizan una función por completo diferente. Un ejemplo sencillo sería el de una rueda: en un automóvil, su función es la de girar para hacer avanzar el vehículo, pero colocada en un molino de agua, su función es la de girar para elevar el agua: la rueda desplaza al coche, pero no desplaza al molino. En cierto modo, dice Öpfel, si comparamos el agua del río de un molino con la carretera, el coche se desplaza por la carretera gracias a las ruedas, pero el molino desplaza la carretera, es decir, eleva el río. En otras ocasiones, sin embargo la función de la rueda no es servir como intermediario para desplazar algo, sino que su función es desplazarse ella misma.

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El ingenioso ejemplo  que cita Öpfel soin las mesas giratorias de los restaurantes chinos, que permiten que los comensales compartan la comida al desplazar la rueda misma, y con ella los platos.

Los ejemplos, sin embargo, no siempre son tan sencillos e intuitivos en este libro fascinante. En biología, Öpfel examina cómo funciona una misma enzima, que puede cumplir diversas tareas según la situación en la que se encuentre, ya se trate del mismo organismo en diferentes momentos o de entes diversos. También analiza de manera extensa el control de la forma en las células epidérmicas del gusano Rhodnius, y sus tipos de diferenciación en células tricógenas, tormógenas, ganglionares y neurolemocitos. Y lo cierto es que Öpfel lo hace de una manera que no iguala la grandilocuencia de Poe en Eureka, pero que sí recuerda en ciertos momentos la riqueza expresiva de ese otro gran heterodoxo que fue D’Arcy Thompson en Sobre el crecimiento y la forma.

Teoría formalista de D'Arcy Thompson
Teoría formalista de D’Arcy Thompson

Pero la teoría de Öpfel no se limita a las ciencias duras: también se puede aplicar en contextos sociológicos, políticos, económicos o antropológicos, como cuando compara la muy distinta función que adopta un mismo tabú en distintas sociedades.

El multifuncionalismo, dice Öpfel, trasciende la clásica polémica entre los que piensan que la función crea el órgano (como Lamarck) y quienes opinan que es el órgano el que crea la función. Los elementos de una estructura, nos dice Öpfel, son en cierto modo formas ideales, que se adaptan a dicha estructura, pero que no son creados, sino elegidos. Esto permite a Öpfel intentar una especie de catálogo de formas o componentes universales que se pueden descubrir en estructuras y sistemas complejos muy diferentes.

Esta fenomenología o catálogo de las partes que pueden funcionar de distinta manera en diferentes todos o sistemas resulta muy interesante, pero también peligrosa para la propia disciplina, pues parece llevarnos a una especie de mundo ideal de formas, a la manera platónica, que quizá acaba confundiéndose con la matemática pura, la geometría o la topología. Lo que también nos recuerda, por supuesto, a D’Arcy Thompson y su teoría de que la evolución de los seres vivos está limitada por ciertas formas geométricas básicas.

Que yo sepa, Karin Öpfel no ha publicado todavía el tratado definitivo que anuncia tras esta primera propuesta multifuncionalista, en el que promete aplicar su teoría a las diversas ciencias, y dotarla de un aparato matemático y predictivo. Como han trascurrido quince años desde la publicación de Multifuncionalismo, tal vez estemos ante otro de esos libros sugerentes que acabarán en el olvido. Para evitarlo, escribo este artículo.

 


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